domingo, 25 de noviembre de 2012

HELLRAISER - Clive Barker

Primera edición en ingles en 1986.
Editado en castellano por La Factoria de ideas en 2005.
Traducción de Marta García Martínez. 
160 páginas. 

Sinopsis.

Frank Cotton ha adquirido una misteriosa caja que según la leyenda puede aportar todos los placeres carnales imaginables. Sin embargo, una vez abierta la caja ya es demasiado tarde para percatarse del error, fuerzas que no son de este mundo entran en acción en un juego de muerte y sufrimiento sin fin.

Comentario del libro.

Esta novela corta (o más bien podríamos decir relato largo) marca una etapa de transición en la obra de Barker, ya que fue publicada muy poco después de sus deslumbrantes relatos agrupados en los Libros sangrientos. Con mayor o menor fortuna, pero nunca más con la infalibilidad de sus cuentos, su predilección pasó poco a poco del terror más visceral expresado en pocas páginas a la fantasía en formato largo, aunque también es verdad que sin abandonar muchos de los elementos truculentos que se han convertido en su marca de fábrica. Así pues, en las novelas Barker parece perder fuelle, las buenas ideas quedan sepultadas bajo tal cantidad de relleno que pierden todo su valor. Esto fue algo decepcionante para muchos de los fans que le descubrieron gracias a sus relatos.

Hellraiser (The Hellbound Heart en su edición original) fue su segunda novela, publicada en 1986 y poco después adaptada al cine por el mismo Barker con una interesante aunque irregular película que se convirtió primero en una obra de culto y después en una especie de franquicia que se ha explotado hasta la saciedad a través de multitud de secuelas, comics y productos de todo tipo. Sin embargo, esta sistemática comercialización del universo Hellraiser no debe despistarnos, sería un error despreciar por ello la idea original, esta novelita, la cual tardó mucho en publicarse en castellano, quizás debido a que el boom de Clive Barker se disipó en nuestro país muy rápidamente allá a comienzos de los 90. La editorial Factoría de ideas compensó esta espera con una edición especial para miopes (por el tamaño de la letra) a un precio desmedido en relación al número de páginas.

Hellraiser es un libro tan irregular como la propia película que inspiró, pero aun así merece mucho la pena. Yo diría que las tres primeras cuartas partes del libro son magistrales, para después desembocar en un final absolutamente torpe y precipitado. El libro está escrito a golpe de frases cortantes y pulidas hasta el máximo, sin dejar de tener pese a todo una belleza formal muy acorde con el faústico tema del libro. Las ideas y personajes están muy poco desarrollados, que eso quede claro, pero son de tal potencia que consiguen hacerse rápidamente un hueco en la imaginación del lector, el cual queda obligado a rellenar con su propia inventiva lo que no se cuenta o solo queda insinuado. Quizás esta falta de desarrollo condicionó un final tan brusco y deslucido en comparación con el resto de la historia. Por lo demás, su fuerza visual, su ritmo trepidante y los resortes imaginativos que pone en circulación son tan notables que su lectura logra sobreponerse a ese final. No obstante, hay que admitir que uno se queda con ganas de conocer más sobre muchos conceptos presentes en el libro, muy especialmente todo lo relacionado con los cenobitas, aunque visto lo que vino después con las secuelas u otros productos, quizás no sea tan malo dejar todo eso en el misterio y las brumas de lo entrevisto.

Todo en la trama es desalentador, los personajes, sus relaciones, sus motivaciones. El trasfondo es de una moralidad extraña y enfermiza, el deseo y la voluptuosidad son la raíz de todos los males. La búsqueda de placer sexual, lejos de ser visto como un motivo de alegría pasa a ser juzgado mediante unos límites imprecisos pero severos, más allá de esa frontera solo queda el castigo, la dudosa recompensa para quien ha superado todo lo admisible. El cuerpo es, en definitiva, el agente de perdición para el alma. No se si Barker pertenece a la relativa minoría de católicos del Reino Unido, pero sus historias están repletas de ideas que parecen provenir de esa tradición religiosa, todo un campo muy fértil para las interpretaciones freudianas y la psicopatológia en general...¡y por supuesto también para las ficciones de terror!

Esta novela tuvo un claro preámbulo en La condición inhumana, relato incluido en uno de sus Libros sangrientos (ver reseña aquí), el cual también plantea como elemento desencadenante la solución de un acertijo o enigma. En el caso de ese relato se trataba de una cuerda con tres nudos, en Hellraiser de una misteriosa caja. En ambas historias, el esfuerzo por desentrañar el enigma (desenredar la cuerda, abrir la caja), provoca una recompensa con terribles consecuencias. En el caso de esta novela, la promesa es el placer, sin embargo la naturaleza del placer que aporta la llamada caja de Lemarchand, encarnado en los horribles cenobitas, va más allá de los parámetros humanos. Mucha gente ha querido ver en esta propuesta una loa al sadomasoquismo. Pero yo no lo veo tan claro. Frank, el personaje que invoca con la apertura de la caja a los cenobitas, no tarda en darse cuenta de que, desde la perspeciva del ser humano, el prometido placer proporcionado por los cenobitas no es otra cosa que puro y llano sufrimiento. Más allá de la teatralidad o no de los rituales del sadomasoquismo, Barker plantéa una situación que supera cualquier sentido erótico por muy retorcido que sea. La prueba es que Frank quiere escapar de los cenobitas a cualquier precio.

El otro aspecto importante de este libro lo representa Julia, el personaje que provoca el nudo de la trama con su pasión por Frank. En este caso si podemos hablar de cierta tendencia al masoquismo y el servilismo, todo en nombre del deseo. En cualquier caso, en una primera lectura uno podría pensar que la feminidad representa en esta novela la servidumbre a fuerzas que no pueden controlar, pero lo cierto es que ambos sexos y en definitiva todos los personajes, son presentados como seres débiles, enfermos y mezquinos. Nadie se salva de su dosis de pecado.
 
En suma, este es un librito que siendo muy breve da para mucho. Yo diría que gana bastante si se lee como un relato más de los Libros sangrientos, olvidando toda la parafernalia que produjo después. En todo caso es una buena ocasión para probar la potencia imaginaria de Barker y para dejarse llevar por una narrativa sumergida en entuertos morales, filosóficos e incluso teológicos que no dejarán impasibles a nadie.

Reseña de Antonio Ramírez

sábado, 24 de noviembre de 2012

BLUE CHAMPAGNE - John Varley

Primera edición en Inglés en 1986.
Editado en castellano por Ultramar en 1988.
Traducción de Domingo Santos.
317 páginas.  

¿Que debemos esperar de un libro de ciencia-ficción?

Son los libros como este Blue Champagne de John Varley los que hacen que cualquier idea preconcebida sobre lo que debe ser la ciencia-ficción se evapore en la nada. En estos relatos hay viajes espaciales, clones, tecnología muy avanzada, inteligencias artificiales..., y de hecho tienen un protagonismo esencial, pero de alguna manera Varley consigue que todo eso quede en un segundo plano, lo realmente importante son las personas y sus sentimientos. Varley demuestra un talento excepcional en describir y ahondar en sus personajes, en sus motivaciones y reacciones, dando una profundidad muy humana a sus relatos, en detrimento de elementos que podrían ser prioritarios para otros autores más preocupados por la parafernalia científica o los elementos fantásticos. Y aun así, lo repito, sigue siendo ciencia-ficción en toda regla. Su capacidad imaginativa, se muestra muy contenida, apuntando aquí y allá ideas interesantes que sin embargo no son desarrolladas lo suficiente como para que ahoguen el protagonismo de sus personajes. En este sentido admito que su lectura puede resultar un poco frustrante, ya que, acostumbrados a que otros autores procuren deslumbrarnos con sus invenciones, Varley pasa de puntillas sobre conceptos que piden más desarrollo, como por ejemplo, el contexto del forzado exilio humano (por razones que nunca son explicadas) fuera del planeta Tierra. En realidad parece una mera excusa para que haya viajes espaciales, naves con inteligencias artificiales a bordo y otros elementos propios de la ciencia-ficción.

No obstante, Varley sí se explaya sobre el que parece es uno de sus temas de especulación permanente: el sexo. Como buen participante en el Verano del amor (vivió varios años en el Haight-Ashbury de San Francisco cuando este barrio era el epicentro del movimiento hippie), el autor no tiene reparos en hacer de la revolución sexual una de sus constantes. Todas sus historias, suelen tener el sexo como elemento importante. El futuro, para Varley, traería una relajación sobre las costumbres sexuales y la moral en paralelo en muchos casos con los ideales que se manejaron a finales de los 60 y comienzos de los 70. Es lo de menos que a la luz de los acontecimientos esa predicción no haya sido acertada, sus ideas al respecto tienen mucha fuerza y dadas las licencias que permite el género Varley tiene la libertad de plantear argumentos que obligan al lector a tomar un posicionamiento respecto a temas tan importantes y conflictivos como la identidad sexual, la lucha de géneros, el feminismo, etc.
 
