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lunes, 10 de febrero de 2025

PÁJARO DE CELDA - Kurt Vonnegut

 


Hola y adiós” ¿Qué más puede decirse? Nuestro idioma es mucho más amplio de lo necesario.

Kurt Vonnegut. Pájaro de Celda

 

Hasta el momento, no he leído ninguna novela de Kurt Vonnegut que me haya parecido realmente mala. Quizás se deba a que este escritor siempre se mantuvo fiel a ciertas cuestiones que iban más allá de lo meramente literario. Que no se me entienda mal, Kurt Vonnegut fue un escritor de la cabeza a los pies. Es verdad que sus tramas se mueven permanentemente al borde del precipicio, jugando peligrosamente con el caos y una marcada tendencia al absurdo, pero esa era su intención: perpetrar obras que explotaran en la cabeza del lector en el momento adecuado, como auténticas bombas de relojería. Si sus libros funcionan, por muy locos que puedan llegar a ser, se debe a que están animados por un propósito profundamente humanista que justifica todas las licencias estilísticas. De hecho, tengo la sensación de que muchos lectores hemos terminado por amar a Vonnegut por tales licencias, por esa forma única de recrearse en el sinsentido que siempre rodea a sus personajes. Sin embargo, este halo de locura, de imprevisibilidad, actúa como una suerte de desenmascaramiento del caos, la crueldad y la injustica que impera en el mundo real. De tal manera que novelas como Matadero 5 o Desayuno de los Campeones (ver reseña aquí) se me antojan como hitos culturales imprescindibles del siglo XX que van más allá de la literatura, que reclaman nuestra atención como auténticos avisos a navegantes. Aunque está visto, dadas las circunstancias actuales, que no hemos prestado mucha atención a lo que Vonnegut intentaba avisarnos.

No obstante, es inútil pretender que Vonnegut escribiera infaliblemente al mismo nivel de Matadero 5 o Desayuno para campeones. Así ocurre, efectivamente, con el caso del libro que ahora reseñamos. De Pájaro de celda podemos afirmar sin rodeos que resulta bastante irregular si lo examinamos con cierto detalle. Por otro lado, tal y como decía al comienzo de esta reseña, eso no la hace desmerecer tanto como podría esperarse. Quizás, el hecho de que sea un libro mucho más circunstancial que otros, hace que pierda parte de la universalidad tan característica de Vonnegut. Escrito en 1979, su trama se desarrolla a la sombra del escándalo Watergate, ocurrido pocos años atrás. Este hecho supuso la repentina caída de la administración Nixon, sacando a la luz (aunque ya era bien sabido por todos sus críticos) todo un operativo de técnicas tramposas, represivas y antidemocráticas empleadas por el gobierno para neutralizar a sus contrincantes políticos. El posterior juicio llevó a la cárcel a 48 personas, muchas de ellas altos cargos del partido republicano. Vonnegut hace que su protagonista (totalmente ficticio) sea una de esas 48 personas, posiblemente la más anónima y patética de ellas, que acaba siendo implicada en el caso de la manera más tonta. Esta situación resulta una buena excusa para mostrar los mecanismos del poder como una apisonadora que aplasta sin contemplaciones, una megamáquina impersonal que arrasa con los peces pequeños sin tener siquiera conciencia de ello.

Sin embargo, esa no es la trama principal de la historia, de hecho, la novela no llega a ofrecer en ningún momento algo que podamos considerar como tal. Como mucho, hay algunos elementos recurrentes que sirven como columna vertebral de la novela. Por ejemplo, la omnipresencia de la RAMJAC, una corporación que está absorbiendo todas las grandes empresas del país, la cual es nombrada constantemente a lo largo del libro y que parece tener una importancia crucial (algo que no se confirma hasta prácticamente el final). De hecho, hay un protagonista principal, pero desde el comienzo queda claro que su vida carece de lo que podríamos llamar libre albedrío. Su biografía se mueve a través de la más pura contingencia y la consecuencia de decisiones ajenas. Estudiante de Harvard por capricho de un tutor rico, persistentemente negado para el amor, chivato de sus compañeros comunistas sin pretenderlo, padre fracasado,… Walter F. Starbuck se mueve a través de este libro como un impostor, alguien que vive sin convencimiento la vida de otro. 

