miércoles, 1 de enero de 2025

NUEVAS RESEÑAS

 

 PSICOGEOGRAFÍA 

 Julio Monteverde (Editor)

Nos movemos en ciudades construidas en base a las leyes del mercado. Estamos rodeados por el feo hormigón, acorralados por carreteras atestadas de coches y consumiendo un ocio prefabricado y banal. De ahí la actualidad de Psicogeografía. Trayectoria de un método, donde Julio Monteverde realiza una recopilación de los textos fundamentales de la deriva como práctica sistemática, para reconstruir la historia de esta particular geografía poética. Con este libro, el editor continúa su trabajo en torno a la práctica de la poesía como estrategia de desestabilización del principio de realidad y como resistencia frente a la alienación.

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La editorial Es Pop, continúa con su afán por esclarecer la historia de la cultura popular mediante una colección de ensayos bien seleccionados y perfectamente editados sobre temas variados como la música rock y el metal, el cine y la literatura de terror, la vida de novelistas icónicos y, por supuesto, la historia de los tebeos.

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PSICOGEOGRAFÍA - Julio Monteverde (Editor)

 

Nos movemos en ciudades construidas en base a las leyes del mercado. Estamos rodeados por el feo hormigón, acorralados por carreteras atestadas de coches y consumiendo un ocio prefabricado y banal. De ahí la actualidad de Psicogeografía. Trayectoria de un método, donde Julio Monteverde realiza una recopilación de los textos fundamentales de la deriva como práctica sistemática, para reconstruir la historia de esta particular geografía poética. Con este libro, el editor continúa su trabajo en torno a la práctica de la poesía como estrategia de desestabilización del principio de realidad y como resistencia frente a la alienación. Algo que también se puede ver en sus anteriores ensayos, De la materia del sueño y Materialismo poético.

Tal y como se explica en el libro, la psicogeografía es una práctica poética y política en la que nos reapropiamos del espacio en el que se desarrolla la vida, liberándolo de los usos del mercado. Es, por tanto, una mezcla singular de sentir subjetivo y análisis racional dirigido a la transformación. La psicogeografía no será un simple paseo, un andar filosófico, un senderismo dominguero o un salir a la caza del rincón más exótico de El Rastro, para subirlo a las redes sociales. Según la definición de Abdelhafid Khatib, que dio como miembro de la Internacional Situacionista (a partir de ahora IS) en el 58, la psicogeografía es el “estudio de las leyes y efectos precisos de un medio geográfico, dispuesto o no de manera consciente, que interviene de forma directa sobre el comportamiento afectivo” (p. 174). La IS consideraba que dicho estudio se sostenía a través de la práctica de la deriva, como paseo guiado. Además, debía desembocar en la propuesta de un “urbanismo unitario”, que se adaptara al devenir de la existencia y con el que se podría superar el condicionamiento y el distanciamiento, que son señaladas como herramientas básicas de alienación del capitalismo. Por tanto, el saber psicogeográfico adquiere valor y rigor en la medida en que logra materializarse en una modificación positiva del entorno.

            Su editor ha organizado el libro alrededor de los textos más significativos de la Internacional letrista y la IS, a quienes dedica el bloque central. Antes de ellos, reserva la primera parte a sus antecedentes históricos y al surrealismo, con su desarrollo de la deriva en sí misma. La última parte se articula como una panorámica que abarca las últimas décadas hasta llegar al presente. Como hemos indicado antes, no se plantea como una visión de un fenómeno histórico, sino como la memoria de un hacer que sigue estando al alcance de cualquiera. Se trataría de una herramienta política válida para la recuperación del espacio cotidiano frente a la museificación y gentrificación de los centros históricos. Pero, más interesante aún, sería capaz de subvertir los usos utilitarios del tiempo y la fealdad deprimente del hormigón, que rodea a quienes vivimos en los barrios del extrarradio. Como nos indica Monteverde en las primeras páginas, se trata de “devolver la ciudad a su escala humana” (p. 21).

            Así pues, la primera parte del libro está dedicada a románticos, decadentes, simbolistas, dadaístas, expresionistas y surrealistas. En sus textos se va a ir mostrando progresivamente el doble impulso de atracción y repulsión que producía una ciudad que se industrializaba aceleradamente. Los paseantes se sienten fascinados por el movimiento, la moda, los escaparates, el ruido, la iluminación nocturna o, incluso, el caos de los barrios obreros. París comienza a ser recorrida por los flanêurs y los movimientos de vanguardia, que se lanzarán a las calles en busca de aventura. 

