Editado en castellano por Robel.
Traducción de Domingo Santos.
Incluido en la colección El doble de ciencia-ficción, vol.3
115 páginas.
Sinopsis.
Dos combatientes de una guerra interplanetaria, un humano y un draco, quedan atrapados en un mundo deshabitado y hostil. Deben dejar a un lado sus diferencias para poder sobrevivir.
Comentario del libro.
Los personajes de la ficción actual suelen ser esquivos moralmente, están llenos de dudas y ambigüedad en sus motivaciones, o bien entran directamente en eso que se ha venido a llamar lo políticamente incorrecto, siendo cínicos y oportunistas sin tapujos. Evidentemente todo esto tiene sus pros y sus contras, pero lo cierto es que el mundo real, sea lo que sea eso, no es un papel en blanco donde las virtudes y defectos humanos puedan ser pulcramente delimitados. La literatura moderna, muy especialmente a partir del siglo XX, ha intentado reflejar cada vez más (con mayor o menor fortuna) la idea de que el bien y el mal son conceptos compenetrados y difusos. El resultado, tan propio del posmodernismo, ha sido abstenerse cada vez más de describir en términos absolutos ambos extremos del comportamiento humano.
No obstante, a diferencia de los escritores realistas, los cuales no pueden permitirse el lujo de identificar nítidamente el bien y el mal (en sus múltiples aspectos, como por ejemplo en la política) sin ser rápidamente tildados de tendenciosos, partidistas o moralistas, en el terror, la fantasía o la ciencia-ficción si es todavía posible, aunque sea mediante subterfugios literarios, contravenir esa regla del posmodernismo sin resultar excesivamente escandaloso. Al igual que en esas fábulas antiguas donde los animales servían como metáforas de los seres humanos, los géneros más imaginarios permiten hablar del mundo real con unas licencias imposibles en el realismo. En estos géneros también ha habido el mismo proceso de relativización que en el resto de la literatura, pero la resistencia ha sido más durarera. Y seguramente una de las razones que llevan a gran cantidad de críticos a tildar de infantiles o ingenuas a muchas obras pertenecientes al terror, la fantasía o la ciencia-ficción, sea precisamente la reminiscencia de un discurso maniqueista donde el bien y el mal, identificados mediantes personajes y símbolos muy precisos, permanecen en claro antagonismo.
¿Puede calificarse Enemigo mío como una novela infantil o ingenua? Yo creo que no, de ninguna manera. Por una parte, la falta de acción trepidante, sumado a la clara emotividad de la trama, puede que la hagan desfasada y blanda para muchos lectores. Pero precisamente esa emotividad, expuesta sin pudor alguno, quizás resulte hoy en día más extrema que, por ejemplo, toda la violencia explícita que podamos imaginar. Por otro lado, no es correcto hablar de maniqueísmo para definir esta novela. Los dos personajes centrales no simbolizan dos alternativas morales ni ideológicas. Su enfrentamiento es circunstancial, condicionado a un contexto como es una guerra donde ambos individuos no son más que engranajes insertados en una estructura entretejida por intereses ajenos. Una vez eliminado ese contexto y planteado uno nuevo donde la colaboración es sinónimo de supervivencia, ese enfrentamiento deja de tener sentido. En un comienzo por fuerza, después por la pura amistad que surge entre ambos, la relación entre los dos personajes así como el contexto en el que se movían, se transforman en algo totalmente diferente.
No obstante, a diferencia de los escritores realistas, los cuales no pueden permitirse el lujo de identificar nítidamente el bien y el mal (en sus múltiples aspectos, como por ejemplo en la política) sin ser rápidamente tildados de tendenciosos, partidistas o moralistas, en el terror, la fantasía o la ciencia-ficción si es todavía posible, aunque sea mediante subterfugios literarios, contravenir esa regla del posmodernismo sin resultar excesivamente escandaloso. Al igual que en esas fábulas antiguas donde los animales servían como metáforas de los seres humanos, los géneros más imaginarios permiten hablar del mundo real con unas licencias imposibles en el realismo. En estos géneros también ha habido el mismo proceso de relativización que en el resto de la literatura, pero la resistencia ha sido más durarera. Y seguramente una de las razones que llevan a gran cantidad de críticos a tildar de infantiles o ingenuas a muchas obras pertenecientes al terror, la fantasía o la ciencia-ficción, sea precisamente la reminiscencia de un discurso maniqueista donde el bien y el mal, identificados mediantes personajes y símbolos muy precisos, permanecen en claro antagonismo.
¿Puede calificarse Enemigo mío como una novela infantil o ingenua? Yo creo que no, de ninguna manera. Por una parte, la falta de acción trepidante, sumado a la clara emotividad de la trama, puede que la hagan desfasada y blanda para muchos lectores. Pero precisamente esa emotividad, expuesta sin pudor alguno, quizás resulte hoy en día más extrema que, por ejemplo, toda la violencia explícita que podamos imaginar. Por otro lado, no es correcto hablar de maniqueísmo para definir esta novela. Los dos personajes centrales no simbolizan dos alternativas morales ni ideológicas. Su enfrentamiento es circunstancial, condicionado a un contexto como es una guerra donde ambos individuos no son más que engranajes insertados en una estructura entretejida por intereses ajenos. Una vez eliminado ese contexto y planteado uno nuevo donde la colaboración es sinónimo de supervivencia, ese enfrentamiento deja de tener sentido. En un comienzo por fuerza, después por la pura amistad que surge entre ambos, la relación entre los dos personajes así como el contexto en el que se movían, se transforman en algo totalmente diferente.

Reseña de Antonio Ramírez
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