lunes, 2 de junio de 2014

EL ALMA DE GARDEL - Mario Levrero

Edición original en 1996. Reeditado por Mondadori Argentina en 2011.
119 páginas.


Mario levrero (Jorge Mario Varlotta Levrero 1940 -2004) es de esos escritores sudamericanos que por razones no muy claras ha sido publicado en España de una manera muy dispersa y desordenada. Hasta hace poco su obra era relativamente desconocida en nuestro país, pero a partir de la década pasada han ido cayendo ediciones de sus libros más importantes, tales como la póstuma La novela luminosa, El discurso vacío o la denominada Trilogía Involuntaria, formada ésta por las novelas La ciudad, El lugar y París. Aun así, pese a esta intermitente presencia en las librerías españolas, señal de que algo, por poco que sea, deben vender, sus libros pasan a veces por un proceso extraño, ya que Mondadori Argentina va publicando cosas inéditas o reeditando algunas de sus obras ya agotadas, pero su hermana española (u otras editoriales relacionadas con el mismo grupo empresarial) suele ir muy descompasada y tarda incluso años en sacarlos en nuestro país. Así ha ocurrido con esta novela corta que reseñamos aquí, El alma de Gardel, de la cual solo es posible encontrar por el momento algunos ejemplares llegados de importación o, si no hay más remedio, mediante la versión en ebook.

Me sería imposible catalogar a Levrero de una forma demasiado cerrada, pues este autor uruguayo desgranó a través de su obra una serie de "reencarnaciones" literarias que hacen que no podamos definirlo de una única manera. Aun así, es posible trazar una línea evolutiva que si bien no logra encorsetarlo en un género concreto al menos sí nos da una retrospectiva más o menos gráfica de sus movimientos. Así pues, existe un primer Levrero, el autor de relatos y novelas de corte experimental. Su campo es lo onírico, lo fantástico, lo absurdo, siempre dotado de una oscura atmósfera existencialista que lo emparenta con otros escritores como Kafka, E.T.A. Hoffman, Dino Buzzati y Horacio Quiroga sin hacer por ello una comparación estricta, por supuesto, ya que Levrero, al igual que los citados, construyeron un universo creativo muy propio. Asimismo, nos encontramos que Levrero fue también un escritor humorístico que hizo sátira del género negro (del que era un lector fanático incombustible) mediante novelas llenas de espíritu folletinesco y muy pasadas de rosca, con asesinatos, traiciones retorcidas, sexo aberrante y personajes melodramáticos y extraños. Un ejemplo de ello son las novelas La banda del ciempiés y Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo. Y por último, ya en su etapa final, nuestro escritor cultivó un estilo que más que autobiográfico podríamos definir como confesional, pues se trata de libros repletos de un auto análisis que no deja de lado nada, sin importar el grado de intimidad que eso signifique. De esta manera, en obras como El discurso vacío o la sencillamente genial La novela luminosa, nos habla sin pudor de su día a día, de sus deseos y frustraciones, de sus muchos miedos y debilidades, pero también compartiendo sus lúcidas reflexiones en torno a mil cosas diferentes, describiendo con un detallismo fabuloso pequeñeces que pasarían desapercibidas a cualquier otro y, sobretodo, señalando algunos fogonazos de eso que podríamos llamar la magia cotidiana, revelando con sus palabras una profundidad en lo real que trasciende la mera objetividad para llegar a la poeticidad más deslumbrante. Por ello no podríamos calificar esta etapa final de su obra como "realista" en el sentido estricto, ya que su medio de expresión es el subjetivismo llevado a un grado pocas veces visto, a tal punto que bajo su mirada entramos en una especie de fenomenología de la memoria, de la percepción, del lenguaje, del erotismo o de la simple y pura revisión de eso que a grandes rasgos llamamos realidad, siempre de una manera que pocos escritores han intentado.


En este contexto, El alma de Gardel es una rara avis en su trayectoria creativa, pues mezcla a partes iguales su primeriza tendencia experimental con su estilo autobiográfico más tardío. Así, nos encontramos que desde una propuesta inicial de corte fantástico, con extraterrestres incluidos, Levrero avanza por el libro a trompicones narrativos, mediantes recuerdos, situaciones a medio camino de la vigilia y el sueño, exhaustivas descripciones de objetos y hechos en apariencia anodinos, yendo y viniendo a través de una trama que nunca llega a estar definida del todo. Pero, que no se deduzca de ésto que el libro es confuso o difícil de seguir, todo lo contrario, por mucho que la historia quede relegada a poco más que un esbozo narrativo, eso no evita que podamos apreciarla por si misma: el cantante Carlos Gardel era en realidad una entidad extraterrestre llegada a la tierra con la misión de servir de avanzadilla a una invasión, sin embargo, traicionando a sus superiores éste decidió ayudar a la especie humana con sus poderes para hacerla evolucionar espiritualmente. Mientras tanto, otras entidades han ido llegando para contrarrestar la influencia de Gardel. El narrador, contactado por Gardel mediante la forma de una especie de fantasma, se encuentra de improviso implicado en esta guerra secreta. 

