miércoles, 27 de noviembre de 2013

VICTUS - Albert Sánchez Piñol


Primera edición en 2012
Publicado por Edicions la Campana
608 páginas.

Sinopsis. 

Martí Zuviría es un muchacho alocado que solo da quebraderos de cabeza a su padre. Casi de forma casual entra a estudiar con uno de los mejores ingenieros bélicos de su época. A partir de ahí su futuro estará vinculado a la guerra, pero también al conocimiento, al amor, a la traición y muy especialmente al destino de su tierra natal: Cataluña. 

Comentario del libro. 

No sé hasta qué punto puede molestar este libro a ciertos lectores, pero desde luego es divertido pensar que las filas de los españoles más recelosos en cuanto a temas como el independentismo no estén acostumbrados a caballos de Troya literarios tan contundentes como éste. Al fin y al cabo podremos decir que nos gusta más o que nos gusta menos, que está mejor o peor escrito, opinaremos sobre la fuerza o debilidad de sus personajes, la rigurosidad histórica de la trama, etc., pero al final siempre tendremos que asumir el eje que hace girar toda la novela y que en esencia es la denuncia de unos hechos escandalosos, así como la reclamación de un estatus que les fue salvajemente arrebatado a los catalanes en 1714.

Sin embargo, voy a dejarlo claro desde un principio: frente a los sentimientos patrios catalanistas, ciertamente presentes en esta novela de Albert Sanchez Piñol, prefiero identificarme y congratularme con la permanente reivindicación de la lucha de los débiles frente a los poderosos, la cual es alentada ya desde la primera página. Mirado así, Victus resulta ser un crudo retrato de la eterna derrota de los que ya están vencidos antes de nacer y cuyos descendientes seguirán siendo por siempre vencidos. Que esta sempiterna capitulación de la “chusma” se vea ligada a veces a la de los “ilustres” (como ocurre durante los sucesos que son narrados en la novela) no convierte en realidad a unos y otros en hermanos de batalla. Cada cual en su lugar: para unos pocos será una ruptura traumática de sus privilegios, para los otros, la siempre mayoría restante, será como lluvia que cae sobre mojado. Que este hecho tan trágico como universal (y por tanto sin verdaderas fronteras) que es la relación entre dominadores y dominados, quiera vincularse a la lucha por una cultura, una autonomía política, un idioma o los límites de un territorio, cuando en el fondo siempre será una cuestión de conflicto entre clases extrapolable a cualquier época, lugar o cultura, no es más que precisamente una consecuencia de la misma estrategia que posibilita que algunos siempre sean los victoriosos y otros muchos continúen siendo los vencidos.

Sin embargo, se quiera o no, ahí está el hecho incontrovertible del independentismo catalán, el cual siempre ha involucrado igualmente a la alta burguesía como a la clase trabajadora, aunque cada cual movidos por sus propias razones (a veces tangenciales, pero casi siempre opuestas). No obstante, Victus es un libro que está escrito desde y para las clases populares, con una indisimulada simpatía por los héroes anónimos. Quizás por ello, la Generalitat del siglo XVIII no queda bien parada (y es imposible no buscar paralelismos con sus análogos actuales), pero según se mire no podría ser de otra manera, en todo conflicto son los dirigentes los más interesados en manipular y aprovechar para su propio beneficio un impulso que en el fondo no es más que la lógica defensa de lo inmediato, de las cuatro paredes que nos acogen, de las pocas posesiones atesoradas, de aquellos seres que amamos y dan sentido a nuestra vida. Salvo pocas excepciones, el papel de la nobleza, de las altas alcurnias de la burguesía y del clero, de los políticos y de los militares, no es más que el de previsible acicate para las penurias de los que están abajo, meros peones de un juego de intereses que escapan a su control y que son disfrazados de deberes patrióticos para regusto de la plebe siempre tan predispuesta, por desgracia, a la manipulación. Por tanto, es cierto que la batalla por Barcelona de 1714 significó el fin de varios siglos del desarrollo político y económico de Cataluña al margen del reino de Castilla, pero quienes más lloraron y aun lloran esa pérdida son los que tenían y tienen la sartén por el mango. Al pueblo llano, al fin y al cabo, lo mismo debería darle que sus amos hablen catalán o castellano, pues siempre estarán condenados al servicio de alguien que a la larga habrá que combatir.

Sanchez Piñol logra, no obstante, un equilibrio entre la lucidez del que desmitifica las manidas consignas patrioteras (aunque no por ello deje de permitirse algunos entusiastas y orgullosos arranques) y la más que justa y fundamentada reclamación de justicia por unos hechos terribles que hablan por sí mismos: cualquiera con un mínimo de sensibilidad odiará a las tropas borbónicas y se pondrá del lado de los asediados. Por ello, para los lectores actuales, aunque absolutamente ajenos a toda responsabilidad en esos hechos, es imposible no terminar por sentirse sobrecogidos y concernidos por esa batalla. Porque la conquista de Barcelona, ya trascendiendo las meras cuestiones catalanistas, resulta una representación más de los innumerables episodios de sinrazón que han fundamentado la actual sociedad española, construida sobre tanta sangre y despotismos. Si sentimos emoción por las escenas heroicas y de inútil sacrificio que recorren Victus no será necesariamente por espíritu patriótico, sino porque sabemos que es cierto que siempre habrá individuos o pueblos enteros que con todo ya perdido seguirán resistiendo frente a la perfidia de los poderosos.