Es la primera vez que leo algo de Varley y sin ninguna duda que no será la última. Pienso que Varley desvela en estos relatos un potente talento narrativo que en mi opinión sobrepasa lo que suele ser la media del género. Su forma de narrar puede parecer en principio algo confusa, pero es necesario tener un poco de paciencia hasta que todo comienza a tener un sentido, y cuando eso ocurre estamos atrapados. Además posee un sentido del humor muy fino, algo que considero de la mayor importancia.
Estos ocho relatos han mantenido mi interés desde el principio hasta el final, y cuando he terminado me he quedado con ganas de mucho más.

Comentario de los relatos.

-El Pusher.

Este es un relato tremendamente original, además de ser un perfecto ejemplo de esa vertiente humanista de Varley que hablábamos al principio. Su trama se centra en las consecuencias de la relatividad temporal para quien hiciera largos trayectos espaciales a velocidades superlumínicas. Sobre este tema, ya muy tratado dentro de la ciencia-ficción, el autor construye una muy personal historia sobre la soledad y la búsqueda de amor. Un relato inolvidable.

-Blue champagne.

Este cuento deja ver una clara crítica a la banalización de los sentimientos humanos por parte de los medios de comunicación. Con personajes perfectamente ideados y descritos, Varley nos habla sobre el amor y la traición, sobre el afán de superación y el orgullo. Todo ello en un deslumbrante contexto de alta tecnología.

-Tango Charlie y Foxtrot Romeo.

Quizás es mi relato favorito de esta antología. En cierta manera continuación del anterior (se da desarrollo a algunos de los personajes), Varley se saca de la manga una maravillosa trama que igualmente oscila entre el dramatismo y el humor ácido. Un satélite artificial clausurado treinta años atrás por razones de fuerza mayor debe ser destruido al acercarse demasiado a la Luna, sin embargo, en el último momento descubren que aun queda dentro una niña superviviente. Ahí está planteado el dilema sobre el que gira toda la historia.
¿De donde sacará Varley estas ideas?.

-Opciones.

En un futuro en el que el cambio de sexo es absolutamente eficaz y además reversible a discreción, una mujer casada y con hijos decide probar que se siente siendo un hombre. Sobre esta base Varley escribe un relato que ahonda en la cuestión de la identidad sexual, en el papel de la mujer en un mundo dominado por los hombres y, sobretodo, en la capacidad de la sociedad para aceptar cambios profundos en sus planteamientos morales. Creo que Varley logra, en todo caso, un relato que focaliza estas cuestiones desde los sentimientos de sus personajes. Lejos de las consignas o los discursos, este cuento logra que pensemos sobre estos temas de una manera muy natural.

-Xanthia y el agujero negro.

Si bien en un comienzo puede parecer que esta historia es totalmente absurda después va cobrando su sentido. El resultado es un buen cuento donde Varley transmite interesantes ideas sobre las paradojas éticas (y morales, como no podía ser de otra manera en este autor) de la clonación, la soledad del viajero espacial y la locura.

-La guía telefónica de Manhattan (abreviada).

Relato muy breve, pero igualmente contundente (y preciso como un reloj) en torno a la guerra y la literatura apocalíptica. Otro de los platos fuertes de este libro.

-La palabra no procesada.

Cuento humorístico sembrado de bromas respecto a otros autores (por ejemplo, Stephen King), que sin embargo es muy serio en su crítica a la deshumanización de la sociedad a causa de la tecnología.

-Pulse Enter.

Otro fenomenal relato, el cual despide con un nivel deslumbrante esta antología. Desde una perspectiva de mediados de los ochenta, y sin embargo no demasiado ingenua de lo que podía ser el alcance de la cibernética en las siguientes décadas, Varley plantea un inquietante thriller que incluso puede considerarse de terror en algunos momentos. Con una contrucción de personajes más que notable, el autor va desgranando poco a poco una versión ochentera de la dominación del mundo por parte de la tecnología.


 Reseña de Antonio Ramírez

sábado, 17 de noviembre de 2012

SANGRE - Clive Barker

Primera edición en inglés en 1985.
Editado en castellano por Martinez Roca.
Traducción de Celia Filipetto.
233 páginas.

Comentario del libro.

Aunque hemos heredado parte del terror a lo sobrenatural que campaba a sus anchas en tiempos del romanticismo, la modernidad del género hizo surgir con toda su potencia el miedo a los seres concretos y tangibles de carne y hueso. Frente a las sutilezas clásicas de la novela gótica, con esas atmósferas impregnadas de sombras y murmullos de castillos o bosques, el terror moderno prefirió cada vez más la solidez y lo explícito. Los relatos de Clive Barker publicados a mediados de los años 80 encarnan a la perfección ese espíritu materialista que el género de terror comenzó a asumir a comienzos del siglo XX tras pioneros clásicos como Mary Shelley o Stevenson y que se concretó con el terror cósmico de Lovecraft y sus monstruos abominables. No obstante, Barker también significo un revulsivo importante en el género cuando parecía que todo estaba ya escrito. Sin ser materialista a ultranza, en sus invenciones la frontera entre lo tangible y lo fantasmal se diluye. Sus monstruos y criaturas suelen ser perfectamente carnales, pero hunden tan profundamente sus raíces en nuestros mecanismos mentales que en sus momentos más logrados entran en un terreno que me atrevería a definir como libidinal, tan dependiente de lo material como de lo imaginario. Por ello, los relatos de Barker más que asustar al lector suelen pertubarlo mediante una imaginería que fascina tanto en su sentido literal como por sus connotaciones simbólicas. 

Lejos de insinuar, Barker nos refriega unas imágenes que en principio pueden impactar por su riqueza visual. Son imágenes contundentes e ineludibles, pero después van encontrando un lugar en nuestro subconsciente una vez se va desgranando su simbología más subyacente. A diferencia de otros autores, Barker no se conforma con describirnos algo que nos asusta, pues procura de todas las maneras posibles situarnos en una posición conflictiva donde atracción y repulsión no tienen límites claros. Terror y placer se mezclan para rayar en la perversidad tanto del autor como del propio lector, y quizás esa sea la clave para la efectividad de su ficción.

El principal protagonista de los relatos incluidos en este libro es la corporiedad. Todo gira alrededor del cuerpo y su aparente dualidad con el espíritu, o de sus interioridades: las entrañas y la sangre, o de sus motivaciones: el deseo, pero sobretodo de su terminación: la muerte.Y todo ello de una forma muy visual, algo que no es casual, ya que Barker es también un talentoso pintor, además de haber probado (con mayor o menor fortuna) con el cine y el teatro. Así pues, no es difícil encontrar referencias estéticas en su imaginería tan carnal: Goya, El Bosco, Francis Bacon, H.R. Giger, Hans Bellmer y muchos otros artistas que de alguna u otra manera han retorcido la carne (y el mundo) de sus personajes para extraer algún tipo de oscura revelación. De igual manera es imposible no relacionar en cierta manera su imaginaría con la de David Cronenberg, un cineasta igualmente obsesionado con el cuerpo y sus abismos y que puso en boca de uno de sus personajes (concretamente en Videodrome) aquel célebre lema de ¡Larga vida a la Nueva Carne!”. Barker y Cronemberg parecen armonizar sobretodo en cuanto el tema de las transformaciones del cuerpo, ya sea mediante la ciencia, la enfermedad u otros procesos más retorcidos. 

No hace mucho comparé en una reseña de este blog un relato del escritor de ciencia-ficción Greg Egan con el estilo de Clive Barker. Y sigo pensando que la comparación es más que acertada. Barker y Egan usan respectivamente las bases clásicas del género en que trabajan para llegar a terrenos muy diferentes. Egan parte desde la especulación científica para llegar a la metafísica. Barker desde el terror para explorar los límites de las convenciones morales en torno al cuerpo y el deseo. Ambos tienen fama de ser extremos, Egan por su dificultad conceptual, Barker por su crudeza y explicitud en cuanto a la casquería y la violencia. Pero la fama es injusta en los dos casos, pues esas cualidades de su prosa, relativamente ciertas, no son más que herramientas necesarias para transmitir al lector las ideas vertiginosas que surgen de sus mentes, nada más que la superficie de una experiencia literaria que ahonda fuertemente en la imaginación.

A mediados de los 80 estos relatos cayeron como una bomba, pronto fueron una fuerte influencia para otros creadores. Pienso, por ejemplo, en el calado que tuvo en el mundillo del comic inglés en el momento en que se creaba el caldo de cultivo de lo que poco después fue el boom británico de finales de los 80 y comienzos de los 90. Guionistas como Alan Moore, Neil Gaiman, Grant Morrison o Jamie DeLano reflejaron en sus historias el impacto de su lectura. La cosa del pantano, Sandman o Hellblazer están repletos de ecos de Barker e incluso se le dedican algunos pequeños homenajes.


 Para muchos lectores que en ese momento teníamos como cima del género a Stephen King (entre los autores modernos), este joven escritor inglés llegó como una especie de heraldo de una nueva época. De hecho Stephen King tuvo parte de culpa cuando dijo aquello de "He visto el futuro del género de terror, y su nombre es Clive barker". Desgraciadamente esta visión de King, perfectamente lógica en aquella época dada la enorme calidad de los relatos incluidos en los seis volúmenes de Books of Blood, resultó ser más que fallida. Como novelista Barker se mostró muy irregular y decepcionante. El propio King es muy superior como novelista y desde luego mucho más regular en comparación. La ficción de Barker tras los Libros sangrientos está llena de buenas ideas, de eso no cabe duda, pero igualmente está repleta de farragoso relleno (sobretodo en sus libros más largos). Aun así, siendo algunas mejores y otras francamente malas, sus novelas no logran nublar las excelencias de sus relatos.  Este libro que reseño aquí es simplemente un ejemplo, los seis volúmenes de sus "libros sangrientos" son maravillosos. Todos han sido editados en castellano de diversas maneras y por diferentes editoriales.
Y todos merecen la pena de ser leidos, no los dejes escapar.

