Edición original en polaco en 1955.
Publicado en castellano por Impedimenta en 2008.
Traducción de Joanna Bardzinska
330 páginas.
Publicado en castellano por Impedimenta en 2008.
Traducción de Joanna Bardzinska
330 páginas.
Sinopsis.
Los nazis acaban de invadir Polonia y el joven médico Stefan Trzyniecki entra a formar parte de la plantilla de un sanatorio para enfermos mentales. Poco a poco la situación que afronta el país comenzará a sentirse dentro de los muros de la institución.
Comentario del libro.
Tras leer esta novela me he puesto a cavilar que hubiera sido de la carrera literaria de Lem si no se hubiera centrado en la ciencia ficción. Evidentemente, el hecho que se dedicara al género no es algo que me disguste, ni mucho menos, como aficionado me alegro inmensamente de que una mente portentosa como la suya haya parido libros imprescindibles como Solaris o La voz de su amo, por citar solo dos. Sin embargo, es interesante preguntarse qué libros de carácter realista hubiera escrito con toda esa agudeza, esa impresionante capacidad de especulación, ese gusto por ahondar en los problemas filosóficos que tan magistralmente aplicó en la ciencia ficción. No obstante, pese a escribir sobre naves espaciales, mundos extraterrestres, robots y toda la parafernalia que queramos del género, opino que en realidad nunca dejó de escribir sobre esa parte de la existencia real, a veces olvidada o quizás oculta por los mecanismos de lo cotidiano, donde lo prosaico y lo doméstico pierden pie, como pueden ser el ansia de absoluto o el de la incapacidad humana frente a lo desconocido, o quizás, como ocurre en esta novela, allí donde la ética más básica es substituida por el abismo nihilista. Así pues, con todas sus licencias, el género le sirvió como un vehículo metafórico perfecto para estas preocupaciones filosóficas y quizás es por ello que su ciencia ficción tiene en el fondo tan poco de científico, porque sus personajes siempre suelen enfrentarse a situaciones donde la tecnología y el razonamiento científico tienen poco que aportar, quedándose siempre a expensas de la intuición, la especulación o el mero azar.
El hospital de la transfiguración fue precisamente la causa de que Lem se alejara de la novela realista para caer en los brazos de la ciencia ficción. A causa de la fulminante censura que cayó sobre el libro, considerado decadente y contrarrevolucionario, el autor fue expulsado de la Asociación de Literatos de Polonia (curiosamente treinta años después también sería expulsado de la Asociación Americana de Escritores de Ciencia-Ficción, también por ejercer la libertad de expresión al criticar el estado tan mercantilizado del genero en ese momento). Tras mil avatares la novela fue publicada, pero ocho años después de su terminación. Mientras, Lem se encontró en una situación desesperada, sin la carrera de medicina concluida, sin ser reconocido por el régimen comunista como un escritor decente, decide aceptar la invitación de la editorial Czytelnik para escribir libros de ciencia ficción, con ello encontraba al menos una forma de ganarse la vida. Por cierto, hay que señalar que existen dos libros más que continúan la historia narrada en El hospital de la transfiguración, al parecer reconduciendo la trama hacia la linea oficial del “partido”, pero ambos fueron repudiados por el autor (nunca han sido reeditados) al considerar que los escribió coaccionado.
Leyendo la contraportada que le ha puesto la Editorial Impedimenta, uno puede pensar que está ante una novela muy dinámica, algo así como una especie de thriller bélico, pero nada más lejos de la realidad. Ya desde la primerísima página el carácter de Stefan Trzyniecki, su protagonista, nos avisa de por dónde va la cosa: extravío, melancolía, confusión, indecisión, son sentimientos que de alguna manera envuelven al resto de personajes y la propia historia que vamos a leer. Hay como un cierto halo onírico o enrarecido en todo lo que le ocurre a Trzyniecki, el cual pienso que puede calificarse adecuadamente como kafkiano. Algo que es amplificado por el propio contexto en que transcurre la novela: una Polonia recién invadida por los nazis donde se suceden los rumores de desapariciones, de campos de concentración, de poblaciones enteras eliminadas: la nación polaca se enfrenta la evaporación de su existencia como tal. Stefan Trzyniecki, filósofo de corazón, pero médico de profesión, entra (por puro azar, pues no está especializado en psiquiatría) como empleado en un sanatorio mental situado a las afueras de la pequeña ciudad de donde procede su familia. Como una especie de isla en mitad de un mar caótico, la vida en el manicomio se rige por unas reglas precisas. A duras penas, pacientes y sanadores consiguen cumplir con su rol mientras el orden de las cosas se va diluyendo a su alrededor.
