Primera edición en inglés en 1954.
Editada en castellano por RBA.
Traducción de Antonio Padilla.
210 páginas.
Editada en castellano por RBA.
Traducción de Antonio Padilla.
210 páginas.
Sinopsis.
En el camino de Dillon, un perdedor nato, se cruza una muchacha que está siendo obligada a prostituirse. Ayudarla a escapar puede significar encontrar el amor de su vida y quizás tener el dinero que siempre ha soñado. Pero las cosas nunca son como uno se espera.
Comentario del libro.
Me gusta ver a Jim Thompson como el Philip K. Dick de la serie negra. Ambos escritores comparten ciertas circunstancias muy parecidas. Por poner unos ejemplos: En la actualidad son bastante populares por haber sido muy adaptados (con mayor o menor fortuna) por la industria del cine, sin embargo apenas conocieron las mieles del éxito estando vivos. Los dos son considerados poco menos que autores malditos, ya sea por las tribulaciones de sus vidas, ya sea por las peculiaridades de su literatura. Condenados a un género popular, ambos tuvieron que ganarse el pan escribiendo a contrarreloj multitud de novelas baratas de bolsillo. Los aficionados y críticos franceses, siempre tan avispados, no dudaron en catapultar sus libros a la categoría de culto, después, ya a un nivel internacional, la fama de ambos autores iría creciendo hasta la cima del mundillo intelectual, siendo con el tiempo objeto de multitud de concienzudos estudios y tesis universitarias. Y aun hay algunas similitudes más, como el hecho de siempre hay cosas interesantes que aprovechar en sus novelas, incluso en las consideradas menores.
Y esto último es lo que ocurre con Una mujer endemoniada. Puede que sea una injusticia calificar esta novela como menor, pero sin duda no alcanza las excelencias de algunas de las mejores obras de Thompson, como pueden ser Los timadores o El asesino dentro de mí. En todo caso, aun siendo una novela con altibajos, lo cierto es que se disfruta enormemente y cuenta con muchas de las características que hacen de Thompson un escritor tan especial. Los diálogos son afilados, los personajes son arquetipos de la América más dura y lúgubre, la trama mantiene eficazmente la atención del lector. No obstante, creo que es una increíble exageración calificarla como “el Crimen y castigo de la literatura americana” tal y como RBA ha hecho en la contracubierta de la más reciente redición. Se trata de un interesante libro, pero ni de lejos llega a ser un artefacto literario de las dimensiones del clásico ruso, ni creo que Thompson pretendiera tal cosa.
Me gusta ver a Jim Thompson como el Philip K. Dick de la serie negra. Ambos escritores comparten ciertas circunstancias muy parecidas. Por poner unos ejemplos: En la actualidad son bastante populares por haber sido muy adaptados (con mayor o menor fortuna) por la industria del cine, sin embargo apenas conocieron las mieles del éxito estando vivos. Los dos son considerados poco menos que autores malditos, ya sea por las tribulaciones de sus vidas, ya sea por las peculiaridades de su literatura. Condenados a un género popular, ambos tuvieron que ganarse el pan escribiendo a contrarreloj multitud de novelas baratas de bolsillo. Los aficionados y críticos franceses, siempre tan avispados, no dudaron en catapultar sus libros a la categoría de culto, después, ya a un nivel internacional, la fama de ambos autores iría creciendo hasta la cima del mundillo intelectual, siendo con el tiempo objeto de multitud de concienzudos estudios y tesis universitarias. Y aun hay algunas similitudes más, como el hecho de siempre hay cosas interesantes que aprovechar en sus novelas, incluso en las consideradas menores.
Y esto último es lo que ocurre con Una mujer endemoniada. Puede que sea una injusticia calificar esta novela como menor, pero sin duda no alcanza las excelencias de algunas de las mejores obras de Thompson, como pueden ser Los timadores o El asesino dentro de mí. En todo caso, aun siendo una novela con altibajos, lo cierto es que se disfruta enormemente y cuenta con muchas de las características que hacen de Thompson un escritor tan especial. Los diálogos son afilados, los personajes son arquetipos de la América más dura y lúgubre, la trama mantiene eficazmente la atención del lector. No obstante, creo que es una increíble exageración calificarla como “el Crimen y castigo de la literatura americana” tal y como RBA ha hecho en la contracubierta de la más reciente redición. Se trata de un interesante libro, pero ni de lejos llega a ser un artefacto literario de las dimensiones del clásico ruso, ni creo que Thompson pretendiera tal cosa.