Comentarios de los relatos.

-La política del cuerpo.

Partiendo de una idea que en principio es absurda y totalmente inverosímil, que las manos de un hombre quieran independizarse del resto del cuerpo, Barker construye una historia verdaderamente épica. Donde otros autores seguramente no irían mucho más allá de ese enunciado, al estilo de un capítulo de la serie Twilight Zone, Barker desarrolla una historia de largo alcance y absoluto interés. El autor, consciente de lo absurdo de la idea se permite poner en la mente de uno de los personajes la siguiente aseveración: "La manos estaban en todas partes: cientos de ellas charlaban como un parlamento manual mientras debatían las tácticas.[...] Al verlas así reunidas, las metáforas se volvían inútiles. Eran lo que eran: manos humanas. Y en eso residía el horror". De un plumazo el autor nos deja claro que sabe que la literalidad que plantea su texto podría resultar grosera y hasta risible, pero a la vez hay un juego circular en todo ello, por muy literal (y por tanto ridiculizable) que sea el terror que nos plantea es inevitable encontrar fascinantes significados ocultos en la idea de que una manos se separen voluntariamente del cuerpo. Este primer relato del libro es un buen ejemplo de lo que vamos a encontrarnos en el resto del volumen.

-La condición inhumana.

Este relato deja ver una de las ideas que el autor ha explotado en algunos de sus libros y películas posteriores: un artefacto que plantea algún tipo de prueba y el dudoso premio que se obtiene una vez se ha solucionado. En este caso un joven pandillero roba a un mendigo una cuerda con tres nudos muy complicados. A medida que va desenredando la cuerda irá invocando seres que parecen provenir de otra dimensión. Esta idea es claramente un preámbulo del cubo de los cenobitas de Hellraiser, aunque la historia sea muy diferente. Sobre esta base Barker desarrolla una trama que podría recordarnos a la típica película de terror de los 80, donde una pandilla de amigos es aniquilada poco a poco por el asesino o monstruo de turno (Viernes 13 por poner un ejemplo). Pero Barker se marca una historia muy buena donde los tópicos son desintegrados. A mi entender el final es lo mejor, ya que siendo abierto deja mucho lugar para imaginar.

-Revelaciones.

Ya sea por la temática: el fanatismo religioso en Estados Unidos; ya sea por la forma de presentar y ubicar los personajes, este relato me recuerda mucho al estilo de Stephen King. No se hasta que punto Barker tenía a King como referencia cuando escribió sus relatos, pero sospecho que la influencia no es poca, no ya solo por este relato, sino por algunos otros.
Sea como fuere, este cuento es muy bueno por si mismo, yo diría que de los mejores de se pueden encontrar en este libro. La trama se centra en la esposa de un popular sermoneador obsesionado con las citas apocalípticas, o lo que es lo mismo: un auténtico cretino. Tras quedar varados ellos dos y su asistente en un motel de carretera durante una tormenta sus vidas quedan vinculadas a un hecho ocurrido allí muchos años atrás, un asesinato. Aquí entran en acción dos fantasmas que son tratados de una forma nada tradicional, un detalle que también refuerza la reminiscencia de Stephen King.

-¡Abajo, Satán!

Si uno lograra reproducir y materializar artificiosamente el infierno en todos sus detalles y viviera allí emulando todas las malas artes del diablo, ¿Haría falta buscar a Satán para confirmar su existencia? Con este relato Barker plantea una muy interesante cuestión de tintes teológicos. En el fondo es un divertimento intelectual que podría compararse a los juegos literarios de Borges, aunque en una versión muy perversa. Un breve pero muy estimulante relato.

-La era del deseo

Otro de los platos fuertes de esta antología. En un laboratorio científico se está investigando la acción del afrodisíaco definitivo sobre un voluntario humano. Las consecuencias de este experimento sobrepasan en todos los sentidos las expectativas y se desencadena una serie de terribles incidentes y crímenes. Con esta premisa Barker desparrama a gusto todo lo que se le ocurre sobre el deseo, la sexualidad y el potencial de la libido para destruir las convenciones que sustentan nuestra civilización. Es un potentísimo brebaje literario que parece mezclar las teorías de George Bataille sobre el erotismo o de Wilhem Reich sobre la energía sexual, la perversidad de Sade y el eterno icono de Jekyll/Hyde.Valga como muestra este fragmento: "Le dolían la espalda y los testículos, pero ¿que era su cuerpo? Solo una peana para el monumento singular de su pene. La cabeza no era nada, la mente no era nada. Sus brazos habían sido hechos simplemente para acercar el amor al cuerpo; las piernas para conducir la exigente espada a cualquier parte donde hallara satisfacción. Se imaginó a si mismo como una erección andante, en un mundo que le miraba embelesado por todas partes: carne, ladrillo, acero, le daba igual, los violaría a todos."

-Lo prohibido

Una vez más pienso que es de los mejores de este libro. Así de difícil es elegir un relato sobre otro. Este relato es un paradigma de la obsesión de Barker por lo corpóreo. ¿Podría la miseria, la violencia y la desesperación contenidas en los arrabales de las ciudades materializarse en un ser lo suficientemente atroz? Sobre esta cuestión se construye un relato que puede leerse en varios niveles. Pienso que es de los relatos de Barker que más miedo dan en el sentido clásico, con escenarios opresivos e imágenes que quedan en la imaginación durante mucho tiempo. ¿De donde surgen los rumores escabrosos e historias de asesinatos que la gente cuenta si ser enteramente reales? Desvelar este enigma puede tener consecuencias muy desagradables.

-La Madonna

Cuento que cierra el volumen y es quizás de los más extraños que se incluyen en él. Después de terminarlo no he podido evitar pensar en uno de los últimos comics publicados por Alan Moore: Neonomicón, las similitudes son numerosas. Dicho esto hay que señalar que el relato es excelente. Una vez más el sexo y la transformación son los protagonistas, pero también la feminidad y sus poderes; el terror (y quizás la sublimada reverencia) por el útero primigenio proyectado en los complejos misóginos. En suma, un relato memorable para cerrar un libro imprescindible.


Reseña de Antonio Ramírez


domingo, 11 de noviembre de 2012

EL MINISTERIO DEL MIEDO - Graham Greene

Primera edición original en inglés en 1943.
Editado en castellano por Editorial Edhasa.
Traducción de Pedro del Carril.
315 páginas.


Sinopsis.

La vida triste y gris de Arthur Rowe se ve radicalmente transformada a consecuencia de un delirante error. A partir de entonces deberá desasirse de un entramado de espionaje nazi en medio de los bombardeos de Londres. Sin embargo, lejos de angustiarse por ello Rowe acaba viviendo estas experiencias como una oportunidad de redimirse de la enorme culpa con la que carga.
 
Comentario del libro.

La obra de Graham Greene está recorrida por una serie de temas recurrentes como son la culpa, el engaño, el desamor, la mezcla de estupidez y brutalidad del poder, etc. Este libro es una buena muestra de alguna de sus obsesiones tratadas con el humor negro y absurdo tan deudor de los clásicos ingleses. En este caso el protagonista, Arthur Rowe, se ve envuelto en una serie de intrigas por un equívoco que le lleva a ganar un gran y codiciado pastel, a partir de ahí se desata una rocambolesca historia que nos obliga a ir descubriendo sus entresijos al mismo ritmo que Rowe. El humor histriónico y grotesco con el que están narradas las peripecias del protagonista queda compensado por el contexto en el que se desarrolla la historia, que es el Londres de los bombardeos, mostrando la desconcertante desaparición de una ciudad, la pobreza y la escasez, el modo de vida precario y angustiado de sus habitantes que les lleva a la destrucción psíquica. Es así como Greene deja claro lo demencial y cruel de la guerra expuesto en las situaciones cada más grotescas que vive el protagonista y que le permite salvarse milagrosamente en ese juego a la ruleta rusa en que se convierte una ciudad en pleno bombardeo. En este contexto el crimen se convierte en un gesto gratuito y perfectamente absurdo ante una muerte multiplicada arbitrariamente. 

La primera parte de El ministerio del miedo resulta avasalladora en lo esperpéntico de la intriga y en lo seductor que resulta el protagonista desde la primera línea. Rowe se presenta en un inicio como un misérrimo y gris personajillo que goza con el desconcierto que causa al ganar la fabulosa tarta y poco a poco se va perfilando como un excéntrico y tenebroso bienhechor. Se va mostrando así el sordo dolor y la culpa que arrastra, mientras lucha por aclarar el embrollo que le persigue y pone en peligro su vida. En los primeros capítulos sus perseguidores aparecen como absolutamente delirantes y el lector no acaba de saber si la persecución es real o fruto de una mente paranoica. 