El surrealismo comienza a organizar un corpus poético nítido en torno al vagabundear en la ciudad sin rumbo fijo. La única regla será el azar, dejarse llevar por el espacio sin planificación alguna. El azar objetivo será entendido por Breton o Aragon como un afuera absoluto, que permitiría la irrupción del inconsciente. Eso sí, los surrealistas no se lanzaron al encuentro de lo maravilloso desde la complacencia con la ciudad burguesa. Como escribe Monteverde, el caminar era una más de las estrategias liberación, que conduciría a una ciudad mítica en la que “todas las percepciones sensibles se resuelvan en la creación de más vida” (p. 38).

Este primer apartado se cierra con un fragmento la novela La derrota de Pierre Minet (2018), quien había pertenecido al grupo El Gran Juego, cercano al surrealismo. Su descripción psicogeográfica es especialmente interesante y bella cuando el caminar por las calles le introduce, directamente, en otro estado de conciencia. Si de Quicey se había abdandonado a un deambular sin destino a partir de su consumo de opio (p. 41), Minet opera a la inversa y detalla claramente cómo sus pasos le sumergen en un auténtico trance en el que “la cuesta de la Rue des Martyrs equivalía a una huida, o para ser más exacto al paso de un mundo a otro” (p. 88).

El segundo de los bloques del libro está dedicado a la psicogeografía situacionista. Al inicio, el editor hace una reconstrucción del debate fundamental de la IS, que enfrentó a dos posturas radicalmente distintas. Por un lado, Gilles Ivain, con su proyecto poético de transformación de la ciudad a través del desvío. Por el otro, Constant Nieuwenhuys, que provenía del grupo CoBrA, con su Nueva Babilonia, que concebía unas “ciudades móviles que, suspendidas sobre altos pilares, permitían la circulación de vehículos por debajo de ellas, dejando libre la zona dedicada a la vida” (p. 99). A partir de ambos, la IS imaginará una ciudad en constante cambio, repleta de recodos, tomada por la vegetación, en la que poder extraviarse o jugar al escondite.

La psicogeografía se volvió urgente, con un impacto inmediato a la hora de insuflar vida a la ciudad, alejar el aburrimiento y subvertir la fealdad, que se extendía por los nuevos edificios de la Europa de postguerra. El enemigo será Le Corbusier, apodado Le Corbusier-Sing-Sing, empeñado en suprimir la calle. Su urbanismo era cómplice del capitalismo al controlar, vigilar y aislar a los trabajadores, para evitar cualquier posibilidad de insurrección.

Finalmente, en el debate entre Ivain y Nieuwenhuys, la IS termina por inclinarse hacia el primero. A esto se sumará la reivindicación de los medios de embellecimiento más poéticos, para hacer frente a la tristeza del hormigón. Debord y sus compañeros recordarán al cartero Cheval, exponente del arte bruto u outsider y que construyó su palacio ideal piedra a piedra, escamoteando tiempo a la vida pragmática o las locuras de Luis II de Baviera, que dilapidó su fortuna en grandiosos e inútiles castillos. Ambos ejemplifican la experiencia del desborde, un sentir que se ha vuelto inaccesible a esos espectadores pasivos, consumidores de banalidades, que se desplazan como zombis en los ambientes artificiales de los centros comerciales, en los que no se siente el paso de las estaciones, ni la oscuridad de las noches. Para curarnos de la enfermedad mental que supone esta banalización, Ivain nos enfrenta a una evidencia: “el hombre de las ciudades cree alejarse de la realidad cósmica, y por eso ya no sueña” (p. 166). Como nos advierte Monteverde, estas palabras marcarán profundamente a la IS.

La última parte de Psicogeografía recoge una diversidad textos que van desde los Diggers de San Francisco y los provos holandeses, influidos directamente por la IS, hasta las derivas actuales de diversos colectivos poéticos y políticos. Entremedias, aparecen fragmentos de Ian Sinclair, con su reacción al thatcherismo, y de la London Psychogeographical Association, en la que participó Stewart Home.