La novela negra nació como un género eminentemente popular y especialmente en Estados Unidos fue muy proclive a caer en lo políticamente incorrecto. Pronto quedó claro que gran parte de los autores norteamericanos adscritos al género no escribían tanto sobre los defensores de la ley y el orden como de las circunstancias sociales o existenciales que llevan a ciertas personas a cruzar la línea que los aparta de la legalidad. La preocupación de autores como James M. Cain, Raymond Chandler o Dashiel Hammett o del propio Jim Thompson era retratar individuos atrapados por las circunstancias que les ha llevado al crimen, ya sea a causa de la pobreza, la avaricia, la pasión, la venganza y tantos motivos más que no sirven para explicar ni para justificar sus acciones, pero tampoco para condenarlos a priori ni de forma absoluta. Así, la línea entre el bien y el mal, entre justicia y crimen, no es trazada en esta literatura tan claramente como podría esperarse, son tramas llenas de equívocos y vuelcos narrativos donde los “buenos” y “malos” no son categorías morales incuestionables.
Se suele hablar de la amoralidad de los personajes de Thompson, y ciertamente entre sus creaciones abundan los individuos faltos de sentimientos o compasión para con sus víctimas, hasta un punto que uno termina por pensar que casi todos están afectados por algún tipo de psicosis que les impide actuar con normalidad. Tan acostumbrados a que los héroes sean los que representan al bien y la moralidad que encontrarnos con semejantes diablos puede resultar muy fuerte. Está claro que hoy en día estamos más acostumbrados a ello, la ficción contemporánea mantiene un lugar privilegiado para infinidad de héroes cínicos, oportunistas y violentos, pero en su momento (la novela que reseñamos es de 1954) no era algo muy común todavía y el efecto tuvo que ser muy intenso.
Y sin embargo, por muy amorales, crueles y desalmados que puedan resultar los personajes de Jim Thompson todos suelen enfrentarse a unas circunstancias que los hacen si no simpáticos al menos si propensos de ser identificables para cierta parte de los lectores. En el caso de Una mujer endemoniada, sería interesante hacer un pequeño retrato de su personaje principal: Dillon. Hijo de un matrimonio pobre, debe trabajar desde muy joven para salir adelante. Sin embargo, tras deambular por medio país pasando de trabajo en trabajo, engañado y explotado sin excepción, Dillon es un envejecido joven de 30 años que ya se da por vencido, a sabiendas de que los placeres, la prosperidad y la seguridad material siempre estarán en manos de los mismos. Toda su frustración la proyecta sobre las mujeres, o como el las llama, “esas pelanduscas”, hasta un punto en que su misoginia le hace perder la percepción de la realidad, perdiéndose en monólogos interiores llenos de amargura y odio hacia las mujeres y hacia si mismo.
Éste es el protagonista del libro, un simple y llano detritus de la sociedad capitalista de posguerra. Un ser atormentado y echado a perder por la miseria de una sociedad depredadora que a su vez decide convertirse en depredador. Y sin embargo, pese a que nos horroricen sus acciones, Thompson consigue que nos identifiquemos con la condición de este perdedor nato. Por ejemplo, su ácida descripción del mundo laboral en el que se ve envuelto es de una fuerza incuestionable, algo que hace que cualquier lector con un mínimo de sensibilidad termine por ponerse hasta cierto punto de su lado. Por señalar un par de ejemplos:
“¿Alguna vez os habéis parado a pensar en el trabajo? ¿En los empleos que la gente pilla, quiero decir? Igual ves a un fulano que es peluquero de perros, o a otro que está junto a la cuneta, armado con una pala y apilando estiércol de caballo. Y en ese momento te preguntas: ¿Cómo es que el muy infeliz se dedica a algo así? Y el hecho es que el fulano tiene pinta de ser bastante listo, tan listo como todo el mundo, más o menos. ¿Cómo carajo puede ganarse la vida haciendo esas cosas?”