El azar siempre fue un elemento imprescindible en las historias de Vonnegut. Así ocurre, por ejemplo, en Galápagos, donde aplica de forma radical las ideas evolutivas de Darwin, hasta llevarlas al absurdo absoluto. En Pájaro de celda, el azar toma la forma de la fatalidad, del inevitable destino que trae siempre lo peor. Pero no podía ser de otra manera, ya desde su magnífico prólogo, Vonnegut nos deja claro que no vamos a leer una novela alegre o esperanzadora. En este prólogo, el autor nos habla de cuestiones estrictamente personales, pero, en un movimiento verdaderamente audaz, los mezcla con acontecimientos ficticios, aunque inspirados en diferentes hechos reales relacionados con las luchas obreras en EEUU entre finales del siglo XX y comienzos del XX. Estos acontecimientos terribles tiñen el resto del relato. De esta manera, Vonnegut se mantiene fiel en su tarea de desentrañar la verdadera naturaleza de la sociedad norteamericana, fundada sobre la violencia y el latrocinio, el genocidio de sus habitantes originarios, la esclavitud y la explotación de millones de trabajadores emigrantes.

Sin embargo, esta apertura potentísima se va difuminando, perdiendo parte de su fuerza inicial. Después, la historia va avanzando de forma algo deslavazada a través de los recuerdos de su protagonista, haciendo un recorrido a través de hechos históricos como la Gran Depresión o la Segunda Guerra Mundial. Esto no impide que Vonnegut escriba algunas de sus más bellas páginas, como puede ser las tratan sobre la ejecución de los sindicalistas anarquistas Sacco y Vanzetti. También contiene algunas de sus páginas más cómicas, porque hay que recordar que Kurt Vonnegut es terriblemente gracioso, por mucho que el trasfondo de lo que contara pudiera ser trágico. De esta manera, su evidente misantropía queda matizada gracias a su enorme capacidad para la ironía, algo que explota suficientemente en esta novela.

En suma, creo que Pájaro de celda es un buen libro que simplemente pierde puntos si lo comparamos con otros libros del mismo autor. Se trata de una de sus historias más directamente políticas. Vonnegut nunca ocultó sus simpatías por el socialismo, algo que se traducía, como es el caso patente de esta novela, en una implacable crítica hacia el capitalismo y la forma de vida que impone, especialmente en Estados Unidos. Por otro lado, como incentivo adicional para recomendar el libro, decir que aparece Kilgore Trout, el fracasado escritor de ciencia-ficción creado por Vonnegut (basado más o menos en su amigo Theodore Sturgeon, aunque solo lo confirmó tras el fallecimiento de éste en 1985). Este personaje era una excusa concebida por Vonnegut para poder contar argumentos de ciencia-ficción sin tener que escribir los libros al completo. Este personaje aparece en muchos de sus libros, aunque va mutando de personalidad según le conviniera. En el caso de Pájaro de celda, Trout es el único estadounidense condenado por traición durante la Guerra de Corea, que aprovecha todo el tiempo del que dispone para escribir novelas con ese seudónimo.

Reseña de Antonio Ramírez

 

 

viernes, 30 de agosto de 2019

KURT VONNEGUT - Matadero 5 (o la cruzada de los niños) / El desayuno de los campeones


Matadero 5, o la cruzada de los niños (edición original en 1969)
Anagrama. 188 páginas.

El desayuno de los campeones (edición original en 1973)
Anagrama. 270 páginas. 

Kurt Vonnegut es considerado como uno de los escritores más importantes de la literatura norteamericana del siglo XX. Tras publicar durante los años 50 varias novelas y relatos adscritos al género de la ciencia-ficción que pasaron sin pena ni gloria, a comienzos de la década de los 60 comienza a hacerse muy popular en los ambientes contraculturales. Fue considerado algo así como un “escritor pop”, pero a la vez consiguió ser muy respetado por la crítica literaria y los corrillos universitarios. Ha sido clasificado en muchas ocasiones como postmoderno, y ciertamente, al menos en el aspecto formal, muchos de sus libros pueden entenderse como un ejercicio de deconstrucción de la narrativa tradicional: sin una línea argumental realmente definida, con bruscos saltos de estilo y sobretodo un evidente uso de lo meta-literario. Vonnegut escribía novelas con varios niveles de lectura, a la manera de puzles o cajas rusas. Matadero 5 y El Desayuno de los campeones, las dos novelas que reseñamos aquí, pueden ser buenos ejemplos de esta experimentación con la técnica narrativa y la razón de que haya decidido reseñarlas juntas es que ambas, pese a ser totalmente independientes, están muy relacionadas entre sí por su temática y por sus personajes. De hecho, por el mismo motivo se podría haber añadido otra novela escrita en 1965: Dios le bendiga, Mr. Rosewater, pero ya me parecía excesivo.