Pasada la efervescencia del mayo del 68’, que fue alimentado por un buen puñado de ideas de la IS, el propio surrealismo reclamó la psicogeografía como algo propio. Lo hizo a través de prácticas como las de l’Ekart en Lyon y de los grupos surrealistas de Estocolmo o Madrid. En este sentido, en el libro se nos ofrecen varios textos en los que se documenta la práctica de la deriva realizadas por estos colectivos. Entre ellos, los de José Manuel Rojo o Eugenio Castro, pertenecientes al Grupo surrealista de Madrid, y de amigos de este colectivo, como el traductor y editor de la Internacional letrista y la IS, Luis Navarro o Servando Rocha. A través de estos últimos textos se puede llegar a elaborar una nueva cartografía de Madrid en la que se descubren latencias, deseos y sentidos ocultos capaces de producir hermosas alucinaciones, como el mar de Atocha descubierto por Emilio Santiago (p. 328), o pequeños terremotos, como el documentado por José Manuel Rojo, entorno a una acción poética en el barrio de Malasaña (p. 285).

En general, la psicogeografía de las últimas décadas se ha desarrollado con fines de agitación política y guerrilla de la cultura, prestando especial atención a los espacios baldíos, como lugares aún no colonizados y abiertos a lo posible. Poco a poco, queda clara la dificultad para el encuentro de lo maravilloso en una ciudad que está moldeada para los usos del mercado y movida por las necesidades laborales. La clave sigue siendo retomar la vida en común, habiendo una reivindicación del juego como algo colectivo. Estar juntos en la calle se convierte en una reivindicación en sí misma.

Eugenio Castro en 2021 (Fuente El País)

Dentro del Grupo surrealista de Madrid, cabe señalar el texto de Eugenio Castro, poeta recientemente fallecido. En él se propone la deriva como una recuperación erótica del tiempo, que giraría en torno al concepto clave de desacción (“no hay objetivo, ni finalidad” (p. 276)). Escribía Castro que el “derivar inicia la revelación del instante y uno queda a merced del flujo erótico del devenir” (p. 276). Y en ese singular desplazamiento, se abre la posibilidad de acceder a un estado onírico en el que se siente la presencia de lo maravilloso, capaz de subvertir el principio de realidad. Con él, volvemos a la posibilidad de una poesía hecha por otros medios, con un ánimo que nos empuja a la calle, en un juego guiado solamente por el deseo.

Por último, me gustaría señalar las páginas dedicadas a la especial psicogeografía de Iain Sinclair, cuyos recorridos por Londres rastrean los signos de la historia subterránea. Sinclair explica en sus textos cómo siente sus pasos empujados por las fuerzas secretas, que se han mantenido activas durante siglos. El caminante cae presa de las emociones que despiertan los vahos del pasado. Alan Moore se basará en esta cartografía descrita en Heat Lud para los paseos del protagonista de su cómic From Hell. Hoy, en sintonía con ambos, Servando Rocha reconstruye para Madrid esta mezcla de contra-historia y mito.

Como nos insta Monteverde desde las primeras páginas, la psicogeografía sigue siendo un saber práctico para hacer frente a nuestras ciudades, que cada día se parecen más a una necrópolis. El pasear en sí mismo nos ofrece la oportunidad de crear nuevos vínculos con el espacio, con los que se abren las posibilidades del mundo, mientras el cuerpo retoma una voluptuosidad olvidada. Al desplegar este caminar como un hacer poético, se descubre “una ciudad oculta, pero accesible a nuestros pasos y nuestras miradas, a nuestro cuerpo doblando esquinas y atravesando plazas” (p. 11).

Más información en la página de Pepitas de Calabaza

Reseña de María Santana

 

 

MARVEL COMICS: LA HISTORIA JAMÁS CONTADA - Sean Howe

La editorial Es Pop, continúa con su afán por esclarecer la historia de la cultura popular mediante una colección de ensayos bien seleccionados y perfectamente editados sobre temas tan variados como la música rock y el metal, el cine y la literatura de terror, la vida de novelistas icónicos y, por supuesto, la historia de los tebeos.

Los tebeos han formado parte crucial de la industria del entretenimiento para masas y como tal ha producido inmensas cantidades de basura. Por fuerza, su desarrollo ha estado condicionado por las vicisitudes del mercado, por los flujos de las modas e incluso por la política. No obstante, de una manera u otra, la inventiva siempre ha logrado abrirse paso a través de los resquicios de la producción masiva y de las exigencias impuestas por el mercado capitalista, dando lugar a inesperadas maravillas impresas sobre papel al alcance de cualquiera que se acercara a un quiosco.

