jueves, 24 de enero de 2013

LOS DESPOSEÍDOS - Ursula K. Le Guin

Primera edición en inglés en 1974.
Edición en castellano por Minotauro.
Traducción de Matilde Horne.
283 páginas.


Mucho se ha discutido, y sin duda se discutirá, sobre qué es la ciencia ficción. En nuestro afán por tener todo lo posible bien atado, dispuesto en cajitas que permitan una adecuada administración jerárquica, bien sea en sentido cognoscitivo o meramente estético, a modo de almacén o en términos académicos, no son pocas las veces que perdemos los bosques en favor de los árboles ni percibimos las espinas de estos últimos. Resulta paradójico que un género aparentemente tan claro sea en lo práctico tan poco dócil. Pretender distinguir entre cuales son las notas distintivas que deban predominar de aquellas que son meramente accidentales en no pocas ocasiones acaba por resultar en algún tipo de violencia. Sean cuales sean las características que pretendamos como definitorias, las descriptivas de una supuesta esencia, habrá obras meritorias que se escapen de una cajita para caer en otra, aledaña o distante.

Lo cierto es que la dificultad de la tarea debería indicarnos algo al respecto. Confieso que he intentado hacerme una composición como el que más, con un resultado frustrante y desesperanzador. Muchos entienden que la también llamada ficción científica debe ser una suerte de género en donde se especule desde lo científico tanto los aspectos futuros en tanto que predictivos como la crítica social o sociológica. La ciencia ficción así parece ser un género literario que representa muy claramente el modelo de literatura producto del proyecto moderno. El modo de fantasear con lo que habrá de ser en una historia que cada vez irá tendiendo más a lo racional, con una emancipación del hombre en su desarrollo como ser eminentemente racional y en donde lo tecnológico irá de la mano de la evolución como especie.

Sin embargo cuando observas su historia, el modo en que ha surgido, a quién ha ido dirigido y sobre todo lo cercana (a veces indistinguible) de la fantasía, el terror o el género negro, no puedes menos que notar las alarmas sonando.

No es lo mismo la ciencia que lo que se entiende por tal, la fantasía científica en muchos momentos es más lo primero que lo segundo, hasta el punto de que en cierto tipo de espacio fronterizo la magia es indistinguible de la ciencia. Tampoco podemos caer en la reducción de identificar racional con científico, todos los intentos históricamente han acabado en notorios fracasos, especialmente en la primera mitad del siglo anterior. 

Los desposeídos es una novela que se encasilla en el género, cuanto menos se vende como tal, pero también podría decirse que es una fantasía o un extraordinario ejemplo de literatura juvenil. Poco importa en realidad, en cualesquiera disposición en donde queramos ubicarla creo que es una obra que sin sonrojo puede considerarse una obra maestra, un ejemplo de lo que puede dar de sí la literatura aunando lo reflexivo con lo emotivo, la crítica con la emoción. Lo moral, lo ético, lo político, lo filosófico, lo social, etc, todo se da de la mano en una narración cargada de virtudes, sencilla y compleja. Una obra que llega para quedarse en la mente y en el corazón, que anida sus raices en las tripas del lector.

Es ciencia ficción y también una narración utópica.

La novela se sitúa en un universo a priori aparentemente dual, de extremos. La confrontación entre dos tipos de sociedades opuestas y radicalmente diferentes, ambas surgen de planteamientos teóricos contradictorios. De ser completamente así muy seguramente el resultado sería finalmente otro muy diferente, pero en realidad lo que hay en juego, el elemento principal en donde incide lo narrativo es la humanidad sin ningún tipo de cortapisas, en su capacidad crítica, en la posibilidad de un autoconocimiento de resultas del cual sea posible la creación de un sistema social verdaderamente humano.  

Urras es un planeta diverso donde predomina el sistema capitalista frente al totalitarismo de izquierdas, la dictadura de lo crematístico y la acumulación individual de riquezas frente a la imposición de la invariante del pensamiento. Manifiestamente no deja de ser algún tipo de trasunto a nuestro propio mundo. Un lugar rico, inmerso en injusticias de todo tipo, donde la justicia no deja de ser algo propio de lo literario, una imposición quimérica o simplemente un engañabobos. En algún punto de su historia, una comunidad anarquista logra habitar su único satélite, una tierra pobre y hostil, sin gran valor, conformando una sociedad anarquista. Siguiendo dos líneas temporales diferentes Le Guin nos explica por una parte el modo de ser de la sociedad de Anarres, describiéndonos tanto su orden como sus contradicciones, y por otra, temporalmente en el futuro, el viaje que realiza el protagonista, científico nacido en Anarres, por las diferentes sociedades de Urras.

De una prosa sencilla, con frases justas, la construcción de personajes, los diálogos maravillosos, todo aliñado con una poesía meritoria, su discurso narrativo lleva al lector de la mano a través de las ambigüedades, conflictos y contradicciones que acompañan a las diferentes formas sociales que pueblan ese universo.