Dejando a un margen las cuestiones formales, si hay algo que defina realmente a este autor es que ya desde el comienzo de su carrera se posicionó en contra del racismo, la desigualdad, la belicosidad y otros aspectos reaccionarios que demasiadas veces han caracterizado la sociedad norteamericana. No debe extrañarnos, por tanto, que sus experimentos estéticos sean inherentes a una motivación que podríamos definir como política y humanista. Para más señas, en un momento dado de El desayuno de los campeones, Vonnegut pone en boca del narrador (que es un personaje más, a la vez que un trasunto de sí mismo) la siguiente afirmación:

“Cuando comprendí qué era lo que convertía a América en una nación de personas tan desgraciadas y peligrosas que no guardaban ninguna relación con la vida real, decidí de abstenerme de escribir narraciones totalmente inventadas. Decidí escribir sobre la vida. Todas las personas tenían que tener la misma importancia. Todos los hechos tenían que tener el mismo peso. No había que dejar nada de lado. Que otros se ocupen de ordenar el caos. Yo, en cambio, me ocuparía de introducir el caos en el orden, cosa que creo haber conseguido”.

Lo cual, creo que describe muy bien lo que vamos a encontrarnos en estas dos novelas, pues los personajes principales deben ceder permanentemente el protagonismo a otros que pese a ser fugaces condicionan enormemente la lectura. Igualmente, los protagonistas resultan inseparables de su contexto, ya sea en un sentido físico como psicológico. Los entornos hostiles, artificiales o en ruinas proyectan una degradación que los personajes viven tanto exterior como interiormente a través de la fealdad, la contaminación y la deshumanización. Por otra parte, esa referencia al caos que hemos leído antes también me parece crucial. Si el postmodernismo se funda en la imposibilidad de establecer un relato único de lo real (con su reflejo en la novela y el arte en general, pero también en la política, en la economía, etc), entonces Vonnegut parece querer añadir aún más confusión si cabe. Y, efectivamente, estas dos novelas son artefactos literarios anárquicos, resultado de mezclar la comedia negra y absurda, la crítica social, la ciencia-ficción, la autobiografía y que, por si fuera poco, en el caso de El desayuno de los campeones viene acompañado por los dibujos de estilo naif del propio Vonnegut. En suma, nos encontramos muy lejos de la narrativa clásica, más o menos lineal, donde las situaciones y personajes son expuestos de forma ordenada, cada cual con una función muy específica dentro de la trama. Aquí es el lector el que debe extraer algo de significado en un pulular de seres desgraciados y autodestructivos que son presentados a retazos, permanentemente instalados en el flashback y, en el caso de Matadero 5, atrapados en un literal viaje en el tiempo. No obstante, a medida que vamos desmadejando el hilo de estos libros, vamos descubriendo que bajo esta aparente confusión sistemática se esconde un intento desesperado de aportar algo de sentido. A través de un discurso rabiosamente crítico con la sociedad norteamericana Vonnegut busca trascender el caos mediante un reclamo que todos compartimos: la empatía, logrando así sortear de alguna manera los callejones sin salida de la literatura postmoderna, tomando partido de una forma contundente y con ello obligando al lector a posicionarse ante lo que le cuenta.

 
 
Entonces, ¿de qué van estas dos novelas? Lo cierto es que ambas se resisten a una descripción realmente clara. Matadero 5 es, siendo muy sintéticos, un lamento que no puede encontrar las palabras adecuadas, de ahí que Vonnegut nos deje este párrafo inolvidable en su introducción:

“(..) si este libro es tan corto, confuso y discutible, es porque no hay nada inteligente que decir sobre una matanza. Después de una carnicería sólo queda gente muerta que nada dice ni nada desea; todo queda silencioso para siempre. Solamente los pájaros cantan. ¿Y qué dicen los pájaros? Todo lo que se puede decir sobre una matanza; algo así como «¿Pío-pío-pi?».

Hace referencia al tema central de la novela: la destrucción de la ciudad de Dresde durante la segunda guerra mundial. Este hecho fue vivido por Vonnegut en persona y no por casualidad llega a introducirse él mismo como personaje fugaz, desdoblándose así con el protagonista principal, Billy Pilgrim, que también es en cierto modo su alter-ego. Pero donde otros escritores hubieran, quizás, plasmado un relato dramático más al uso, Vonnegut decide tirar de la sátira más salvaje y el absurdo (suficiente es decir que el protagonista de la novela se lleva toda la novela viajando por el tiempo sin que nadie lo sepa), siguiendo esa tradición tan noble de la literatura antibélica y que así bote pronto me trae a la memoria las aventuras del soldado Švejk que nos contara tan magistralmente Jaroslav Hašek. Lo que está claro es que Vonnegut evita a toda costa cualquier tipo de romanticismo bélico, asegurándose, como el mismo dice, “que no habría ningún papel para Frank Sinatra o John Wayne”. Los soldados americanos quedan en un lugar pésimo, aunque sin tener que mostrarlos como malvados sino más bien como seres inmaduros y faltos de cualquier control o autonomía. De ahí el significativo subtítulo del libro (que en el caso de la edición en bolsillo de la editorial Anagrama decidieron eliminar sin más): La cruzada de los niños.

