La editorial Es Pop, continúa con su afán por esclarecer la historia de la cultura popular mediante una colección de ensayos bien seleccionados y perfectamente editados sobre temas tan variados como la música rock y el metal, el cine y la literatura de terror, la vida de novelistas icónicos y, por supuesto, la historia de los tebeos.
Los tebeos han formado parte crucial de la industria del entretenimiento para masas y como tal ha producido inmensas cantidades de basura. Por fuerza, su desarrollo ha estado condicionado por las vicisitudes del mercado, por los flujos de las modas e incluso por la política. No obstante, de una manera u otra, la inventiva siempre ha logrado abrirse paso a través de los resquicios de la producción masiva y de las exigencias impuestas por el mercado capitalista, dando lugar a inesperadas maravillas impresas sobre papel al alcance de cualquiera que se acercara a un quiosco.
En Marvel, la historia jamás contada, obra de Sean Howe, podremos examinar en profundidad esa tensión entre creatividad desatada y pura chabacanería comercial. De hecho, la historia de Marvel, con seguridad la editorial de tebeos más famosa del mundo, puede considerarse como el paradigma del sempiterno conflicto entre arte y negocio, entre genuina creatividad y sometimiento a los mandatos del mercado. En ese sentido, el autor ahonda en esa dinámica con datos, en ocasiones extraídos literalmente de los índices bursátiles. Porque, no podemos olvidarlo, Marvel es un lucrativo negocio que ha procurado miles y miles de millones a sus sucesivos dueños. Sin embargo, no hubo tanta fortuna para los que hicieron posible esos disparatados beneficios: los autores y autoras, los curritos que durante décadas fueron creando, viñeta a viñeta, el inabarcable universo imaginario de Marvel.
Stan Lee en 1978. |
Uno de los principales protagonistas de esta historia es, obviamente, Stan Lee, el artífice incuestionable del que parte todo. El libro lo retrata esmeradamente, con sus luces, que las tuvo, pero también con sus muchas sombras. Si algo deja claro Howe es que Stan Lee jugó un doble papel: supo rodearse de grandes talentos creativos que expandieron sus muchas ideas, en ocasiones tan elementales; mientras tanto, vigilaba celosamente los intereses puramente económicos de la editorial (sin perder de vista, también es verdad, los suyos propios). Sin embargo, lejos de demonizarlo, el autor del libro se muestra irónico respecto a la personalidad de Stan Lee y sus afanes de notoriedad y fama. Queda patente el cariño que le causa su figura. Sin embargo, pese a su gran importancia, Stan Lee solo fue una pieza más de un engranaje creativo que incluyó a gran cantidad de personalidades no menos míticas, sin duda encabezadas por los gigantes Jack Kirby y Steve Ditko. La historia de estos dos dibujantes (también guionistas, no acreditados en multitud de historietas) queda plasmada con especial interés, puesto que encarnaron a la perfección el rol de explotados (sobre todo en el caso de Ditko) por las prácticas injustas de gran parte de la industria de los tebeos en América. En España también hemos tenido lo nuestro, como ocurrió con Bruguera, pero esa es otra historia.
Creo que uno de los principales logros del libro es haber articulado eficazmente un ritmo narrativo muy ameno, transmitiendo la progresión de la editorial a través de cada contexto histórico. Lo hace a través de infinidad de testimonios y documentos que nos demuestra que Marvel ha sido un reflejo de la sociedad que la produjo, de sus autores y de su público, pese a los vanos intentos de Stan Lee de mantenerlo como un universo aislado. De hecho, como un curioso efecto de retroalimentación, Marvel también comenzó a influir en su contexto. Si bien Marvel tuvo sus antecedentes directos entre los años 30 y 50 con las publicaciones de Timely Publications, dando ya lugar a personajes como Capitan América, La Antorcha Humana o Namor, su verdadero comienzo fue en 1961 con el primer número de Los 4 Fantásticos. Puede afirmarse que este hecho fundacional para la editorial se solapó con muchos de los cambios generacionales que tuvieron lugar en esa década. Los personajes de Marvel con sus poderes estrambóticos y sus trajes vistosos, muy diferentes de lo que se había visto hasta ese momento, sumado a los paisajes cósmicos de Kirby, o las ondas místicas de Ditko, reflejaron una tendencia implícita en la época. Indudablemente, Marvel tuvo que ser una influencia clave para la estética psicodélica. Los tebeos de superhéroes, concebidos para lectores más jóvenes, devinieron en un éxito entre los estudiantes universitarios, influyendo en su imaginario, poniendo de moda la ciencia ficción o las ideas ocultistas y mitológicas, todo ello empaquetado en un cóctel pop irresistible y explosivo que terminó por infiltrarse en la contracultura. Durante esta época dorada hasta finales de los 70, Marvel permitió algo de espacio a la experimentación visual y temática. Autores como Neal Adams, Jim Starlin o Jim Steranko pudieron explayarse y forzar los límites de lo que podía considerarse un simple tebeo de superhéroes. Sean Howe retrata este periodo de una forma apasionante, sembrado el texto de muchas anécdotas y datos siempre interesantes.