Esto es último es crucial para el buen funcionamiento de la novela, pues el tono de sorna frente a la autoridad (sea ésta catalana, española, francesa o de cualquier nacionalidad) se convierte en genuino y comprensible desprecio cuando se retrata la nefasta estirpe borbónica, lo cual resultará un verdadero placer (lo garantizo) para aquellos lectores que no sean muy simpatizantes de este linaje monárquico. Por ello, más fácil todavía será apoyar a los combatientes de las filas catalanas, sabedores de que su derrota significó, entre otras cosas, el apuntalamiento de España en un estado irreversiblemente retrógrado, inmerso en el oscurantismo religioso y bajo la dominación de la más rancia alianza de nobles, burgueses y militares de toda Europa. Un hecho que aun hoy en día estamos viviendo, por desgracia, hasta sus últimas consecuencias.

Pero en fin, fijémonos también en los aspectos puramente literarios de este libro, porque al margen de politiqueos Victus es un libro que puede calificarse, sin lugar a dudas, como muy ameno. Su autor opta por un registro ágil, seguramente el más adecuado para una historia que está a medio camino de la picaresca, la aventura, la educación sentimental, pero sobretodo de la novela bélica. Porque al fin y al cabo eso es lo que es Victus, una novela bélica que no ahorra espacio en descripciones de batallas, técnicas de defensa y ataque, armamentos, trincheras, municiones, explosivos, etc. Por si fuera poco, está ricamente ilustrada en ese sentido, pues está plagada estampas técnicas que dan al lector una idea muy clara de lo que se describe en palabras. Ya en su primera novela, La piel fría, Sanchez Piñol demuestra su gusto por describir estrategias guerreras (como olvidar, por ejemplo, la escena de las minas alrededor del faro). Y aun así, pese a los innumerables detalles técnicos y referencias históricas, producto de un más que evidente trabajo de documentación, Victus sigue siendo una novela anclada en personajes potentes que no se difuminan en el pandemónium de explosiones, cargas con bayonetas y montañas de cadáveres. Aunque plagado de figuras y referencias históricas, la novela gira muy especialmente sobre personajes ficticios o sobre las que hay muy pocas referencias documentales, como es el caso del protagonista principal: Martí Zuviría, el tipo cínico, voluble y oportunista (hasta en su orientación sexual) que se ve envuelto en el centro de un drama de dimensiones cósmicas.

Pese a todo, no puede decirse ni mucho menos que Victus sea una novela perfecta. En mi opinión, la parte central pierde algo de impulso teniendo en cuenta el ritmo del conjunto del libro, aunque el frenetismo de la parte final suple de sobras esta momentánea bajada de tensión. Además encuentro algo exagerado los atributos que Zuviría alcanza tras su paso por la academia de Vauban. Más que un ingeniero parece que estemos ante una especie de prodigio, pues, entre otras cualidades extraordinarias, cuenta con unos sentidos de percepción tan fuera de lo normal que sencillamente resultan inconcebibles en un ser humano. En todo caso, son estas unas cuestiones que no restan fuerza o credibilidad a la trama y al conjunto de una obra que pide ser leída sin muchos respiros.

En suma: ni lo dudes, totalmente recomendable.

Reseña de Antonio Ramírez

4 comentarios:

  1. Pues ahora mas que nunca hay que leerla, gracias, margarita margarita.

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  2. Timeo danaos dona ferentes. O traducido, cuidado con los intelectuales catalanes que dicen ir de independientes que no de independentistas. Hablabas del caballo de Troya. Ciertamente "Victus" tiene mucho de eso. So capa de hablar de la lucha del "pueblo" nos regala un síndrome de Estocolmo del quince a favor del Catalanismo independentista, viniendo a decirnos, "¿véis como está justificado todo lo que pasa ahora, lo justas que son las reclamaciones independentistas de, entre otros, ese señor de apellido Pujol que coleccionaba coches de lujo comprados con dinero público?".
    Y si no es así, si las intenciones de Sánchez Piñol con "Victus" eran tan angélicas, tan equidistantes de ambos bandos, ¿por qué no menciona, ni una sola vez en su novela, el asedio, y bombardeo austracista sobre Barcelona en 1705 ?.
    Encontraréis respuesta a esa y otras preguntas para el lector de "Victus" en la reseña publicada ayer en lanovelaantihistorica.wordpress.com.
    Un saludo.

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  3. Gracias por tu comentario.
    Yo no creo que Sanchez Piñol tenga intenciones angelicales ni pretenda ser equidistante, creo que su intención es molestar y meter el dedo en la llaga, pero sinceramente, puestos a tragarnos tergiversaciones históricas no está mal que por una vez toque desde otro bando que no sea desde la cantinela de España una, grande y libre. Si este libro molesta según a quien yo digo: bravo. En todo caso no hay que rasgarse las vestiduras, es sencillamente un libro.

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