Cleveland es el último comic escrito por Harvey Pekar. Trabajó en él los últimos meses de su vida, pero no llegó a ver el producto de sus esfuerzos, fue publicado dos años después de su muerte.
Hasta cierto punto puede decirse que Cleveland sirve de perfecto colofón a toda su obra, puesto que se trata de una especie de repaso historiográfico de su ciudad natal, escenario casi exclusivo de todos sus comics. Aparte de eso, el volumen también es un compendio en comprimido de muchos de los acontecimientos aparecidos en American Splendor u otros tebeos autobiográficos relacionados (como por ejemplo El derrotista, centrado en su infancia). Así pues, es como si estuviéramos ante un epílogo que calza a la perfección con el resto de su trabajo, aunque seguramente esto no fuera algo planeado, o quizás sí, en todo caso, Pekar, aun sabiendo que su salud era extremadamente delicada (ya había superado el cáncer en dos ocasiones), nos dice en un momento dado de este comic que a sus 70 años aun se mantiene con energías: “… no me siento decrépito ni nada ¿Quién sabe? A lo mejor aguanto un tiempo”. Pero por desgracia no fue así.
Hablar de Harvey Pekar es hacer un punto y aparte con el resto de autores del medio, su trayectoria es prácticamente única en el mundillo del comic. Se hizo amigo de Robert Crumb a comienzos de los 60 cuando éste se mudó a Cleveland para buscar trabajo (terminó en una empresa de postales navideñas). Años después, trasladado ahora a California, Crumb se convirtió en un gurú de los comics underground. Esto inspiró a Pekar, siempre necesitado de dinero, pero sobretodo siendo como era una persona inquieta y creativa, decidió probar por esa vía e invertir en autoeditarse un comic. Su estrategia era dejar a un lado tanto las temáticas más comerciales (superhéroes) como las más extremistas del underground, para abrir una tendencia estrictamente autobiográfica que posteriormente ha sido explotada por generaciones posteriores de autores de comic, sobre todo entre los denominados independientes. Así pues, Pekar tiró de Robert Crumb y de algunos otros dibujantes menos conocidos para lanzar su American Splendor a partir de 1976, una serie más o menos periódica que durante años (hasta 1993) narraría sus vivencias e intimidades de una forma tan meticulosa que llegaría hasta lo confesional. Labrándose poco a poco su lugar en las estanterías de las librerías especializadas de todo el país, American Splendor terminó por convertirse en una obra seminal del comic independiente. Sin duda, que Crumb participara en muchos capítulos de esta serie ayudó a establecer su reputación entre un número considerable de aficionados. Aunque también es cierto que, como dice el propio Pekar en un prólogo para una antología de sus historias (1), Crumb estuviera atravesando una grave crisis profesional en el momento en que inició su colaboración con él, algo que se alargaría hasta el renacimiento del underground americano cuando el mismo lanzó la revista Weirdo a comienzos de los 80. Por si fuera poco, esta fama recuperada de Crumb se incrementaría drásticamente gracias a la gran difusión del documental que Terry Zwigoff hizo sobre su vida y su familia. Sea como fuere, esta segunda edad de oro de Robert Crumb también benefició indirectamente a la promoción de Harvey Pekar. Sin embargo, como ya sabemos, fue hasta el 2003, año en el que se estrenó la película American Splendor (dirigida por Robert Pulcini), que el reconocimiento de su obra no se extendió (relativamente, hablamos de tebeos) al resto del planeta.
Pero volvamos a Cleveland, el objeto principal de esta reseña. Respecto a la parte gráfica, decir que Joseph Remnant hace un trabajo excelente, con un estilo muy trabajado a base de tramas y claroscuros de tinta china. Remnant recuerda mucho a Robert Crumb, para que negarlo, aunque sus dibujos no son tan agresivos y les falta algo del dinamismo del maestro, pero aun así es un gran dibujante. Los paisajes urbanos, con sus edificios, sus automóviles, sus chimeneas y postes de todo tipo, están realizados a la perfección, algo que era crucial en un comic como éste.