La historia es vista a través de Trzyniecki, pero este resulta casi un mero espectador de hechos con los que mantiene una relación más bien indirecta, por no decir totalmente inconexa (aunque también es verdad que eso va cambiando a medida que transcurre la trama, puesto que a lo largo de ella asistimos a una sutil evolución en su sensibilidad). La escena inicial del libro, con el joven médico asistiendo al funeral de un familiar, es un buen ejemplo. Con una actitud tan cáustica como acongojada respecto a la presencia de tíos, primos, abuelos, Lem aprovecha la ocasión para desplegar un despiadado sentido del humor a través de los ojos de su personaje. Su descripción de la pequeña burguesía rural previa al régimen comunista es realmente divertida, examinando desde la abuela ultra católica hasta el tío librepensador y fanático de la literatura francesa.
Ciertamente, Trzyniecki evoluciona a través de la novela, muy especialmente en lo que respecta a su visión de los enfermos del sanatorio. Desde el auténtico pavor por el estado de los catatónicos o la turbación ante la abierta obscenidad de algunas de las mujeres recluidas, su actitud va transformándose hasta llegar, por ejemplo, a la admiración por el talento escultórico o la capacidad matemática que encuentra entre algunos de los pacientes autistas o la sutil y quebradiza belleza de una muchacha maniaco-compulsiva que siempre se está mirando en los espejos. Pero, sin duda, lo que realmente marca el devenir del personaje es su relación con Sekulowski, un eminente poeta que está recuperándose de la adicción a las drogas y otros abusos. Entre el protagonista y el poeta se establece una relación intelectual que se traduce en tortuosas conversaciones. Lem aprovecha así para poner en boca de Sekulowski (pues más que conversaciones se trata de monólogos) largas peroratas sobre la literatura, la filosofía, la religión, la política y mil cosas más que, entre otras cosas, desvelan el carácter soberbio del personaje, el cual se cree un genio. En el fondo, todos estos párrafos sirven a Lem para lanzar verdaderas arremetidas contra la crítica literaria de su época, la casta de los escritores, algunos hechos de la historia de Polonia, etc., etc.
En fin, son muchas más las cosas que podrían reseñarse de esta novela, como la descripción de los colegas de Trzyniecki: desde el afamado y digno decano que se aloja en el sanatorio tras haber sido expulsado por los nazis de su cátedra en Varsovia, pasando por el psiquiatra empeñado en demostrar una teoría absurda (pero francamente ingeniosa) que él ha llamado “nostalgia por la locura”, hasta llegar a la bella pero fría Nosilewska. También podríamos hablar sobre la escena de la estación eléctrica, magnifica en su tensión y misterio. Pero sin duda, lo que da un sentido dramático y moral a esta novela es su último y terrible capítulo, del cual tampoco hablaré demasiado por no chafar una tensión que opino es crucial para apreciar del todo el valor de este libro.
Así pues, solo queda por decir que recomiendo sin reservas El hospital de la transfiguración, no solo a los seguidores de Lem, sino a cualquiera con ganas de buena literatura.
Así pues, solo queda por decir que recomiendo sin reservas El hospital de la transfiguración, no solo a los seguidores de Lem, sino a cualquiera con ganas de buena literatura.
Y para acabar quisiera señalar una anécdota respecto a Impedimenta. Mi ejemplar de este libro estaba defectuoso (le faltaban algo así como 20 páginas en la mitad), aunque no lo supe hasta meses después de haberlo comprado. Ante la imposibilidad de descambiarlo en la librería por falta del ticket me puse en contacto con la editorial y en pocos días me envió sin coste alguno un nuevo ejemplar. Así que aprovecho esta reseña para agradecer a Impedimenta su rápida atención y de paso felicitarla por las magníficas ediciones que hace. En la repisa de un servidor se acumulan otras lecturas relacionadas con esta editorial, sin duda irán cayendo poco a poco.
Reseña de Antonio Ramírez