En Marvel, la historia jamás contada, obra de Sean Howe, podremos examinar en profundidad esa tensión entre creatividad desatada y pura chabacanería comercial. De hecho, la historia de Marvel, con seguridad la editorial de tebeos más famosa del mundo, puede considerarse como el paradigma del sempiterno conflicto entre arte y negocio, entre genuina creatividad y sometimiento a los mandatos del mercado. En ese sentido, el autor ahonda en esa dinámica con datos, en ocasiones extraídos literalmente de los índices bursátiles. Porque, no podemos olvidarlo, Marvel es un lucrativo negocio que ha procurado miles y miles de millones a sus sucesivos dueños. Sin embargo, no hubo tanta fortuna para los que hicieron posible esos disparatados beneficios: los autores y autoras, los curritos que durante décadas fueron creando, viñeta a viñeta, el inabarcable universo imaginario de Marvel. 

Stan Lee en 1978.

Uno de los principales protagonistas de esta historia es, obviamente, Stan Lee, el artífice incuestionable del que parte todo. El libro lo retrata esmeradamente, con sus luces, que las tuvo, pero también con sus muchas sombras. Si algo deja claro Howe es que Stan Lee jugó un doble papel: supo rodearse de grandes talentos creativos que expandieron sus muchas ideas, en ocasiones tan elementales; mientras tanto, vigilaba celosamente los intereses puramente económicos de la editorial (sin perder de vista, también es verdad, los suyos propios). Sin embargo, lejos de demonizarlo, el autor del libro se muestra irónico respecto a la personalidad de Stan Lee y sus afanes de notoriedad y fama. Queda patente el cariño que le causa su figura. Sin embargo, pese a su gran importancia, Stan Lee solo fue una pieza más de un engranaje creativo que incluyó a gran cantidad de personalidades no menos míticas, sin duda encabezadas por los gigantes Jack Kirby y Steve Ditko. La historia de estos dos dibujantes (también guionistas, no acreditados en multitud de historietas) queda plasmada con especial interés, puesto que encarnaron a la perfección el rol de explotados (sobre todo en el caso de Ditko) por las prácticas injustas de gran parte de la industria de los tebeos en América. En España también hemos tenido lo nuestro, como ocurrió con Bruguera, pero esa es otra historia.

Creo que uno de los principales logros del libro es haber articulado eficazmente un ritmo narrativo muy ameno, transmitiendo la progresión de la editorial a través de cada contexto histórico. Lo hace a través de infinidad de testimonios y documentos que nos demuestra que Marvel ha sido un reflejo de la sociedad que la produjo, de sus autores y de su público, pese a los vanos intentos de Stan Lee de mantenerlo como un universo aislado. De hecho, como un curioso efecto de retroalimentación, Marvel también comenzó a influir en su contexto. Si bien Marvel tuvo sus antecedentes directos entre los años 30 y 50 con las publicaciones de Timely Publications, dando ya lugar a personajes como Capitan América, La Antorcha Humana o Namor, su verdadero comienzo fue en 1961 con el primer número de Los 4 Fantásticos. Puede afirmarse que este hecho fundacional para la editorial se solapó con muchos de los cambios generacionales que tuvieron lugar en esa década. Los personajes de Marvel con sus poderes estrambóticos y sus trajes vistosos, muy diferentes de lo que se había visto hasta ese momento, sumado a los paisajes cósmicos de Kirby, o las ondas místicas de Ditko, reflejaron una tendencia implícita en la época. Indudablemente, Marvel tuvo que ser una influencia clave para la estética psicodélica. Los tebeos de superhéroes, concebidos para lectores más jóvenes, devinieron en un éxito entre los estudiantes universitarios, influyendo en su imaginario, poniendo de moda la ciencia ficción o las ideas ocultistas y mitológicas, todo ello empaquetado en un cóctel pop irresistible y explosivo que terminó por infiltrarse en la contracultura. Durante esta época dorada hasta finales de los 70, Marvel permitió algo de espacio a la experimentación visual y temática. Autores como Neal Adams, Jim Starlin o Jim Steranko pudieron explayarse y forzar los límites de lo que podía considerarse un simple tebeo de superhéroes. Sean Howe retrata este periodo de una forma apasionante, sembrado el texto de muchas anécdotas y datos siempre interesantes.