Página psicodélica del Doctor Extraño realizada por Steve Ditko (1966) |
Con la llegada de los años 80, lo hace también la consagración del negocio de los tebeos de superhéroes. Marvel logra igualar o incluso superar a su principal contrincante en el sector: DC Comics. El éxito de La Patrulla X marca un filón a explotar. En este momento se define la prioridad de los personajes frente al trabajo de autor. La línea editorial comienza a crecer y las colecciones se multiplican, aumentando la presión sobre guionistas y dibujantes, y por consiguiente surgen los conflictos. La parte artesanal va dando lugar a un trabajo más en serie, pero siguen emergiendo grandes autores que logran sacar algo de oro de todo aquello, por mucho que el equilibrio entre creatividad y afán de negocio siempre cayera hacia el lado del dinero. Por lo demás, el control de la editorial sobre los autores es cada vez más férreo. Sean Howe retrata detalladamente muchos de los conflictos internos entre la empresa y sus empleados, siendo este aspecto de gran interés para entender el funcionamiento de la industria americana del comic. Es especialmente destacable la guerra de Steve Gerber por recuperar los derechos de autor por su creación de Howard el Pato, contienda que se alargó durante décadas.
Tras Stan Lee, el principal papel de los sucesivos redactores jefes es el de cortafuegos. Roy Thomas, Marv Wolfman, Gerry Conway, Archie Goodwin, Jim Shooter, Tom DeFalco, por citar los más históricos, marcaron su impronta en el desarrollo del universo Marvel. Sean Howe se toma especial interés en describir su trabajo, sus aciertos y sus errores en la gestión de las múltiples colecciones, las polémicas con los creativos, etc. En ocasiones, parece que la historia de Marvel trata sobre las dimisiones, los despidos fulminantes, las readmisiones, las deserciones a DC, e incluso las traiciones entre artistas. Un constante juego de poderes, rencillas personales, venganzas y frustraciones.
El comienzo de los años 90 supone también el auge de la especulación del coleccionismo de comics. A
eso se suma las nuevas técnicas digitales de reproducción, los intentos de
monopolizar la distribución de comics y el boom de las librerías especializadas,
que cada vez suponen una parte más importante de las ventas. Todos estos hechos
marcan un antes y un después que altera no solo a los propios comics, sino
también a su público. Autores respetados por la crítica y que habían tenido un
enorme éxito durante los 80, como pueden ser Frank Miller o John Byrne, quedan de
pronto en un segundo plano, a favor de otros más espectaculares y efectistas.
El nivel de la calidad cae por los suelos con el triunfo de dibujantes como Todd
McFarlane o Rob Liefeld. Howe no escatima detalles sobre esta época donde el
dinero rápido corría a raudales, a costa de la progresiva decadencia de las historias,
del arte y de los propios personajes. Pronto estallaría la burbuja y el mundo de las edición de tebeos nunca sería ya igual.
Por mucho que en las dos últimas décadas se han publicado algunas colecciones destacables e innovadoras y han ido surgiendo autores jóvenes de gran talento, lo cierto es que la época dorada de Marvel llegó a su fin. Lo que perdura es el boom del cine de superhéroes de Marvel a comienzos del siglo XXI y la inevitable disolución de la marca en el imaginario colectivo. Debe haber mucha gente que conoce los personajes por las películas, pero que nunca ha leído un solo tebeo. No pasa nada, así es la vida. Marvel, por su parte, sigue publicando, el tiempo dirá hasta cuándo.
X Force de Rob Liefeld (1992). Sobran los comentarios ante tal despropósito. |
En definitiva, hay que subrayar que este libro supone una fuente de puro placer para cualquier aficionado a los tebeos. Seas o no un fanático de Marvel, o incluso si eres un detractor, Howe logra plasmar un lienzo tremendamente detallado y documentado sobre un capítulo crucial dentro de la historia general de los comics. Por último, hay que recordar que existe una edición anterior de este libro realizada por Panini, el cual incluye un capítulo sobre la historia de la publicación de los tebeos de Marvel en España. Desconozco si hay muchas más diferencias con esta edición que he reseñado.
Más información en la web de ES POP
Reseña de Antonio Ramirez
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