 Sin embargo, hasta los paranoicos tienen enemigos y estos van cercando al protagonista de un modo sistemático hasta acabar con su estabilidad mental. A partir de aquí se produce un giro radical en la trama y comienza el verdadero camino de redención de Rowe, marcado por una predecible historia de amor que aumenta el efecto tragicómico del libro. Mientras tanto, al protagonista le acompañan una cantidad enorme de personajes secundarios fascinantes, que dan lugar a diálogos y situaciones desconcertantes e hilarantes (el investigador privado y su malogrado ayudante, el policía burócrata y aburrido, el amigo reencontrado en la peores circunstancias imaginables). 

Mientras el lector se encandila más o menos con la trama de intriga, Greene no abandona el fondo moral que acaba rezumando tras el humor y colmándonos de un sentimiento triste y angustioso en el final del libro. No se trata de una obra optimista, la culpa no puede jamás olvidarse, aunque se redima el delito, el dolor no se cura mágicamente y todos son felices. Igualmente el amor no es sin más el enamoramiento, sino una montaña de sentimientos en los que se mezcla la soledad, la futilidad, el engaño y el autoengaño de los motivos que verdaderamente nos mueven. En este sentido, Greene aprovecha el conflicto político y moral de la guerra para enfrentar al lector con la oscuridad que acompaña a la solución de los dilemas morales más dolorosos. 

Lo único que se echa de menos en el libro es una mayor complejidad en el personaje del villano. Lo histriónico de la corte que le acompaña y la resolución estrambótica de los diferentes conflictos que se muestran resultan muy acorde con la primera parte del libro. Sin embargo, no quedan claros los motivos que les mueve a esa cohorte de nazis quedando al final un tanto desdibujado ese tremendo enemigo, algo que contrasta mucho con el trazo delicado y diestro con el que retrata a esos londinenses perseguidos diariamente por las bombas.

Reseña de María Santana

viernes, 9 de noviembre de 2012

ENEMIGO MÍO - Barry B. Longyear

Primera edición original en inglés en 1979.
Editado en castellano por Robel.
Traducción de Domingo Santos.
Incluido en la colección El doble de ciencia-ficción, vol.3
115 páginas.
 
Sinopsis. 

Dos combatientes de una guerra interplanetaria, un humano y un draco, quedan atrapados en un mundo deshabitado y hostil. Deben dejar a un lado sus diferencias para poder sobrevivir.

Comentario del libro.

Los personajes de la ficción actual suelen ser esquivos moralmente, están llenos de dudas y ambigüedad en sus motivaciones, o bien entran directamente en eso que se ha venido a llamar lo políticamente incorrecto, siendo cínicos y oportunistas sin tapujos. Evidentemente todo esto tiene sus pros y sus contras, pero lo cierto es que el mundo real, sea lo que sea eso, no es un papel en blanco donde las virtudes y defectos humanos puedan ser pulcramente delimitados. La literatura moderna, muy especialmente a partir del siglo XX, ha intentado reflejar cada vez más (con mayor o menor fortuna) la idea de que el bien y el mal son conceptos compenetrados y difusos. El resultado, tan propio del posmodernismo, ha sido abstenerse cada vez más de describir en términos absolutos ambos extremos del comportamiento humano.

No obstante, a diferencia de los escritores realistas, los cuales no pueden permitirse el lujo de identificar nítidamente el bien y el mal (en sus múltiples aspectos, como por ejemplo en la política) sin ser rápidamente tildados de tendenciosos, partidistas o moralistas, en el terror, la fantasía o la ciencia-ficción si es todavía posible, aunque sea mediante subterfugios literarios, contravenir esa regla del posmodernismo sin resultar excesivamente escandaloso. Al igual que en esas fábulas antiguas donde los animales servían como metáforas de los seres humanos, los géneros más imaginarios permiten hablar del mundo real con unas licencias imposibles en el realismo. En estos géneros también ha habido el mismo proceso de relativización que en el resto de la literatura, pero la resistencia ha sido más durarera. Y seguramente una de las razones que llevan a gran cantidad de críticos a tildar de infantiles o ingenuas a muchas obras pertenecientes al terror, la fantasía o la ciencia-ficción, sea precisamente la reminiscencia de un discurso maniqueista donde el bien y el mal, identificados mediantes personajes y símbolos muy precisos, permanecen en claro antagonismo.

¿Puede calificarse Enemigo mío como una novela infantil o ingenua? Yo creo que no, de ninguna manera. Por una parte, la falta de acción trepidante, sumado a la clara emotividad de la trama, puede que la hagan desfasada y blanda para muchos lectores. Pero precisamente esa emotividad, expuesta sin pudor alguno, quizás resulte hoy en día más extrema que, por ejemplo, toda la violencia explícita que podamos imaginar. Por otro lado, no es correcto hablar de maniqueísmo para definir esta novela. Los dos personajes centrales no simbolizan dos alternativas morales ni ideológicas. Su enfrentamiento es circunstancial, condicionado a un contexto como es una guerra donde ambos individuos no son más que engranajes insertados en una estructura entretejida por intereses ajenos. Una vez eliminado ese contexto y planteado uno nuevo donde la colaboración es sinónimo de supervivencia, ese enfrentamiento deja de tener sentido. En un comienzo por fuerza, después por la pura amistad que surge entre ambos, la relación entre los dos personajes así como el contexto en el que se movían, se transforman en algo totalmente diferente. 

Así pues,  Barry B. Longyear, lejos de simplificar la situación a un antagonismo del bien y el mal, y a la vez teniendo el coraje de superar la relativización imperante, planteó con esta novela un escenario donde los personajes toman decisiones en términos absolutos, donde sus motivaciones, aunque no descritas en gran profundidad (me imagino que por tratarse de una novela corta), pueden ser identificadas por el lector como parte el bien, el bien sin paliativos ni excusas. Y quizás esa falta de profundización en las razones de los personajes, sin una psicologización excesiva que podría falsearlas y aun menos un discurso pedagógico (ni afortunadamente algún mensaje religioso de ningún tipo) que dirija los sentimientos de los lectores, sea precisamente el motivo por el que esta novela logre emocionar tan intensamente, puesto es gratificante encontrar una ficción donde es posible reconocer el bien brillando por si mismo. Identificarse con esos personajes es reconocernos en sus motivaciones. Así de sencillo, ni más ni menos, aunque no sea ésta una época en que eso sea muy común.


Reseña de Antonio Ramírez


miércoles, 7 de noviembre de 2012

EL UMBRAL DE LA NOCHE - Stephen King

Primera edición original en inglés en 1978.
Editado en castellano por Random House Mondadori.
Traducción de G. Vlatilica y E. Goligorsky.
Edición en bolsillo 418 páginas.  
 
Comentario del libro.
 
Stephen King nunca ha sido un escritor muy valorado por la crítica "respetable" (aunque parece que eso está cambiando ultimamente), pero entre los aficionados al terror suele figurar siempre como uno de los autores clave del género. En realidad pocos autores bestsellers actuales que se dediquen al terror suelen conseguir tanta unanimidad durante tanto tiempo entre los aficionados. No es una cuestión de vender más o menos, sino de haberse labrado una trayectoria a lo largo de décadas que lo ha colocado por fuerza entre los grandes clásicos. Muchos de los que critican a King parecen no perdonarle el que venda muchos libros (o que publique tantos), pero sobretodo que sea un autor casi siempre ceñido a un género de tan dudosa reputación como es el terror. 

Opino que la mala fama de Stephen King se debe sobretodo a la infinidad de versiones cinematográficas que se han hecho de sus obras, ya que quitando algunas honrosas excepciones esto ha motivado verdaderos engendros de pésimo gusto. Eso lo ha puesto en el punto de mira de los exquisitos y favorece la mala costumbre de criticar lo que en realidad no se conoce. Muchos de los que lo maldicen como mediocre y comercial ni siquiera lo han leido, así de simple. 

Un vez dicho esto hay que tener en cuenta otro factor: Una obra tan abundante como la suya por fuerza aglutinará tarde o temprano un número importante de obras de menor calidad o directamente malas. Es imposible mantener siempre el listón a la misma altura. Pero igualmente el número de buenas obras es bastante elevado, sobretodo en el primer trecho de su trayectoria hasta finales de los años 80, cuando los libros destacables eran casi una constante en su producción. 

Así pues, es irremediable considerar a Stephen King un autor que con el paso del tiempo ha basculado entre unas obras de calidad y otras muy mediocres con claras intenciones alimenticias. Pero el balance, a mi modo de ver, es muy positivo, hasta el punto de que algunos de sus mejores libros, auténticas obras maestras, redimen su carrera de toda la basura que haya podido acumular a lo largo de los años.

El umbral de la noche, libro que tratamos aquí, es una de esas obras que hacen que su conjunto de publicaciones se eleve por encima de la media de calidad del género. Casi todos los relatos que se recopilan en esta antología, publicada originalmente en 1978, alcanzan un nivel más que aceptable y entre ellos hay algunas joyas literarias. Además, muchos de estos relatos presentan ideas que después se han desarrollado muy ampliamente en sus novelas, lo cual suma un interés para conocer la evolución de este escritor. Esas ideas están aquí en estado puro, en forma de relatos que son efectivos como una maquinaria de relojería, hechos con un oficio más que evidente y a la vez con la espontaneidad del que comienza su carrera. 