“Así que un día llegas a esta ciudad y ves este anuncio. Se busca vendedor puerta a puerta y cobrador de letras. Buenas ganancias para la persona trabajadora. Y te dices que quizás esta vez sí. El empleo parece estar bien; la ciudad tiene pinta de estar bien. Así que pillas el trabajo y te quedas a vivir aquí. Y por supuesto, ni el uno ni la otra están bien, son lo mismo que todo lo anterior. El empleo es un asco. Tu mismo das asco. Y no hay una puñetera cosa que puedas hacer al respecto.”
Como vemos, Thompson suele dar la vuelta en sus libros al mito del sueño americano, supuestamente una sociedad que premia los esfuerzos de quien trabaja duro y cumple las reglas impuestas de los que están arriba. La imagen idílica de Estados Unidos, el país de las oportunidades, se convierte poco menos que en un infierno lleno de policías racistas y corruptos, políticos oportunistas y sin escrúpulos, y por debajo todo eso un submundo de personas agobiadas por la necesidad de dinero y sumergidas en el alcohol, que son mezquinas, enfermizas o directamente despiadadas. Un buen ejemplo son los encargados de empresas o comercios que desfilan por sus historias, gente ladrona e incompetente que aprovecha la menor oportunidad para engañar y robar a sus empleados.
Esta forma de despreciar constantemente a la autoridad, ya sea política, policial o laboral, ha provocado que Thompson tenga fama de izquierdoso. Aunque casi nunca plasme planteamientos explícitamente políticos en sus historias, con un discurso teórico claro o reconocible ideológicamente, lo cierto es que su sensibilidad social es patente, pero siempre expresada desde una perspectiva tremendista que diluye la política en un coctel de situaciones muy pasadas de rosca, que más que por la denuncia apuntan por un tono trágico. Los héroes de Thompson son los perdedores de todas las clases sociales, los antes satisfechos emprendedores ahora caídos en desgracia, la clase trabajadora sin futuro y agobiada por los abusos del poder. En sus libros la vida no es un infierno por que sí, lo es a causa de las decisiones y acciones concretas de ciertos poderes, de ciertas instituciones, de ciertos individuos. Sus personajes intuyen que más allá de sus agobios y desgracias la vida podría ser mejor. Para cambiarlo no optan por actuar racionalmente, esa es una opción impensable (por ejemplo la acción política), sus crímenes y atrocidades irracionales suelen ser el último y vano esfuerzo por llegar a esa vida soñada.
No obstante, aparte de ese contexto general, pienso que el tema principal de Una mujer endemoniada, como ya avisa el propio título de la novela, es la relación de su protagonista con las mujeres. Esto es algo muy corriente en los libros de Jim Thompson y de hecho en gran parte de la novela de serie negra clásica. La mujer como motivo de perdición, pero en el caso de Thompson también la mujer como objeto de deseo que termina por desvelar las debilidades y miedos de los hombres. Personajes masculinos impotentes sexualmente, o repletos de deseos incestuosos, siempre obsesionados con algún oscuro secreto relacionado con alguna mujer, tendentes al sadismo, todos ellos viven y mueren a causa de las mujeres, por falta o por exceso de su amor.
Pero yo no diría que la misoginia de los personajes de Thompson sea la misoginia del propio autor, o al menos no de una forma tan simple. En sus libros queda patente que la aberrante relación entre sus personajes masculinos y femeninos, siempre condicionados por la miseria, el alcoholismo o las drogas, los prejuicios y tantos desastres más, es parte inseparable de una sociedad enferma y autodestructiva. Si bien sus personajes masculinos son perdedores y poco más que carnaza del sistema, sus personajes femeninos suelen estar aun más debajo de ese nivel. Suelen ser las víctimas de las víctimas. En Una mujer endemoniada Thompson expresa a la perfección, de una forma muy cruda, esta posición de inferioridad y sometimiento de la mujer americana de clase trabajadora allá por los años 50.
En fin, como decíamos en un comienzo esta novela no es redonda, es justo señalar sus fallos. Hay debilidades argumentales evidentes, algunas de las reacciones de sus personajes son muy poco creíbles, incluso diría que la trama es demasiado previsible en algunos momentos. Pero aun así, nada de esto enturbia demasiado el balance general del libro. Merece ser leído por muchas razones, aunque sea nada más que por ese final aterrador, casi diría que de tragedia griega, que sin duda es de los que quedan grabados en la memoria por mucho tiempo.
Reseña de Antonio Ramírez.
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