Por su parte, fijar el argumento de El desayuno de los campeones tampoco es tarea muy fácil, así que dejemos que sea el propio Vonnegut quien nos lo diga otra vez con sus propias palabras:

“Esta es la historia del encuentro entre dos hombres blancos delgaduchos, solitarios y bastante viejos en un planeta que estaba agonizando. Uno de ellos era un escritor de ciencia-ficción que se llamaba Kilgore Trout. En aquel momento era un don nadie y suponía que su vida ya se había acabado. Se consideraba un fracasado. Pero, gracias a ese encuentro, se convirtió en uno de los seres humanos más queridos y respetados de la historia. El hombre con el que se encontró era un vendedor de coches, de Pontiacs, y se llamaba Dwayne Hoover. Dwayne Hoover estaba a punto de volverse loco”.

Si en Matadero 5 la historia ocurre en el contexto hostil de bosques gélidos, trenes de prisioneros, campos de concentración y ruinas humeantes, El desayuno para los campeones se sitúa en la fealdad de una pequeña ciudad norteamericana: autopistas, bloques de hormigón, cadenas de hoteles, tiendas de coches, solares vacíos, suburbios divididos racialmente… escenario banal y deprimente que Vonnegut aprovecha para hacer un repaso a la estupidez y la crueldad humana sin dejar títere sin cabeza.

Hace 20 años que había leído por primera vez estos dos libros y lo único que recordaba es que me habían causado una gran impresión y haber reído mucho, pero a la vez haber sentido pena por sus personajes. Leídas por segunda vez he vuelto a emocionarme, y debo admitir que resultan aún más tristes, nada parece haber cambiado en el mundo, por no decir que todo ha ido a peor: básicamente, Vonnegut tenía razón, si no cambiamos nos iremos definitivamente a la mierda. Todo lo que critica de la sociedad americana parece haberse extendido definitivamente al resto del mundo de forma incontenible. No obstante, pese al mensaje pesimista que transmiten, no dejan de tratarse de novelas divertidas y absorbentes, repletas de ocurrencias desternillantes, así como pobladas por personajes dotados de una potente vida sin necesidad de aportar muchos detalles o largas descripciones biográficas. Ocurre así con Kilgore Trout, el medio loco (y a la vez tan lúcido) escritor de ciencia-ficción que aparece en ambos libros. Este personaje, además, sirve de excusa para que Vonnegut haga pequeños resúmenes de muchos de sus libros y cuentos, folletines de ciencia-ficción que han acabado de relleno en libros baratos pornográficos. Son narraciones de apariencia absurda, pero que contienen algún tipo de enseñanza más profunda. Como por ejemplo:

Kilgore Trout escribió una vez un relato que trataba sobre un diálogo entre dos fermentos que discutían sobre las posibles finalidades de la vida mientras comían azúcar y se asfixiaban con sus propios excrementos. Debido a su limitada inteligencia nunca llegaron siquiera a imaginar que estaban haciendo champán.

Evidentemente para Vonnegut la ciencia-ficción siempre fue más un pretexto que otra cosa, la libertad del género le permitía tirar de lo absurdo sin demostrar nunca el más mínimo interés por ser plausible. Confesó no sentirse cómodo cuando le invitaban a convenciones del género y sabía que podía ser decepcionante para quien buscara un apasionado por los temas recurrentes de la ciencia-ficción, la fantasía o incluso las especulaciones científicas complejas. Más bien, sobretodo al principio de su carrera, se mostró crítico con los científicos y especialmente con los usos de la tecnología
(tengamos en cuenta, no obstante, que su hermano Bernardf fue un científico a quien se le atribuye el descubrimiento del yoduro de plata). En ese aspecto, como en todos los demás, más que un interés por convertirse en un escritor serio (sea del género que sea) demostró ser lo más cercano al bufón que en el pasado decía las verdades terribles a la cara disfrazándolas de bromas, pero sabiendo adaptar su sátira a los modos modernos y colando en las estanterías de las librerías un compromiso humanista y político cada vez más escaso en los medios literarios. Frente a la estupidez y la autocomplacencia, la obra de Vonnegut permanece ahí con plena vigencia, recordándonos con total desparpajo que somos un absoluto desastre.
Reseña de Antonio Ramírez

(Autorretrato de Kurt Vonnegut)