Como el propio Stephen King dice en el prefacio, por cierto muy interesante para conocer algunas de sus opiniones sobre el género de terror, él prefiere centrarse en el argumento, siempre tratando de atrapar al lector con la trama, todo lo demás es secundario. Aunque eso no quita que en el fondo cuide mucho un estilismo que con los años se ha vuelto muy reconocible y depurado. La marca de fábrica de King, que quizás se ha terminado por convertir en una fórmula, para bien o para mal, se basa en el tratamiento eficaz de los personajes, algo que lógicamente es más evidente en sus novelas. En estos relatos, por claros motivos de espacio, los personajes solo pueden ser construidos de forma muy somera, y aun así King logra darles la profundidad necesaria para que tengan mucho peso en la historia y para que empaticemos de alguna manera con sus desventuras. Por lo demás suelen ser personajes basados en lo que podríamos decir gente corriente. Nada de heroes infalibles, ideales o moralmente impecables. Jubilados, estudiantes, obreros, delincuentes, matrimonios en vía de divorcio, pequeños empleados, camioneros, etc, desfilan por sus páginas enfrentándose a la quiebra de una realidad que hasta ese momento parecía ordinaria o incluso anodina.

Estos relatos dejan ver nítidamente las influencias de King, desde los autores clásicos de terror (como por ejemplo Richard Matheson, por citar uno de los más evidentes), pasando por la serie negra, el cine de serie B o los míticos comics de la editorial EC. El resultado es una mezcolanza que aun teniendo cierto regusto pulp logra innovar dentro de los tópicos del género: vampiros, catástrofes, asesinos en serie, monstruos y otras lindezas . En todo caso son relatos muy disfrutables, que incluso a veces logran asustar o al menos intranquilizarnos placenteramente, y que sobretodo sirven de perfecta introducción al universo de Stephen King. si estos relatos te gustan y no has leido nada más de este autor no te lo pienses más, ahí tienes obras maestras como It, Misery o El resplandor.


Comentario de los relatos. 
 
-Los misterios del gusano.

Una mansión misteriosa, pueblos malditos, libros llenos de blasfemias e invocaciones de seres innombrables... El relato que abre la antología El Umbral de la noche es un homenaje a los horrores cósmicos de H. P. Lovecraft o Arthur Machen, así como al estilo espistolar del Drácula de Bram Stoker. Podemos decir que es un puro pastiche hecho a conciencia por un fan declarado de esos autores clásicos, pero eso no quita que sea un excelente relato de terror por méritos propios. Con una exquisita ambientación más que trabajada y unos personajes bien conseguidos al puro estilo King, el relato sirve, además, como una especie de preámbulo argumental para una de sus mejores novelas: El misterio de Salem's Lot

-El último turno.

En este relato se explota y se lleva a las últimas consecuencias el miedo inmemorial que el ser humano siente por las ratas, todo ello enmarcado en un corrosivo retrato de las relaciones entre jefes y subordinados. Escrito con una precisión increible, la tensión que el relato acumula y transmite hace que lo leamos con una sensación de verdadera intranquilidad.

-Marejada nocturna.

Un relato nada amable en ninguno de los sentidos que queramos buscarle. Narra un pequeño episodio en el contexto de una epidemia de gripe a nivel mundial. Idea ésta que King desarrollaría despues en su novela La danza de la muerte (publicada posteriormente en una versión completa como Apocalipsis). En este relato King se empeña en amargarnos la vida mostrando como las miserias humanas sobrevivirían incluso en medio de la aniquilación total de la especie.

-Soy la puerta.

Magnífico relato que mezcla el terror y la ciencia-ficción. Con un aire muy de cine serie-B de los 50, Stephen King condimenta impecablemente una historia sobre una secreta invasión alienígena. En mi opinión, lo mejor de este relato es su fuerza visual, perfecta para la típica estética de un comic de la E.C.

-La trituradora.

Historia inverosimil hasta más no poder. Las máquinas y objetos que cobran vida es una constante en Stephen King, pero en mi opinión este no es su más conseguido ejemplo.

-El coco.

Un relato que opino es perfecto salvo por su final, el cual me resulta muy poco sutil. Aun así es una historia memorable que explota, una vez más, un terror perenne en la imaginación humana (sobretodo para los niños): el miedo a lo que pueda esconderse en los armarios. La historia funciona a la perfección, pero creo que el final rompe con la ambigüedad que King establece entre locura o realidad y lo lleva a una literalidad muy grosera.

-Materia gris.

Uno de mis relatos favoritos de esta antología. Un ejemplo paradigmático de la capacidad de King de hacer historias en torno a personas corrientes alejadas de los estereotipos. En este caso un grupo de jubilados, parroquianos permanentes de un bar de barrio, deben enfrentarse a una amenaza monstruosa. El final es simplemente magistral.

-Campo de batalla.

Otro relato inverosimil de objetos vivientes, en este caso soldados de juguete, pero a diferencia del cuento de la trituradora éste me gustó muchísimo, con una narración perfectamente construida y una acción trepidante. El final es explosivo.

-Camiones.

De nuevo otro ejemplo de historia con máquinas vivientes. Este es para mi el mejor de esta temática que se incluye en el libro. También muestra otra constante de King, la de un grupo de personjes dispares unidos fortuitamente por las circunstancias y que son obligados a colaborar y resistir contra una amenaza. Muy buen relato, pero no le busques mucha lógica en el fondo, lo cual es lo de menos.

-A veces vuelven.

Este relato no me gustó mucho. La idea es interesante, pero en mi opinión refleja lo peor de King, en este caso una cierta chabacanería que si se pasa de rosca estropea la historia. Una historia de terror sobrenatural sin sutileza alguna. Este es el tipo de historia que parace anticipar todas las adaptaciones cinematográficas penosas que se hayan podido hacer sobre las historias de Stephen King.

-La primavera de fresa.

Narra la historia de un psicópata asesino que actúa solo en ciertas circunstancias. El final es muy predecible, pero aun así es un verdadero placer llegar hasta él. Con este cuento King parace querer demostrar que también sabe escribir "artísticamente", y lo cierto es que es de un estilo muy florido, casi experimental, pero sin impedir por ello el efecto de misterio.

-La cornisa.

Un relato que no es estrictamente de terror, pero que mantiene una tensión indiscutible. Es admirable como el autor logra hacer unos personajes tan convincentes y que preocupes por ellos con tan solo cuatro brochazos.

-El hombre de la cortadora de césped.

Una historia escrita con un sentido del humor muy peculiar. Una nueva y ácida visión sobre los cultos paganos.

-Basta, S.A.

Magnífico cuento, otro de mis favoritos de El umbral de la noche. King suele ser bastante cruel con sus personajes. Como bien saben sus lectores habituales, no hay protagonista que salga realmente bien parado de ninguna de sus historias. Sin embargo, el final de este relato, siendo de una crueldad increible, puede decirse que de alguna manera es un final feliz.

-Sé lo que necesitas.

Un relato que comienza muy bien, se desarrolla excelentemente y que se estropea por un final muy chusco. Aun así merece mucho la pena ser leido.

-Los chicos del maíz.

Muy buen relato. En este libro hay pocas muestras de la famosa aversión de King por los fanatismos religiosos, pero este relato es un ejemplo magnífico de esa faceta que tan buenos resultados suele darle en sus tramas (por ejemplo en Carrie).

-El último peldaño de la escalera.

Otro relato que no es de terror, más bien es un drama de una gran intensidad. Es una buena historia, triste a más no poder, eso si.

-El hombre que amaba las flores.

Relato muy predecible. No está mal, pero las historias sobre psicópatas están tan manidas que hacer algo original sobre ello debe ser muy difícil.

-Un trago de despedida.

Otro relato alrededor del universo de El misterio de Salem's Lot. Está bien, aunque solo sea como un guiño a sus lectores habituales.

-La mujer de la habitación.

Esta antología termina con otro relato de tintes dramáticos que al igual que El ultimo peldaño de la escalera no contiene elementos de terror ni fantásticos. Es un relato muy triste y hasta cierto punto me imagino que en su época resultaría polémico.


Reseña de Antonio Ramírez

sábado, 3 de noviembre de 2012

EL PRESTIGIO - Christopher Priest

Primera edición en inglés 1995.
Editado en castellano por Minotauro.
Traducción por Franca Borsani.
Edición de bolsillo 463 páginas.

Sinopsis.

Estamos a finales del siglo XIX, la era victoriana se acerca a su fin. Dos magos ilusionistas, Rupert Angier y Alfred Borden, mantienen a través de los años una competencia sin precedentes. Es un enfrentamiento que tendrá terribles consecuencias tanto para ellos como para sus descendientes.

Comentario del libro.

El Prestigio es una novela que trata sobre la magia de escenario y sus trucos, y lo hace precisamente mediante una serie de hábiles trucos literarios que hacen que su lectura sea una constante sorpresa. Podríamos decir que el tema central del libro es el pacto que el mago establece con su público. Este pacto consiste en dejarse engañar aun sabiendo que lo que uno va a presenciar es imposible, solo así se puede sentir emoción ante un truco mágico. Priest, de igual manera, nos lanza un pacto muy similar a los lectores. Sabemos que nos está engañando, que nos manipula, que oculta o desvela según sus planes, pero si nos dejamos llevar esta novela será una fuente de placer literario muy considerable.