Pero, en todo caso, sea esta premisa atrayente o no, Levrero logra que sacrifiquemos nuestra natural necesidad de un hilo conductor haciendo que nos olvidemos de que estamos leyendo una ficción para centrar nuestra atención en los avatares de su narrador, él mismo, quedando patente que la trama fantástica no es más que una mera estrategia literaria para contarnos sus aventuras y desventuras personales. O quizás no sea así del todo, porque, como el propio Levrero nos indica, la memoria, la mentira y la literatura se hayan unidas de una forma indisoluble. Así que el resultado es un libro repleto de estratos y posibles lecturas: lo totalmente ficticio, lo totalmente biográfico, lo que ha sido alterado intencionadamente y aquello deformado por la memoria defectuosa o la acción encubierta del subconsciente, todo se mezcla en El alma de Gardel, a veces de forma totalmente abierta, permitiéndose su autor varias reflexiones en torno la veracidad o no de lo que estamos leyendo, ya sea a causa de  la falibilidad de la memoria o por el simple engaño que según él está implícito en todo texto autobiográfico o incluso histórico. Así que, con un tono a veces ácido, otra veces melancólico, otras abiertamente auto condescendiente, Levrero nos habla sobre situaciones cotidianas, como por ejemplo sus viajes en autobús o metro, lo que le sirve para detallar sus fobias sociales, sus fantasías sexuales u otros asuntos relacionados con la gente que se encuentra. También dedica muchas páginas a explorar recuerdos de algunas de las mujeres que han pasado por su vida, entrando incluso en algunos detalles de sus fisonomías, sus actitudes sexuales o el carácter sentimental de su relación.

Este caleidoscopio literario que resulta ser El alma de Gardel permite a su autor introducirnos en un estado muy especial de consciencia respecto a la escritura, pero también respecto a la propia experiencia de la realidad. Poniendo en evidencia la interacción entre el lenguaje, la memoria y la percepción, Levrero se sitúa en la tradición de escritores como James Ballard, William Burroughs o Philip K Dick, todos ellos empeñados en inseminar en sus lectores el virus de la duda y el cuestionamiento de los resortes de la identidad o de nuestra forma de percibir el mundo. En el caso del tercer citado, Dick, Levrero mantiene una relación directa con él, tal y como confiesa en algunos pasajes de su último libro publicado (póstumo, de hecho), La novela luminosa. Su admiración por Dick era grande y no es difícil rastrear su influencia en las partes más fantásticas de la novelita que reseñamos, pues todo eso de extraterrestres que contactan con humanos y comunican información de forma directa a sus cerebros, así como cierto halo gnóstico en cuanto a las batallas sobrenaturales por el control de la Tierra, nos retrotraen inevitablemente a novelas como Valis, La invasión secreta o Radio Libre Albemuth. Y, aunque Levrero no dedica muchas páginas a desarrollar esta parte del libro se agredece este tipo de tributos, puesto que siempre es grato encontrar corrientes de afinidad entre autores tan especiales. Sin embargo, como decíamos antes, esta parte más ficcional no logra ni de lejos prevalecer sobre el resto del libro y por lo que a mi respecta no veo que ambas tendencias (la fantástica y la no fantástica) se fusionen en ningún momento de la novela, casi podría decirse que Levrero cogió dos textos totalmente diferentes y los entrecruzó en dos tramas paralelas, salvo por un final sorpresivo y francamente alucinatorio donde termina por unirse todo.

En suma, no puedo más que recomendar este libro de Mario Levrero, como igualmente hago con la práctica totalidad de su obra. En breve reseñaré también Irrupciones, una recopilación de sus colaboraciones periodísticas que según he leído por ahí contienen algunas de sus mejores piezas. Queda por señalar e insistir en la necesidad de que se edite en España no solo esta novela, sino también otras como Diario de un canalla o Fauna / Desplazamientos y sobretodo una buena recopilación de sus mejores (o todos juntos, porque no) relatos cortos. Esperemos que no tardemos mucho tiempo en verlo.

Reseña de Antonio Ramírez