Hace varios años ya, leí dos novelas de Leo Perutz que me encantaron: El maestro del juicio final y Mientras dan las nueve, ambas de género inclasificable, a medio camino de lo detestivesco, lo metafísico, lo fantástico. Pero, he de admitir que los detalles de las tramas se han ido borrando de mi (mala) memoria, solo quedando una sensación general satisfactoria. No obstante, sí recuerdo muy bien que Perutz se tomaba su tiempo en desarrollar la historia, sin prisas, sin pretender que el lector fuera atrapado de primeras en una trama apasionante llena de acción. Todo lo contrario, la historia se iba desempeñando de forma algo extraña, con un punto onírico y neblinoso que envolvía todo en el misterio. También recuerdo un sutil sentido del humor. Pero, tal y como digo, los detalles y pormenores de esos libros se han ido esfumando.
No volví a leer nada más de este escritor checo, de hecho quedó un poco relegado en algún lugar de mis estanterías, perdido entre otros tantos autores. Hasta que hace poco vi en una librería esta nueva edición de De noche, bajo el puente de piedra y de repente recordé que este escritor me gustaba. Consideré que no estaría mal darle otra nueva oportunidad, de lo cual me alegro mucho porque he disfrutado de su lectura de la primera hasta la última página.
Esta reedición (la tercera, siendo la primera en castellano en 1967), de la mano de Libros del Asteroide, cuenta con la traducción de Cristina García Ohlrich, la misma que en su anterior edición en la editorial Aleph en 1988. No podría comparar (que más quisiera yo) con la versión original en alemán, pero da la sensación que es una buena traducción, al menos la lectura es fluida y conserva ese aire de narración oral que el autor parece haber querido impregnar en su historia.
Perutz era lo que se denomina un judío secular, es decir, no practicante de las tradiciones hebreas tanto en lo que respecta en lo religioso como en lo cultural o social. Aunque nacido en una ciudad cercana a Praga, su vida estuvo muy vinculada a Viena, ciudad adoptiva donde desarrolló su arte narrativo volviéndose muy popular a comienzos del siglo XX (hubieron adaptaciones cinematográficas de sus libros ya en la década de los 20). Se relacionó, tanto en persona como epistolarmente, con gente como Bertolt Brecht, Robert Musil o Karl Krauss, todos ellos vinculados al sector intelectual más crítico con el auge del fascismo.
Exiliado a Jerusalem a causa de la llegada de los nazis al poder, sin embargo Perutz nunca defendió la causa sionista, ni vió con buenos ojos la ocupación de Palestina, ni la manera en que se creó el estado de Israel, considerando que el nacionalismo era una de las causas de los males del mundo. No obstante, aunque rechazara el judaísmo ortodoxo, esta novela que reseñamos aquí es una clara muestra de como las tradiciones y leyendas hebreas de sus antepasados tuvieron su influencia en él, o al menos sirvieron como inspiración. Quizás por basarse en esas fuentes, este libro transmite el espíritu de la narrativa oral y popular, y sobretodo un innegable aura de realismo mágico. Porque sería excesivo definirlo como fantástico, ya que la intención de Perutz no parece ser esa, sino colocarse en ese punto intermedio donde el principio de realidad es frágil y lo maravilloso de las tradiciones populares entra y sale con perfecta naturalidad.
La cábala y los poderes mágicos de los rabinos, la astrología, la alquimia, los fantasmas, los sueños lúcidos, los poderes del azar, la presencia de lo divino, son todos ingredientes importantes en la novela, aunque al final no sean más que una excusa para hablarnos de temas universales tan humanos como son el amor, la amistad, la venganza, la ambición, la locura o la soledad, todo ello regado con un fino e irónico sentido del humor. También hay un poco de revancha del autor respecto a los sempiternos prejuicios y tópicos contra los judíos, pero de una forma ciertamente mesurada y sutil, porque todos, cristianos, protestantes y judíos se llevan su parte de varapalo, quedando claro que la religión no es más que una excusa para ocultar o dignificar las miserias y mezquindades de nobles y plebeyos.
Por lo demás, este libro tiene también algo de ficción histórica, puesto que figuran algunos personajes y acontecimientos reales, como el emperador Rodolfo II, coleccionista compulsivo, famoso por su mecenazgo de artistas que se salían de lo normal, de magos y alquimistas, siempre rodeado de toda clase de individuos peculiares. También desfila por sus páginas el matemático Johannes Kepler, básico en el desarrollo de las ciencias modernas (aunque también astrólogo por encargo para no morirse de hambre). En todo caso, personajes ficticios o históricos, todos quedan envueltos por la verdadera protagonista de la novela: la ciudad de Praga y las callejuelas ya perdidas en el tiempo del viejo gueto judío, donde los espectros y los borrachos, los amantes y los gatos, los ricos y los pobres, se dirigen cada cual a su destino.
La cábala y los poderes mágicos de los rabinos, la astrología, la alquimia, los fantasmas, los sueños lúcidos, los poderes del azar, la presencia de lo divino, son todos ingredientes importantes en la novela, aunque al final no sean más que una excusa para hablarnos de temas universales tan humanos como son el amor, la amistad, la venganza, la ambición, la locura o la soledad, todo ello regado con un fino e irónico sentido del humor. También hay un poco de revancha del autor respecto a los sempiternos prejuicios y tópicos contra los judíos, pero de una forma ciertamente mesurada y sutil, porque todos, cristianos, protestantes y judíos se llevan su parte de varapalo, quedando claro que la religión no es más que una excusa para ocultar o dignificar las miserias y mezquindades de nobles y plebeyos.
Por lo demás, este libro tiene también algo de ficción histórica, puesto que figuran algunos personajes y acontecimientos reales, como el emperador Rodolfo II, coleccionista compulsivo, famoso por su mecenazgo de artistas que se salían de lo normal, de magos y alquimistas, siempre rodeado de toda clase de individuos peculiares. También desfila por sus páginas el matemático Johannes Kepler, básico en el desarrollo de las ciencias modernas (aunque también astrólogo por encargo para no morirse de hambre). En todo caso, personajes ficticios o históricos, todos quedan envueltos por la verdadera protagonista de la novela: la ciudad de Praga y las callejuelas ya perdidas en el tiempo del viejo gueto judío, donde los espectros y los borrachos, los amantes y los gatos, los ricos y los pobres, se dirigen cada cual a su destino.
Hasta el momento estamos hablando de novela, pero habría que aclarar que el libro está compuesto por relatos unidos entre sí de forma no siempre aparente. Las historias no están ordenadas de forma cronológica ni temática, formando una especie de rompecabezas literario que el lector debe ir reordenando en su cabeza. Sin embargo, que no parezca que me refiero a algo muy experimental, no se trata de eso, pero lo cierto es que Perutz utiliza una forma muy original de ir desmadejando su historia, aunque al final todo queda unido de forma convincente y natural.
En definitiva, un libro realmente delicioso, sobresaliente literatura que seguro te dejará un buen sabor de boca.
Reseña de Antonio Ramírez
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