Para fortalecer (o bien para imposibilitar, según el caso) el pacto, este es el típico libro que pone en un aprieto a los lectores demasiado encasillados en géneros. El prestigio no es lo que se podría decir un mero thriller, por otro lado la ciencia-ficción involucrada es totalmente inverosímil, sin base científica de ningún tipo. Además, dada la ambientación de la novela en la época victoriana (con la aparición de un personaje histórico como es Tesla) hay quien ha incluido este libro dentro de la corriente "steampunk". Pero en mi opinión importa muy poco en que género podría catalogarse El prestigio, el resultado de toda esta amalgama es una fascinante historia plena de interés y misterio. Evidentemente es un relato fantástico en el sentido más amplio de la palabra, pero la fantasía en este caso no es más que una herramienta más para llevar a cabo el truco literario y engatusarnos.

Dividida es varias partes, pertenece a esa tradición de novelas que se presentan en forma de diario. Gracias a este recurso veremos confrontadas a través de los escritos autobiográficos de los dos magos dos versiones diferentes de una misma historia. No obstante, si bien hay notables diferencias en cada versión descubriremos también una curiosa tendencia a la simetría entre la dos narraciones, aun a pesar de sus protagonistas.

Muy acorde con la época en que transcurre el libro nos encontramos constantemente con el misterioso concepto del doble. Ya sea como elemento amenazante o como foco de atracción, este tema fue una verdadera obsesión para muchos escritores y pensadores del siglo XIX. Priest retoma esta idea y la adapta en la novela de varias maneras, ya sea mediante la sugerencia de una presencia nunca desvelada del todo o a través de la literalidad más absoluta: el doble como copia, dando como resultado algunas memorables escenas que entran directamente en la mejor tradición del terror gótico.

 
Priest se toma su tiempo para ir tirando del hilo de la historia y a veces quizás se hace excesivamente lento. Pero por otro lado su prosa es clara y directa, aunque varía un poco el tono según sea quien el narrador. La parte del mago Alfred Borden es la más detallada y contiene muy interesantes apreciaciones en torno al mundillo de los magos, la preparación de trucos o la vida en los escenarios. Esta descripción del mundo de los magos me ancandiló inmediatamente. Sin embargo la parte de Rupert Angier es en principio más desapasionada y pragmática, pero a medida que avanza va subiendo en interés, se van desvelando poco a poco misterios que el lector ansia conocer y a la vez la trama va acumulando tensión.

La historia de ambos magos está complementada y directamente relacionada con una trama ambientada en la época actual y protagonizada por dos de sus descencientes, los cuales aun sufren las consecuencias de su enfrentamiento. El diario de  Rupert Angier se solapa con la época actual, desembocando en unas páginas finales de infarto donde todo (o casi todo) cobra por fin sentido. Y si bien muchas cosas ya han sido entrevistas y anticipadas por el lector (Priest se encarga de ello dejando pistas por todos lados) el efecto sorpresa no se disipa en lo más mínimo, todo gracias al buen hacer del autor. Además, se dejan las suficientes cuestiones en abierto como para que una vez acabemos estemos dando vueltas en la cabeza a posibles soluciones de este libro que es a la vez novela y truco de magia.

En suma, un libro apasionante y recomendable sin duda alguna.

Reseña por Antonio Ramírez

jueves, 1 de noviembre de 2012

EL QUIMÉRICO INQUILINO - Roland Topor


Primera edición en frances en 1964.
Editado en castellano por Valdemar.
Traducción de Juan Luis González Caballero.
204 páginas.

Sinopsis.

Un joven empleado busca nuevo piso en los suburbios de Paris. Encuentra una vivienda cuya antigua inquilina se ha suicidado. Una vez instalado comenzará su particular odisea hacia un mundo cada vez más extraño.

Comentario del libro.

La novela de Roland Topor, El quimérico inquilino, es la desgraciada historia de una usurpación, la progresiva negación y desaparición de un triste y gris personajillo que podría ser cualquiera. Se trata de una fábula nada edificante y con una macabra moraleja, elaborada con un negrísimo humor que bordea continuamente lo malsano, el terror, el mal gusto, la crueldad o lo directamente pueril. El placer que ha de producir lo humorístico se trunca desde el inicio del relato en un malestar creciente en el que no cabe la empatía emocional con la víctima, sino que, al contrario de lo habitual, el lector acaba convirtiéndose en un verdugo más. Así, a pesar de que la presentación de los personajes de la comunidad está muy lejos de ser simpática, el lector huye a refugiarse bajo las faldas del casero con tal de no caer en la inmundicia de una víctima autoproclamada, un patético cordero que se entrega al sacrificio. La moraleja es sencilla: vivimos en un mundo de perturbados en el que nos vemos continuamente obligados a fingir que estamos igualmente locos. Y cuando mejor creemos que estamos fingiendo y que lo tenemos todo controlado, de repente, nos damos cuenta de que ya formamos parte de ellos, somos exactamente igual de repulsivos y peligrosos, lo único que nos queda es tomar conciencia del bando en el que estamos: verdugos o víctimas. 

La misantropía sobre la que se apoya El quimérico inquilino se deriva de la imposibilidad de reconocimiento del otro como un igual, debido a la ausencia de aquello que se ha entendido como esencialmente humano: la inteligencia, el uso de la palabra, la empatía o el amor. El ser humano que se muestra en la novela está continuamente fingiendo su racionalidad, pero tras sus ropajes se descubre la bestia que realmente es. No hay más que fijarse en el modo en que los diferentes personajes de la novela se acercan a nuestros más altos constructos culturales y, entonces, veremos a animales jugando con la mierda, dando de sí los vestidos, rayando los discos o devorando los libros. En la animadversión hacia la humanidad Topor recoge el testigo de una larga tradición, sintiéndose explícitamente deudor de la obra de Jonathan Swift, uno de los grandes iniciadores del humor negro[i]. De ahí que Topor coloque al inicio de su obra Cocina caníbal un extracto del panfleto de Swift Una modesta proposición para evitar que los hijos de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o su país, y para hacerlos útiles al pueblo. Y para entender la esencia de la novela que comentamos es imprescindible hacer un repaso por el tema del canibalismo tan importante en la obra gráfica y escrita de Topor. 

Tanto en el adorable canibalismo de Swift como en el perturbador sadismo de Topor el ser humano es rebajado a su condición puramente animal para después disponernos en delicioso estofado. Cosificar al ser humano[ii] hasta poder llegar a comérselo es en Swift una forma visceral de mostrar su odio hacia aquello en lo que nos hemos convertido. Escribe, por tanto, con una indignación que podríamos calificar de política, en un agresivo ejercicio de racionalidad que apela al lector que aun conservara algo de inteligencia. El lacerante texto es una descerebrada y grotesca llamada a la razón perdida de gobernantes y ciudadanos para solucionar un problema realmente grave. En contraposición, Topor descarta esa negra lucidez en su canibalismo y alarga tanto la broma en La cocina caníbal que el lector acaba por sentirse francamente incómodo segregando saliva por un filete de señor gordo. Y mientras Swift ha sido llevado a esta propuesta culinaria por sugerencia de un joven americano que asegura que la carne de niño es muy nutritiva y con el fin de borrar de la faz de Irlanda las hordas de niños pedigüeños, Topor degusta a ricos y pobres, jóvenes y viejos, hombres y mujeres. Eso sí, Topor considera que no puede dejarse al azar la elección de la víctima, hay una ética culinaria que preservar y que exige que exista un vínculo con la carne que vamos a degustar “un amigo, un enemigo, un familiar o lo que sea. Extraño, no[iii]”. Evidentemente, el caldo de un desconocido no es tan gustoso. 

Si, por ejemplo, la historia de los asesinatos y abusos de Gilles de Rais nos puede resultar absolutamente monstruosa y cruel, desayunar muslitos humanos cocidos con chalotes y perejil picado es descabellado, atroz, desproporcionado, impensable. Pero, oh no, ya no es impensable y a nuestra imaginación acude vívido el regusto de la carne del vecino hecha en mantequilla[iv]. La cocina caníbal es, por tanto, un intento de Topor por llevar la imaginación más allá de los límites impuestos por el buen gusto de nuestra cultura. Y en este caso rebasar el límite nos pone al borde de la arcada o, lo que es peor, de relamernos. Tanto en La cocina caníbal como en El quimérico inquilino, el humor del que se hace uso es del intencionadamente absurdo de la Patafísica o el surrealismo, es una voluntad por retorcer lo posible y enfrentarnos a nuestros propios terrores ocultos por las capas de la represión desvelando lo grotesco de la realidad en la que vivimos. En este sentido, no hay que olvidar que el propio Alfred Jarry, impulsor de la Patafísica, dedica escritos al tema de la antropofagia de exploradores[v] y André Breton abre su célebre Antología del humor negro con el texto de Swift y recoge, además, varios textos del propio Jarry como La canción de la trepanación. 