Página psicodélica del Doctor Extraño realizada por Steve Ditko (1966)

Con la llegada de los años 80, lo hace también la consagración del negocio de los tebeos de superhéroes. Marvel logra igualar o incluso superar a su principal contrincante en el sector: DC Comics. El éxito de La Patrulla X marca un filón a explotar. En este momento se define la prioridad de los personajes frente al trabajo de autor. La línea editorial comienza a crecer y las colecciones se multiplican, aumentando la presión sobre guionistas y dibujantes, y por consiguiente surgen los conflictos. La parte artesanal va dando lugar a un trabajo más en serie, pero siguen emergiendo grandes autores que logran sacar algo de oro de todo aquello, por mucho que el equilibrio entre creatividad y afán de negocio siempre cayera hacia el lado del dinero. Por lo demás, el control de la editorial sobre los autores es cada vez más férreo. Sean Howe retrata detalladamente muchos de los conflictos internos entre la empresa y sus empleados, siendo este aspecto de gran interés para entender el funcionamiento de la industria americana del comic. Es especialmente destacable la guerra de Steve Gerber por recuperar los derechos de autor por su creación de Howard el Pato, contienda que se alargó durante décadas.

Tras Stan Lee, el principal papel de los sucesivos redactores jefes es el de cortafuegos. Roy Thomas, Marv Wolfman, Gerry Conway, Archie Goodwin, Jim Shooter, Tom DeFalco, por citar los más históricos, marcaron su impronta en el desarrollo del universo Marvel. Sean Howe se toma especial interés en describir su trabajo, sus aciertos y sus errores en la gestión de las múltiples colecciones, las polémicas con los creativos, etc. En ocasiones, parece que la historia de Marvel trata sobre las dimisiones, los despidos fulminantes, las readmisiones, las deserciones a DC, e incluso las traiciones entre artistas. Un constante juego de poderes, rencillas personales, venganzas y frustraciones.

El comienzo de los años 90 supone también el auge de la especulación del coleccionismo de comics. A eso se suma las nuevas técnicas digitales de reproducción, los intentos de monopolizar la distribución de comics y el boom de las librerías especializadas, que cada vez suponen una parte más importante de las ventas. Todos estos hechos marcan un antes y un después que altera no solo a los propios comics, sino también a su público. Autores respetados por la crítica y que habían tenido un enorme éxito durante los 80, como pueden ser Frank Miller o John Byrne, quedan de pronto en un segundo plano, a favor de otros más espectaculares y efectistas. El nivel de la calidad cae por los suelos con el triunfo de dibujantes como Todd McFarlane o Rob Liefeld. Howe no escatima detalles sobre esta época donde el dinero rápido corría a raudales, a costa de la progresiva decadencia de las historias, del arte y de los propios personajes. Pronto estallaría la burbuja y el mundo de las edición de tebeos nunca sería ya igual.

Por mucho que en las dos últimas décadas se han publicado algunas colecciones destacables e innovadoras y han ido surgiendo autores jóvenes de gran talento, lo cierto es que la época dorada de Marvel llegó a su fin. Lo que perdura es el boom del cine de superhéroes de Marvel a comienzos del siglo XXI y la inevitable disolución de la marca en el imaginario colectivo. Debe haber mucha gente que conoce los personajes por las películas, pero que nunca ha leído un solo tebeo. No pasa nada, así es la vida. Marvel, por su parte, sigue publicando, el tiempo dirá hasta cuándo.

X Force de Rob Liefeld (1992). Sobran los comentarios ante tal despropósito.

En definitiva, hay que subrayar que este libro supone una fuente de puro placer para cualquier aficionado a los tebeos. Seas o no un fanático de Marvel, o incluso si eres un detractor, Howe logra plasmar un lienzo tremendamente detallado y documentado sobre un capítulo crucial dentro de la historia general de los comics. Por último, hay que recordar que existe una edición anterior de este libro realizada por Panini, el cual incluye un capítulo sobre la historia de la publicación de los tebeos de Marvel en España. Desconozco si hay muchas más diferencias con esta edición que he reseñado. 

Más información en la web de ES POP

Reseña de Antonio Ramirez