Hasta cierto punto puede decirse que Cleveland sirve de perfecto colofón a toda su obra, puesto que se trata de una especie de repaso historiográfico de su ciudad natal, escenario casi exclusivo de todos sus comics. Aparte de eso, el volumen también es un compendio en comprimido de muchos de los acontecimientos aparecidos en American Splendor u otros tebeos autobiográficos relacionados (como por ejemplo El derrotista, centrado en su infancia). Así pues, es como si estuviéramos ante un epílogo que calza a la perfección con el resto de su trabajo, aunque seguramente esto no fuera algo planeado, o quizás sí, en todo caso, Pekar, aun sabiendo que su salud era extremadamente delicada (ya había superado el cáncer en dos ocasiones), nos dice en un momento dado de este comic que a sus 70 años aun se mantiene con energías: “… no me siento decrépito ni nada ¿Quién sabe? A lo mejor aguanto un tiempo”. Pero por desgracia no fue así.
Hablar de Harvey Pekar es hacer un punto y aparte con el resto de autores del medio, su trayectoria es prácticamente única en el mundillo del comic. Se hizo amigo de Robert Crumb a comienzos de los 60 cuando éste se mudó a Cleveland para buscar trabajo (terminó en una empresa de postales navideñas). Años después, trasladado ahora a California, Crumb se convirtió en un gurú de los comics underground. Esto inspiró a Pekar, siempre necesitado de dinero, pero sobretodo siendo como era una persona inquieta y creativa, decidió probar por esa vía e invertir en autoeditarse un comic. Su estrategia era dejar a un lado tanto las temáticas más comerciales (superhéroes) como las más extremistas del underground, para abrir una tendencia estrictamente autobiográfica que posteriormente ha sido explotada por generaciones posteriores de autores de comic, sobre todo entre los denominados independientes. Así pues, Pekar tiró de Robert Crumb y de algunos otros dibujantes menos conocidos para lanzar su American Splendor a partir de 1976, una serie más o menos periódica que durante años (hasta 1993) narraría sus vivencias e intimidades de una forma tan meticulosa que llegaría hasta lo confesional. Labrándose poco a poco su lugar en las estanterías de las librerías especializadas de todo el país, American Splendor terminó por convertirse en una obra seminal del comic independiente. Sin duda, que Crumb participara en muchos capítulos de esta serie ayudó a establecer su reputación entre un número considerable de aficionados. Aunque también es cierto que, como dice el propio Pekar en un prólogo para una antología de sus historias (1), Crumb estuviera atravesando una grave crisis profesional en el momento en que inició su colaboración con él, algo que se alargaría hasta el renacimiento del underground americano cuando el mismo lanzó la revista Weirdo a comienzos de los 80. Por si fuera poco, esta fama recuperada de Crumb se incrementaría drásticamente gracias a la gran difusión del documental que Terry Zwigoff hizo sobre su vida y su familia. Sea como fuere, esta segunda edad de oro de Robert Crumb también benefició indirectamente a la promoción de Harvey Pekar. Sin embargo, como ya sabemos, fue hasta el 2003, año en el que se estrenó la película American Splendor (dirigida por Robert Pulcini), que el reconocimiento de su obra no se extendió (relativamente, hablamos de tebeos) al resto del planeta.
Pero volvamos a Cleveland, el objeto principal de esta reseña. Respecto a la parte gráfica, decir que Joseph Remnant hace un trabajo excelente, con un estilo muy trabajado a base de tramas y claroscuros de tinta china. Remnant recuerda mucho a Robert Crumb, para que negarlo, aunque sus dibujos no son tan agresivos y les falta algo del dinamismo del maestro, pero aun así es un gran dibujante. Los paisajes urbanos, con sus edificios, sus automóviles, sus chimeneas y postes de todo tipo, están realizados a la perfección, algo que era crucial en un comic como éste.