Topor desarrolla a lo largo de su obra un deliberado y aparentemente alocado ejercicio de transgresión donde lo más gracioso que puede ocurrirte es comerte e ti mismo[vi]. Aquí encontramos, como en otras ocasiones, una conexión con la filosofía y literatura de Georges Bataille, ambos utilizan la trasgresión como una forma de ruptura con la moral burguesa a partir del cual poder introducir lo caótico, lo excitante, la imaginación o el deseo. En este sentido, hay que recordar que Bataille y Topor estuvieron vinculados al movimiento surrealista en diferentes épocas lo que sin duda influyó en ese gusto por liberar de cualquier atadura a la imaginación y llevarla hasta sus últimas consecuencias. Esto se puede ver perfectamente en el ejercicio de agotamiento de lo imaginario que realiza en las diferentes series de dibujos como Los masoquistas o El arte de morir. En ambas se explicita hasta la extenuación las imágenes de indiferencia placentera antes el dolor autoinfligido, llevando a sus personajes a la autodestrucción en escenas claramente absurdas e imposibles. Porque por mucho que lo intentemos no podemos cortarnos, cocinarnos y comernos a nosotros mismos. 

La obra gráfica y escrita de Topor está unida a ese erotismo escatológico, sangriento y culinario de Bataille, al igual que al humor negrísimo de las orgías de Sade. Sin embargo, Topor no resulta tan oscuro y cuando se recrea en la escatología está más cerca de la novela picaresca que de las sangrientas escenas sádicas. Igualmente, cuando muestra diferentes escenas eróticas se acerca más a Fellini y el gusto por la masturbación y la creación de arquetipos femeninos que a la tristeza y violencia de Bataille. De este modo, la trasgresión de El quimérico inquilino es la de un relato repulsivo para desenmascarar el orden y limpieza con el que se muestra la sociedad burguesa. Es, pues, un intento de exhibir todo aquello que habitualmente tratamos de eludir, aquello que quedó olvidado en la infancia o borrado constantemente por una sociedad falsamente higiénica. Se trata de arrojarnos a la vejez, la fealdad, la muerte, la decrepitud, los malos olores y nuestros excrementos. Todo aquello que sistemáticamente intentamos disimular o disfrazar y que irremediablemente acaba aflorando aún más feo tras las capas de afeites. En este sentido podría llegar a valorarse la novela de Topor como una vuelta de tuerca jocosa a uno de los temas clásicos de Freud, la idea de que la cultura humana y sus normas nacen en el momento que la persona trata de desentenderse de sus propias inmundicias[vii]. De ahí que el núcleo de misterio de la obra sea el WC del edificio, centro de comunicación y comunión del que Trelkovsky, el protagonista, se siente completamente excluido y por el que, obviamente, está fatídicamente atraído. 

La obra de Topor pone de manifiesto que en nuestra sociedad hay una voluntad continua por negar y ocultar determinados aspectos básicos de la biología del ser humano con una intención nada inocente. Así la eliminación de cualquier referencia a la muerte en nuestras vidas no es simplemente por un intento de mantener limpias las ciudades, libres de las enfermedades y los olores que traen nuestras carnes putrefactas. En realidad, como aparece descrito en el relato En su punto[viii], se nos ha convencido de la conveniencia de negar nuestra animalidad con el fin de beneficiar a alguien que saca provecho de los cadáveres (evidentemente, volvemos aquí al tema del canibalismo). Y Topor consigue, sorprendentemente, que esta explicación nos resulte mucho más plausible, porque todos conocemos el falso altruismo por el que se mantienen nuestras sociedades. Apelando al imaginario latente en nosotros y a argumentos claramente patafísicos, el universo de Topor adquiere una lógica bastante más humana que la asepsia en la que vivimos sumergidos. 

Igual que el maquillaje y la ropa tratan de hacer aparecer a una mujer tras la cual se mantiene el hombre real, la comunidad en la que trata de ingresar Trelkovsky aparenta el orden y la cotidianidad que no tiene. Igual que el hombre travestido es un grotesco remedo del que se burlan los albañiles, el casero en pantuflas y la portera cotilla no pueden ocultar por mucho tiempo su verdadera naturaleza. Topor nos advierte que tras todo lo aparentemente corriente siguen fluyendo voluntades y energías que nos negamos a ver. Tan sólo con una mínima liberación de nuestro imaginario sabremos, por ejemplo, que la honorable señora con la que nos cruzamos por la calle se dedica a cocinar cachorros en vinagre o que el apuesto joven que espera en la parada del autobús se flagela por las noches frente a imágenes de peces. Ese es el verdadero rostro del mundo que tratamos continuamente de camuflar, pero que sigue latiendo salvajemente tras nuestras tranquilas máscaras y que de vez en cuando emerge con una violencia incontrolable. 


Por eso en El quimérico inquilino no nos extraña que el camarero, Stella, los amigos de la oficina, …, todas las personas que rodean a Trelkovsky traten de obligarle, manipularle con diferentes intenciones ocultas y negativas. Todas las relaciones son aparentemente inocentes, de este modo, si una mujer se acerca a él en mitad de la oscuridad es porque le interesa apropiarse de su piso y si los amigos le invitan a comer en realidad lo único que quieren es poder reírse de él después. Todos unidos a través de sus retorcidos fines con la intención de convertir a Trelkovsky en otro, de expropiarle de él mismo. Así, la amistad, la pareja, la familia, se basan en actitudes tan banales y repetitivas porque son completamente falsas y cuanto más formalizada la relación más porquería trata de ocultarse. Como esa familia que no se ve en todo el año hasta las Navidades, momento en el cual comparten la cena en perfecta armonía y solaz hasta el día en que alguien mete la pata y levanta la alfombra para mostrar toda la basura que el perfecto ritual navideño oculta[ix]. 

Del mismo modo, Topor lleva a cabo la destrucción de muchos de los mitos de la cultura popular en sus relatos: las islas desiertas, Papá Noel o Jesucristo ya no son lo que eran (si es que algún día lo fueron). Se convierten en manos de Topor en trampas crueles para incautos y, en muchos de estos casos, para niños. La sociedad en general y los padres en concreto han realizado un esfuerzo constante por mantener ocultos a los niños el verdadero orden de lo real, hasta que llega un día en el que ellos mismos se dan de bruces con lo existente y eligen un camino: mirar con odio a sus progenitores y “deseducadores” y, en consecuencia, rebelarse, o chantajear a los padres para sacar el mayor rédito y poder a enseñar lo mismo a sus propios hijos (generando el eterno retorno miserabilista en el que estamos hoy obligados a vivir). Así es como, por ejemplo, en el relato Coartada de niño[x] los padres exigen a su hijo que no se orine en la cama, a pesar de que es algo involuntario, y se niegan a creer que no es él quien lo ha hecho. O, igualmente, un padre hace el mayor sacrificio posible por el bien de un hijo y su vástago mira para otro lado hasta que la evidencia lo abruma como en El sacrificio de un padre[xi]. 

El nuevo inquilino se acerca como un absoluto incauto para ocupar la celda que ha quedado libre en el decrépito edificio. Trelkovsky se siente desde el primer momento ajeno al equilibrio del enjambre y trata patéticamente de congraciarse con los vecinos con sus obsesivos esfuerzos por ser silencioso. No es consciente, pero desde el principio está controlado, manipulado y se ve inmerso en situaciones grotescas que cuando trata de solucionarlas siempre empeoran. Ese fatalismo del clown tonto que desmorona todo aquello que toca se convierte en el protagonista en la apertura a la podredumbre y su caída en la excitante y tenebrosa trampa de la planta carnívora que es el edificio. 

La novela acaba siendo una parodia extrema del martirio y muerte de Cristo exacerbando su aspecto más masoquista. Debemos, pues darle las gracias por expiar nuestros pecados. El mediocre Trelkovsky se somete a los rituales de la pasión que en este caso incluyen la mutilación, las tentaciones y el travestismo. La comunidad se congrega en torno a él en un aparente caos del que emerge un vago orden impuesto por estrictos rituales de purificación, comunión y preparación de la víctima. Así, el WC hace las veces de confesionario donde los inquilinos y otras personas afines al credo acuden. El edificio no es más que la sede de una congregación cuyos ritos mantienen ajena a la virginal víctima llevando a cabo una religiosidad arcana, llena de escenificaciones teatrales y música estridente. En este sentido es imposible no recordar de nuevo a Bataille en el grupo Acéphale, con el intento de crear una sociedad secreta religiosa que instaurara sus propios ritos incluyendo la búsqueda de un sacrificio que diera verdadera entidad al grupo (al parecer encontraron la víctima voluntaria, pero nadie fue capaz de llevar a término el rito) [xii]. 

En un primer momento, Trelkovsky cree que existe una simple confabulación del vecindario que quiere doblegar su voluntad para que encaje en el apartamento sin alterar el orden reinante, de modo que se le exige jugar un rol predeterminado dejando para ello toda una serie de pertenencias de la anterior inquilina de las que él se acaba apropiando. Sin embargo, poco a poco queda claro que a los miembros de la comunidad les une una voluntad clara por la que desarrollan una serie de pasos aparentemente absurdos, pero que sólo pueden desembocar de un mismo modo. Invocan con danzas y salmos a la víctima que como cordero se arroja a sus brazos. Un inocente que hay que mantener en la medida de lo posible ajeno(repetición) y pese a todo conocedor del verdadero destino que le aguarda. Cuando al fin el protagonista se da cuenta de lo que sucede le falta voluntad y todo lo que le rodea ha sido colonizado hasta dirigirle a cumplir ese orden de lo eternamente retornado. 

