Edición original en Francés entre 2005 y 2007 (4 tomos).
Editado en castellano por Astiberri.
400 páginas.
He aprendido en el transcurrir de mis días que en ciertos aspectos el arte funciona como un vientre en donde uno se gesta en cierta medida a sí mismo, vivir significa entre otras muchas cosas el ir cargado de una multitud de nacimientos propios, darse a luz sucesivamente como si la infancia y su terrible continuidad en la adolescencia fueran algún tipo de caverna desde la que uno se siembra, se desarrolla y crece, para experimentar una sucesión entre finita e incontable de nacimientos.
Editado en castellano por Astiberri.
400 páginas.
He aprendido en el transcurrir de mis días que en ciertos aspectos el arte funciona como un vientre en donde uno se gesta en cierta medida a sí mismo, vivir significa entre otras muchas cosas el ir cargado de una multitud de nacimientos propios, darse a luz sucesivamente como si la infancia y su terrible continuidad en la adolescencia fueran algún tipo de caverna desde la que uno se siembra, se desarrolla y crece, para experimentar una sucesión entre finita e incontable de nacimientos.
La
luz, aún siendo con total seguridad la misma, no siempre ilumina las
mismas cosas en los diferentes cuandos. Mi relación con el tebeo es
herrática y difícil, continuamente voy y vengo, por momentos pleno de
actividad, las más de las veces en períodos de largísimo inmovilismo.
Reconozco en todo caso un amor incomensurable, que me excede en tanto
que cosa limitada y carnal, que probablemente diga y dependa más de mis
carencias que de otra cosa.
Lupus es una aventura de ciencia
ficción, una historia de amor, un relato de formación, de
descubrimiento, de soledad... pero sobre todo (y sí, sé que es de
perogrullo) un tebeo. Toda poiesis es por definición un hacer con las
manos, por eso el arte parte y llega siempre del tocar, busca maneras y
caminos de alcanzar un roce, una caricia o directamente hostias
inmisericordes. En su aspecto más prosaico quizás se limite a pasar
entre puntillas en la multitud de estados que configuran eso que llaman
emociones, cabalgando sensaciones o explotando en la imaginación lienzos
que parecían no existir. De los dedos surgen bastos espacios en donde
la imaginación construye quimeras y salvaciones, símbolos que modifican
la realidad que cohabita en los interiores de nosotros y que expanden la
comprensión del entendimiento de lo que somos en el mundo.
Para mi los tebeos son modos de configurar varitas mágicas, que instruyen y decostruyen, que inventan redescubriendo.
Lupus
parece no pretender gran cosa, es en gran medida un momento de
entretenimiento, de evasión, un tipo de paréntesis que nos envuelve en
ocasiones en suaves algodones y que parecen no tener más razón y motivo
que el sostener un espacio de paz, un remanso entre la cotidianía
delirante de los días.
Dos amigos de la infancia que pasan por ese
difícil momento fronterizo que promete un alejamiento definitivo, esa
crisis que puntua el alejamiento decisivo, gastan sus ahorros en una
vulgar nave de carga. Su objetivo aparente es el de pegarse unas
vacaciones indefinidas pescando por el por el cosmos, yendo de planeta
en planeta, sin embargo la realidad no es otra que el ir metiendose toda
droga inimaginable. Se pasan el tiempo fumando porros, consumiendo
anfetas y todo tipo de drogas psicodélicas alienígenas. Están juntos
pero separados, cada cual en su universo de extrañezas, navegando entre
silencios y secretos que los distancia progresivamente hacia el abismo,
hasta que en un perdido planeta industrial topan con una chica que
alterará sus planes de manera irreversible.
Peeters tiene un
trazo grueso que aparentemente es poco detallista y funcional, la prosa
que usa es igualmente cotidiana y poco dada a la poesía elaborada, y sin
embargo desde la primera viñeta te tiene clavado en la página. Todo
parece funcional y sencillo, pero no lo es. La construcción de
personajes sin ser demasiado complicada da para contar mucho desde lo
poco. Puede que por eso todos los puntos que toque no dejen de ser
momentos que universalmente todos hemos, o estamos, pasando. La soledad
como manifestación de una cárcel en la que nos sentimos extrañados, el
amor como una necesaria pero dolorosa partida, un movimiento que troca
lo troca lo centrífugo en centrípeto y que por su misma naturaleza implica la
asunción de dolor, de ese extrañamiento de la existencia.
Se ha
hablado mucho del parentesco del cine con el arte de la viñeta,
ciertamente hay mucha retroalimentación de ambas formas artísticas, pero
también lo es que esto se da en toda manifestación de arte concebible.
Más allá de lo narrativo el tebeo es un modo de contar que tiene
bastantes características propias. El tiempo por ejemplo, es entregado
en gran medida al lector, que lo gestiona de un modo menos pasivo,
requiere a su manera un desentreñar lo simbólico en donde la imaginación
encuentra un tipo de fertilidad propia y diferenciada. En el espacio
que separa las viñetas, como indicaba Scott McCloud, se encierran
misterios poderosos, formas misteriosas de desentrañar lo simbólico que
van más allá la aparente sencillez de unos trazos dibujados.
Peeters
se mueve con soltura en la composición de la página, en esa narrativa
que te arrastra por momentos tensos de acción en donde lo que ocurre
excede al mero movimiento, donde se ilustra el carácter de los
personajes de manera muy significativa y al mismo tiempo articula un
discurso de una movilidad continuada. Todo pasa rápido y al mismo tiempo
incide en una reflexión pausada. Por momentos hay instantes
tremendamente significativos que señalan puntos de no retorno. Y no deja
de ser simplemente una aventura.
Sostenía Leguin en una de sus
obras más extensas (y menos lograda desgraciadamente) que en general
toda narración humana es un eterno retorno al hogar. Uno contempla la
Odisea como una manifestación de todas las historias, de todos los
cuentos que nos contamos, ese viaje constante al origen, una suerte de
fuga continuada para reencontrar lo que se ha perdido y que jamás es lo
que se espera, la confrontación con la propia sombra.
Toda huida es un viaje de retorno.
Reseña de Jose Luis Martínez
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