Es claramente una utopía crítica, no simplemente una apología. No es sólo el que la cromática no se limite a señalar blancos y negros en favor de los grises, sino en el especial énfasis que existe en lo dialógico como motor moral. El asunto que realmente nos señala como especie es el imperativo del deber ser, dada la insuficiencia natural desde la que partimos, siendo individuos que necesariamente apelamos a lo colectivo, cualquier pregunta radical, entendida como aquella que afecta a la raíz misma de lo que somos, parte de responder principalmente a construir una sociedad que aúne y funcione para todos, sin excluir ni dividir. Más que ficción de índole científica Los Desposeídos es un discurso político y por ende ético. Así, el ser humano es indistinguible de su discurso racional y de su naturaleza emotiva y sentimental. No hay tanto la apología de un sistema político concreto como el llamamiento para la consecución de un diálogo que permita, efectiva y realmente, la realización del mejor posible. Etimológicamente anarquía es un "no tener fundamentos", esto es, carecer de una imposición que no nazca del fuero interno de lo individual, que no sea elegida, pero al mismo tiempo la prohibición tácita de identificar libertad con "hacer lo que nos plazca". Es de perogrullo que si no entendemos lo que somos difícilmente sabremos interpretar qué es lo que queremos, y desde luego, caer en la idea de que el deseo primario y la voluntad sean exactamente la misma cosa.

La construcción de sus personajes es tan humana que arduamente pueden borrarse de tu mente cuando terminas la lectura. Llevo décadas enamorado de los mismos, enfrascado en muchos de sus diálogos, que a la manera del viejo Sócrates no están en absoluto cerrados, sino que por contra sirven para abrir caminos, para reconocer esa extrañeza propia del momento del descubrimiento y la necesidad de encontrar soluciones prácticas, respuestas de utilidad y no meras poses.

La sociedad anarquista de la novela no se sustenta en la idea de libertad en su sentido más común, hay de base la firme creencia de que ser libre es algo doloroso y difícil. Anarres parte de una desconstrucción inicial muy estricta. Aquellos que se han desposeido, que dejan voluntariamente de definirse en términos de lo que tienen, que abandonan para ganar en lugar de ganar para tener y ser más que los otros. No es inocente porque se hace patente precisamente que el tipo de violencia autoejercida debe ser vigilada en primera línea, que la tentación de dejar de lado la consciencia para con el Otro, un absoluto igual a nosotros mismos, encierra también sus peligros y quimeras. Ser anarquista es podar, ofrecer y no tomar. Por ello no es un camino fácil ni sencillo, que no transite por una considerable cantidad de problemas, especialmente aquellos que paradójicamente pueden acabar con la anulación de las bases irrenunciables. Decía Eduardo Galeano que la utopía es aquello que desde el horizonte impele a caminar pero que parece alejarse con cada paso del acercamiento, y que en todo caso y por eso mismo su utilidad real es la de servir para caminar. No es una promesa de llegar a un lugar concreto tanto como el caminar efectivo para lograrlo.

Por eso es importante que el motor que mueve inicialmente la narración sea el descubrimiento de una tecnología que hace capaz la comunicación instantánea de todo ser humano sin importar las distancias (el Ansible). El ofrecimiento de una humanidad realmente unida, la posibilidad factible de conseguir precisamente lo que todos los individuos buscamos y sabemos en nuestro fuero más interno que es lo que realmente nos define. El hambre por encima del estar satisfechos, la completitud de terminarnos enteros en lugar de ser seres tan parciales. Si el hombre es un símbolo para el hombre, su espacio natural es el de toda posible comunicación, directa y sin interferencias. ¿No es esta acaso la esencia de toda sociedad humana, el trasunto real de toda trascendencia, aquello que busca cualquier orden social, político, moral o artístico?

Su protagonista no desea realmente ningún mérito, no es un héroe al uso, no se enfrenta ante un enemigo más poderoso, una entidad superior o un peligro que implique de suyo el salvar a la humanidad de algo externo. El enemigo está dentro de lo que somos, y no es posible una victoria en términos de extinción, de aniquilación, del némesis. Hay que vencer convenciendo, sumando en lugar de restar, con-vencer y no perder. Desposeerse para finalmente compartirse, com-partirse. Me desnudo y te enseño, te muestro, me parto sin dividirte. Es cada cual quien debe salvarse para encontrarse con que dicha salvación pasa por el otro, en un reconocimiento mutuo, que es en el fondo uno y el mismo.

Decía el viejo Diógenes el Cínico, Diógenes el desvergonzado, el Perro, que no es más quien más tiene sino aquel que menos necesita. En la novela ser anarquista es aquel que haciendo efectivo esto mismo descubre que dicha necesidad no es otra cosa que el ser humano como todos los demás somos, que el amor no es tanto unir como unirse dándose, y que el resultado final del dar es el encontrar encontrándose.

    No es poca cosa.
Reseña de Jose Luis Martinez

2 comentarios:

  1. Comparto tu veneración por esta novela y me ha gustado mucho la reseña. Eso sí, añadiría la delicadeza con la que se reflexiona sobre la maternidad y las posibilidades de la familia, el equilibrio entre el amor y la necesidad de autonomía de los hijos. Le Guin vuelve aquí a tratar sobre la necesidad de crear vínculos perdurables entre las personas a través del tiempo y las dificultades. Y siempre añade alguna pista sobre la importancia del contacto físico, la única forma de romper la barrera con el otro para que deje de ser ajeno.
    Un saludo, María.

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  2. Una reseña como ésta, que hace honor a la profundidad de novela de la que habla, tampoco es poca cosa.

    ¿Será capaz la humanidad de encontrar ese camino que la desdoble y defina al ser humano? Muchos tenemos un mundo nuevo dentro de nuestros corazones, y ese mundo está creciendo ahora mismo, mientras hablamos.

    Un saludo.

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