Como ya hemos indicado con anterioridad, el sistema que mantiene el orden higiénico en nuestras comunidades trata de presentarse como impersonal, dirigido por el bien de los ciudadanos que se benefician del equilibrio que produce. Y, sin embargo, a poco que rasquemos sobre la superficie, nos encontramos con que en realidad nos hemos convertido en un mero engranaje de una maquinaria que deglute todo nuestro cuerpo. Lo bueno es que esta máquina está tan perfeccionada que es capaz de aprovechar todas nuestras partes, hasta los andares, como si fuéramos cerdos. Esa industria está lejos de ser impersonal, El quimérico inquilino muestra cómo la mueve una pulsión en la que todos sus miembros funcionan como un organismo: los policías son los ojos vigilantes, los médicos y enfermeros las manos operadoras, la comunidad es la boca que devora. 

A punto de convertirse en un exquisito bocado, Trelkovsky se da cuenta de que “Hasta sus pensamientos más íntimos le eran impuestos[xiii]”. Se encuentra ya completamente alienado, convertido en otro que le repugna, plegado a los deseos de la comunidad y teniendo que cumplir un rol que le horroriza. Esa despersonalización se ha realizado de forma sistemática colonizando su vida desde lo más cotidiano. Pero, en realidad, era un ejercicio bastante sencillo y al que cualquiera se podría someter. Para entender la despersonalización que rodea al protagonista y que está en la raíz de cualquier alienación no hay más que remitirse al modo en el que él mismo reflexiona sobre su propio cuerpo convirtiéndolo en un mero trozo de carne sin personalidad ni centro (llamémosle identidad o, para los más religiosos, alma): “Me arrancan un brazo, muy bien. Entonces digo: yo y mi brazo”. Lo más chocante de la lógica que despliega Trelkovsky en esta afirmación es lo absolutamente pueril, idiota y, no obstante, común en muchas de las estúpidas personas que nos rodean. El peligro de los imbéciles que gobiernan o gestionan nuestro mundo es que “sin darse cuenta” son capaces de las mayores abominaciones. 

Al tratar el tema de la alienación es inevitable buscar similitudes entre Topor y Kafka. Sin embargo, Kafka retrata la penosa deshumanización que producen las instituciones y los modos de relacionarse del mundo moderno tratando de preservar, de cuidar al protagonista, generando una empatía en la que la maquinaria resulta repelente y dolorosa. Topor es más caustico, porque nadie tiene salvación, todo ser humano es un mero trozo de carne indefenso esperando la hora del matadero. De este modo, en un primer momento, El quimérico inquilino trata la pérdida de la propia identidad: ¿qué es aquello que reconozco como yo mismo? “Ya no era totalmente Trelkovsky. ¿Quién era Trelkovsky? Le era imprescindible descubrirlo para evitar alejarse más, pero ¿cómo?[xiv]”. En un ejercicio muy cercano al escepticismo de Hume, el protagonista trata de identificar aquello que creía ser él, sus pensamientos, sus amigos, sus gustos, …, para darse cuenta de que ya no le interesan las mismas cosas. Ha cambiado hasta ser otro. Aquello que creía más íntimo y que le diferenciaba de los demás ha desaparecido y ahora es alguien que le era no sólo desconocido, sino que le resultaba completamente anodino, incluso un poco repelente. Esa repipi señorita Choule, (aclaración de que era la antigua inquilina??) que lee novelas históricas, que tiene amigas vulgares, que carece de vínculos familiares, pero que resulta gravemente perturbadora por el estado en el que él la encuentra, por la transformación a la que fue sometida hasta llegar a agonizar en la impersonal cama de un hospital. El sufrimiento del suicida actúa como atrayente mórbido de la conducta del protagonista que rastrea los restos de la anterior inquilina en el apartamento. 

Pero el proceso de alienación de la comunidad de vecinos no queda ahí, en el siguiente paso se trata de desposeer a Trelkovsky de aquello que simplemente lo convierte en humano y lo reduce en un mero pelele en un nido de termitas. Reducido a un cuerpo sangrante, obligado a repetir un eterno retorno demencial que recuerda al dolor despiadado del castigo prometeico. Pero, al menos, Prometeo sufría como consecuencia de una falta, es decir, habitaba un mundo en el que había orden, justicia (aunque fuera vengativa). En cambio, hoy sólo hay caos y Trelkovsky es castigado aunque sea inocente o, incluso, por ser inocente. Y la caótica y demencial comunidad está protegida precisamente por el paradigma de las instituciones burguesas: la policía y la medicina. Las dos instituciones que marcan lo normal: lo permitido y lo sano. Todos ellos misteriosamente confabulados, mistéricamente ungidos, para destruir a una ingenua y banal personilla que podría ser cualquiera de nosotros. 

No persiguen a Trelkovsky por ser él, porque somos completamente intercambiables. Tan sólo el azar nos convierte en víctimas o verdugos, pues en todos nosotros reside tanto la vulgaridad como el sadismo. De este modo, nos encontramos a un personaje sin voluntad, incapaz de rebelarse contra lo que le está sucediendo convirtiéndose en todo un reclamo, como un ciervo enfermo. Las únicas ocasiones en las que Topor nos muestra a un héroe, como el de su relato Acostarse con la reina[xv], resultan ser personajes lerdos y bestiales, incapaces de sentir miedo o de medir las consecuencias de lo que hacen. En caso contrario, los personajes se doblegan a esa voluntad ajena y desconocida, a ese genio cruel que exige absurdos sacrificios. 

La crueldad es el disfrute con el dolor ajeno, es una actitud inhumana, bestial y Topor se afanó a lo largo de su obra por hacernos partícipe de las situaciones en las que se disimulan actitudes crueles, explicitando el imaginario sádico que habita en cada persona. En este sentido, no hay que olvidar la participación de Topor en el grupo Pánico, quienes mediante el teatro trataban de enfrentar al ser humano con experiencias de sus propios temores a través del absurdo patafísico, la crueldad de Artaud y en un clima surrealista y de humor negro. 

La belleza de la crueldad de Topor es que no se trata del dolor causado por la estupidez insulsa del sistema y de la avaricia que guía a los poderosos del capital. Tampoco es la brutalidad inhumana de un tren que por un fallo descuartiza a 8 personas con un solo golpe mientras iban de fiesta. Sino que Topor retrata la crueldad metódica del sádico que se relame no simplemente con el quejido de la víctima, sino sobre todo con la ingenua negación del inocente cordero que trata de ocultarse a él mismo su próxima muerte. De ahí lo regocijantemente patético que resulta Trelkovsky cuando decide seguirles el juego para poder escapar después de la trampa. Él mismo, incapaz de hacer frente al acorralamiento que sufre, se ceba de manera cruel con un niño lisiado al que abofetea por poseer un amor que le resulta ajeno. 

La crueldad de Topor es la del mago que va introduciendo las placas de metal en la caja y fragmentando el cuerpo de la azafata sonriente mientras que el público aterrorizado y encantado a la vez sabe que el truco está saliendo mal, es decir, bien. De este modo se mezcla humor, espectáculo, exhibicionismo, erotismo y descuartizamiento. Obviamente el público está invitado a la degustación final.

Notas

[i] Para más información me remito a la obra de André Breton Antología del humor negro, Ed. Anagrama, Barcelona, 1996.
[ii] Como cosificamos, todo sea dicho, a los animales que nos comemos, meros filetes andantes desde su utilitario y hacinado nacimiento.
[iii] Roland Topor, Cocina caníbal, Editorial Tropo, Zaragoza, 2008.
[iv] Qué pena que las recetas no estén elaboradas con aceite de oliva. Estos franceses …
[v] Se puede consultar el texto en la siguiente dirección: http://www.elpais.com.uy/Suple/Cultural/05/02/18/cultural_138914.asp
[vi] Roland Topor, En Suiza, dentro del libro Acostarse con la reina y otras delicias, Editorial Anagrama, Barcelona, 1996.
[vii] Así, en El malestar en la cultura señala Freud a la higiene como una de las bases fundamentales de la cultura y, por tanto, de la represión que ejercen las normas sobre el individuo.
[viii] Roland Topor, Acostarse con la reina y otras delicias, Editorial Anagrama, Barcelona, 1996
[ix] Para ver un perfecto ejemplo de para qué sirven estas relaciones familiares remito al lector a la película Celebración. En ella, con mucho sentido del humor, se desvela un secreto con el que se desmontan las mentiras que en muchas ocasiones sostienen a las familias.
[x] Roland Topor, Acostarse con la reina y otras delicias, op.cit.
[xi] Ibid.
[xii] Ver versión faccimil de la revista Acéphale en la edición de Caja Negra Editora. Argentina. 2005
[xiii] Roland Topor, El quimérico inquilino, Editorial Valdemar, Madrid, 2009, pag. 129.
[xiv] Ibid., pag. 144.
[xv] Roland Topor, Acostarse con la reina y otras delicias, op. Cit.


Reseña de María Santana