En cuanto a la historia en sí, Pekar hace gala en esta novela gráfica de un método bastardo entre la autobiografía y el documentalismo. Al igual que ya hiciera en The Beats (2), su repaso en comic de los principales escritores de la llamada “generación perdida” (Ginsberg, Kerouac, Lamantia, etc), Pekar opta por ir lanzando pequeños apuntes biográficos de muchos de los más afamados pobladores de Cleveland, a la vez que narra la historia de la ciudad (y de sus pobladores anónimos) como si de un personaje más se tratara. El resultado es un amplio fresco donde el urbanismo, la economía, la industria, la política, el deporte, la cultura, etc, se entrecruzan de forma indivisible. Por lo tanto, Pekar asume una actitud que podríamos definir como sociológica a la hora de describir cómo el desarrollo de su ciudad ha condicionado la vida de sus vecinos o la suya propia: la actitud de las clases pudientes, el comportamiento del mercado laboral, los prejuicios raciales, la inmigración, las infraestructuras, los servicios sociales, etc, no son meramente el telón de fondo donde Pekar sitúa los vaivenes de su vida, de hecho le sirven a veces para explicar porque su vida fue así y no de otra manera, tal es el grado de condicionamiento que Pekar concede al contexto geográfico y socioeconómico, en este caso la ciudad de Cleveland. No obstante, aunque en este tebeo se muestren de una forma tan explícita, los intereses sociológicos o políticos de Pekar nunca llegan a convertirse en un lanzamiento de consignas o en una crítica firmemente ideológica, ni mucho menos. Pekar, como ya demostrara en American Splendor, opta por una descripción realista y llana de sus vivencias, de sus ideas, de sus recuerdos, de su visión de Cleveland, siempre mediante anécdotas nada espectaculares pero que a él le sirven para ejemplarizar la vida de la clase trabajadora o media-baja en una ciudad condenada al abandono y la decadencia. Quizás por ello resulta imposible no identificarse con gran parte de lo que nos cuenta, pues Pekar se dirige al lector de tu a tu, sin grandes aspavientos ni melodramas excesivos, abriéndose de tal manera que sus miedos, sus intereses, sus obsesiones, sus pequeños placeres, sus victorias o derrotas, difícilmente resultan incomprensibles para nosotros. Pekar habla de su vida sin mitificarla, pero también sin obviar que todas esas pequeñas anécdotas que nos cuenta forman el conjunto de su particular odisea como ser humano, lo cual no es precisamente poco.
Por lo tanto, frente al aluvión de ficciones que retratan grandes conflictos llevados a escenarios improbables o extremos sin remisión, tan del gusto del mercado mainstream anglosajón, Pekar prefiere tratar sobre el mundo real, sobre el día a día, hablándonos humildemente de los recovecos de una vida condicionada por el sueldo (o la ausencia de él), por el barrio, por las amistades, por la familia, por las frustraciones o logros personales, nada que no podamos ver en nuestras propias vidas. Que cada cual considere el valor que eso pueda tener y acepte o no la poética de lo cotidiano que Pekar nos ofrece, tan grande y a la vez tan modesta. Siempre sin caer en el efectismo mediante el miserabilismo o la sordidez del que suelen beber tantos otros autores pretendidamente realistas, quizás no podremos evitar sentir que sus historias enriquecen la percepción que tenemos del mundo, por mucho que nunca nos hayan sacado de una cotidianeidad a veces incluso exasperante. Su tebeo Cleveland mantiene en todo momento esta filosofía, siendo como es una especie de documental la ciudad que describe se nos muestra desnuda, desprovista de grandes mitos, expuesta a los vientos de la economía y de decisiones caprichosas por parte de los de arriba, llena de gente perdida, insatisfecha, una ciudad, en suma, vulnerable y que refleja y en cierta manera preserva la propia vulnerabilidad de sus habitantes. Y, sin embargo, sin finales felices, pero tampoco sin apocalipsis hiperbólicos, la gente vive su vida como puede. No podremos dejar de sentir en sus páginas esa chispa de resistencia que es la última esperanza, ese deseo de emancipación de los condicionantes que en el propio Pekar se manifestó como un hambre voraz de conocimiento y que en la práctica le llevó a cultivar hasta la obsesión sus múltiples intereses: el jazz, la literatura, el arte, la historia. Lejos de conformarse con ser un modesto funcionario administrativo de la sanidad pública Pekar luchó por vincular su vida a las cosas que más le interesaban, por mucho que tuviera que aprender todo por sí mismo o estuviera fuera de sus posibilidades económicas.
Puede decirse que a la larga lo consiguió. Su obra (que al fin y al cabo es su propia vida conservada en forma de comic) se torna así en algo más que un mero entretenimiento y una lectura más que sumar y archivar en la estantería, pues podemos afirmar que para mucha gente supondrá sobre todo un ejemplo de lucha y resistencia a seguir.
(1) Obras completas de R. Crumb. La cúpula. 2004
(2) The Beats. 451 Editores. 2011
Puede decirse que a la larga lo consiguió. Su obra (que al fin y al cabo es su propia vida conservada en forma de comic) se torna así en algo más que un mero entretenimiento y una lectura más que sumar y archivar en la estantería, pues podemos afirmar que para mucha gente supondrá sobre todo un ejemplo de lucha y resistencia a seguir.
Reseña de Antonio Ramírez.
(1) Obras completas de R. Crumb. La cúpula. 2004
(2) The Beats. 451 Editores. 2011
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