Editado en castellano en 1993 (Ediciones B)
Traducción: Rosalía Vázquez
Sinopsis.
El canto de la diosa Kali produce el sonido de la muerte. Un periodista sostiene que su culto no ha desaparecido aún en nuestro moderno mundo tecnológico y está dispuesto a comprobar sus afirmaciones. Nada le resultará sencillo, y lo que empezó como un trabajo rutinario se convertirá en una pesadilla en la que el protagonista sólo escucha mentiras y choca contra el muro de la indiferencia oficial cuando acude a las autoridades en busca de ayuda.
El canto de la diosa Kali produce el sonido de la muerte. Un periodista sostiene que su culto no ha desaparecido aún en nuestro moderno mundo tecnológico y está dispuesto a comprobar sus afirmaciones. Nada le resultará sencillo, y lo que empezó como un trabajo rutinario se convertirá en una pesadilla en la que el protagonista sólo escucha mentiras y choca contra el muro de la indiferencia oficial cuando acude a las autoridades en busca de ayuda.
Comentario del libro.
Para los aficionados a
la ciencia-ficción, Dan Simmons no necesita presentación: autor de la saga Hyperion,
su contribución al género le ha asegurado un puesto de privilegio capaz de
rivalizar actualmente con las Fundaciones de Asimov o los Dune de
Herbert. Sin embargo, resulta curioso que muchos de sus seguidores parecen
ignorar (e incluso menospreciar) que es en el terror donde Simmons ha
concentrado la mayor parte de su producción literaria. Y es precisamente en
este género donde debutó como novelista en 1985, con la publicación del libro
que nos ocupa.
Lo primero que llama la
atención de La Canción de Kali es la madurez de Simmons como narrador.
Cierto es que ya contaba 37 años cuando lo escribió y que, a esas alturas, era ya un experimentado autor de relatos cortos.
Teniendo esto presente, me sigue resultando destacable lo bien escrito y
estructurado que está el libro, bastante por encima de la media habitual en
estos casos. Sin duda, su punto fuerte es la ambientación y la creación de
atmósferas: la Calcuta descrita en esta novela es un auténtico infierno en la
tierra. Simmons presenta un escenario hostil y pesadillesco, ilustrado con
profusión y sin ahorrarse todo tipo de detalles escabrosos como la mención de
cadáveres amontonados en el patio trasero de los hospitales o incluso gente
defecando en plena calle. Si bien no es más que un artificio literario (esa
gran urbe corrupta y amoral que actúa como foco del mal bien podría ser
Londres, Nueva York… o Madrid) su brutalidad y aparente sinceridad llegan hasta
el punto de provocar una sensación realmente incómoda en el lector, casi
bordeando los límites del racismo. No me extrañaría que a Simmons lo declararan
persona non grata en India. Y no exagero.
Es en este marco
asfixiante donde Simmons, con asombrosa habilidad, va introduciendo poco a poco
los elementos sobrenaturales. Su protagonista, un anodino escritor, se ve
paulatinamente envuelto en una trama que lo supera a todas luces, un misterio
que adopta la forma de complot por momentos apasionante. La novela
arranca con pulso firme hasta pisar a fondo el acelerador en el que quizá sea
el mejor segmento de todo el libro: una historia dentro de la historia en forma
de relato oral, donde un
estudiante hindú le cuenta al protagonista sus experiencias robando cadáveres
como rito de iniciación en la secreta comunidad clandestina de los kappa,
adoradores de la terrible Diosa Kali. Este capítulo está narrado con tanto
virtuosismo y un ritmo tan endiablado que supone, en sí mismo, una pequeña obra
maestra de lo macabro. Es tan bueno que, en cierto modo, el resto del libro
nunca llega a estar a su misma altura más allá de algunos momentos aislados
(pero eso sí, muy poderosos).
Y es que algo falla. La
trama es muy ambiciosa, pero Simmons en ocasiones titubea y no parece tener
claro a dónde quiere llegar. La conspiración tejida en torno a Kali, la secta
de los kappa y el poeta desaparecido que parece haber vuelto de la
muerte, es tan enigmática como vacía en el fondo. Sus contradicciones y cabos
sueltos contribuyen en un principio a acrecentar la sensación de misterio, pero
al final uno tiene la impresión de ideas inexploradas. El ritmo flaquea,
alternando momentos trepidantes en los que la historia avanza a toda velocidad
con otros demasiado pausados y carentes de interés. Afortunadamente, el autor
se muestra más hábil en el retrato de personajes: es fácil identificarse con el
protagonista, los secundarios resultan apropiadamente siniestros y ambiguos y
el villano (cuyo nombre no desvelaré) es sencillamente memorable en su
complejidad y mezquindad, de los mejores con los que me he topado en muchas
lecturas. La excepción sería la esposa del protagonista (de raza india, pero
criada y educada en Inglaterra), el único personaje políticamente correcto de
la historia.
Pero que nadie me
malinterprete: estamos ante una excelente novela, con un planteamiento
original, plagada de tensión y salpicada de momentos de puro horror que casi se
lee sola. No obstante, las carencias o defectos que he apuntado le impiden ser
la obra maestra rotunda que podría haber sido. Volviendo al inicio de mi
reseña, La Canción de Kali no consigue ser en cuanto al género de terror
lo que Hyperion sí es respecto a la ciencia-ficción. Aún así, no le
faltan motivos para haberse convertido en una de las novelas clave del panorama
del horror en los últimos 30 años. Baste mencionar al respecto el cruel y
brutal desenlace (realmente traumático y que deja huella mucho tiempo después
de finalizado el libro) o la conclusión
a la que llega el protagonista en las últimas páginas, que de manera
involuntaria se ha convertido en una bonita metáfora de lo que le ha pasado al
género en los últimos años: tras experimentar en primera persona el terror puro
y duro, se dedica a escribir sobre unicornios y hadas consciente de que resulta
mucho más inofensivo. Sobran los comentarios. ¡No se la pierdan!
Reseña de Francisco Gabaldón
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